MEGATRATADO

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15 de enero de 2021
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12:16 am
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MEGATRATADO

EN medio de la guerra arancelaria entre China y los Estados Unidos, de la crisis de la pandemia que obliga al confinamiento a las sociedades, y de la confrontación entre el proteccionismo –liderado por la administración Trump, con el “MAGA”– y la globalización, acaba de suceder algo insospechado. A no dudarlo va marcar tendencia en las fuerzas de las economías que pujan por ser las primeras y más influyentes de la tierra. A finales del año pasado los líderes de Asia firmaron el mayor acuerdo comercial del mundo. El megatratado, conocido como RCEP, (siglas en inglés de Regional Comprehensive Economic Partnership), o Alianza Integradora Económica Regional. Es un acuerdo de libre comercio que integra a los diez miembros de la Asociación de Países del Sudeste Asiático (Asean), además de China, Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelandia. Los miembros suman un tercio de la población mundial –2,200 millones de personas– y representan en conjunto el 29% del PIB del planeta.

El RCEP es mayor que el T-MEC (Estados Unidos, México y Canadá) y el de la Unión Europea. En un período de los próximos 20 años eliminaría aranceles a las importaciones, e incluye provisiones respecto a las telecomunicaciones, los servicios financieros, comercio electrónico, servicios profesionales y propiedad intelectual. La idea del RCEP no es nada reciente. Afloró en el 2012, con la pretensión de China –el mayor importador y exportador de la región– de contrarrestar la influencia norteamericana en el Pacífico asiático. Washington promovía el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (Trans-Pacific Partnership o TPP), que incluía a México, Chile y Perú, y los socios asiáticos, sin China. Pero Trump, con su política aislacionista, retiró a los Estados Unidos del TPP en el 2017. A raíz del retiro de los Estados Unidos, China tomó un rol activo en la negociación del nuevo tratado. Es la primera vez que China continental, Japón y Corea del Sur participan como socios de un mismo tratado. Los firmantes destacaron que la reactivación económica mundial, frente al golpe que la peste ha asestado a los mercados, no puede ser lograda con unilateralismo. Obviamente en alusión a Washington y a las políticas regresivas al comercio internacional de la actual administración. Los firmantes destacaron la importancia que juega la Organización Mundial de Comercio, en la regulación y la vigilancia orientada a evitar trampas en las transacciones.

De pronto, el RCEP puede ocasionar alguna merma en el intercambio comercial entre América Latina y Asia. A no ser para las empresas latinoamericanas ya afincadas allá. Obvio que las grandes agrupaciones latinoamericanas buscarán algún tipo de asociación para no perder ese enorme mercado. Solo quedarán silbando en la loma los que no respondan como mercados unificados –como aquí en la región– donde la falta de actitud de conjunto, los harina de otro costal, la perspectiva miope de los que prefieren navegar solitarios ya que juzgan como cenicientas a sus otros hermanos, impiden la armonización de políticas con interés integracionista. Ese SICA solo ha podido reunirse a nivel de cancilleres. Hay naciones que se consideran más atadas a los compañeros de viaje suramericanos que a sus contrapartes regionales. No hay avances integracionistas ni en lo relativo al desarrollo conjunto de las aguas internas del Golfo de Fonseca. Cuando AMLO reparte su limosna, –para taparle el ojo al macho– en materia migratoria, lo hace reuniéndose por aparte con cada uno de los gobiernos del Triángulo Norte. Aquí, las individualidades regionales, quién sabe si ya se enteraron que allá suscribieron ese tratado. Si supieron, ni se mosquearon. Mientras allá a la distancia se escuchan pasos de animal grande, aquí los animalitos suponen que nada de eso les atañe, les afecta o les incumbe.

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