Por: Carlos Medrano
Periodista
La pandemia covid-19 obligó a millones de familias a estar confinados en sus casas, lo que provocó una nueva manera de vivir, trabajar, hacer ejercicio y pasar horas y horas en cuatro paredes con la mirada atenta de su familia, lo que para muchos era estar presos en libertad.
La vida de 8 o más horas de trabajo en una oficina había terminado, provocando que en este encierro, muchos hombres y mujeres hayan sacado su verdadera personalidad.
Muchos hombres, abusadores y violadores, procedieron salvajemente a “trompear” a su esposa o compañera de hogar, en el marco de una convivencia obligatoria.
Otros, debieron soportarse unos a otros, negociar espacios, roles y tareas dentro del hogar, cohabitar en un mismo espacio físico, ya que durante casi toda una vida matrimonial, el trabajo fuera de la casa fue el diario vivir.
Y otros, valiendo esa cercanía hogareña, ese acercamiento físico en casas pequeñas, aprovecharon para que cupido volviera a encender la llama del amor y la pasión para fundirse en un solo cuerpo y en interminables jornadas, descubriendo “algunas cositas” que eran todavía desconocidas.
El amor renació y una de las consecuencias lógicas después de reiterados eventos sexuales es el embarazo.
Platicando con un empresario maquilador, nos comentó que la nueva pandemia que está afectando severamente a la alicaída empresa son “los embarazos”, que están impactando en la industria y que fructificaron en los meses de noviembre, diciembre del 2020 y enero del 2021.
Recordemos que el primer caso que llegó de covid-19 a Honduras fue a mediados de marzo, con el cierre total de la economía y movilidad, y de ahí que muchas parejas se dedicaron a realizar tareas procreativas, a experimentar el juego sexual y a intensificar nuevas experiencias que hagan pasar los días más rápidos.
La empresa maquiladora, conforme a los protocolos de Sinager, deben pagar desde el momento que reporta el embarazo, los salarios de esta dama, causando otro impacto negativo a la industria, ya que anteriormente las empresas solo debían pagar el período prenatal y postnatal, conforme a lo establecido en el Código de Trabajo.
Algunas damas, me comentó, de manera maliciosa, se están dejando embarazar para gozar de una “beca” de 9 meses, hasta que tengan al bebé, lo que suma a las dificultades ya generadas por la pandemia y las tormentas Eta e Iota.
La enorme cantidad de infantes que están naciendo, y que nacerán como consecuencia indirecta de la pandemia, debe de llamar pronto la atención de las autoridades gubernamentales, sociales, empresariales y religiosas, ya que Honduras es un país superpoblado, sin tener las garantías que esta criatura que está por venir al mundo tendrá todas las garantías para tener salud, educación y mucho amor.
Un hijo no es un juego, es una responsabilidad sagrada. He podido observar en los semáforos principalmente, cómo una madre carga entre brazos casi a un recién nacido, aguantando sol, humo, malos tratos, y al par de ella una “marimbita” de harapientos infantes pidiendo comida y bebida.
Debemos replantear cuál es nuestra política poblacional, si encaja dentro de la realidad social hondureña, cuál es nuestra política de control natal, nuestra política religiosa al respecto, en fin, toda una tarea que nos permita tener un país con desarrollo sostenible y para todos.
