Dueño de nada

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21 de enero de 2021
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12:48 am
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Dueño de nada

La reelección es ilegal

“Dueño de nada” es el título de uno de los mayores éxitos musicales interpretados por el actor y cantante venezolano, José Luis Rodríguez “El Puma”, canción escrita en 1982, por el afamado compositor español, Manuel Alejandro.

Al margen del contenido de la letra de esta canción, el título nos sugiere reflexionar sobre algunos aspectos puntuales de la vida. Todos sin excepción alguna somos iguales ante Dios, tenemos el mismo valor como seres humanos, fuimos creados a imagen y semejanza del Creador del cielo y la tierra, un privilegio que no se compra con dinero, ni con ningún tipo de influencias.

Nada de lo que tenemos nos pertenece, somos simples administradores de lo que Dios ha puesto en nuestras manos, usted es responsable de lo que hace con su cuerpo, cómo administra el tiempo, sus recursos y bienes. El paso por esta vida es efímero y va depender de la actitud de cada individuo, si la misma resulta fructífera, edificante, constructiva o por el contrario se torna en algo tormentoso, conflictivo y destructivo.

Sin duda alguna la arrogancia y la altivez que caracteriza al ser humano, le hace perder la perspectiva correcta de la vida, muchas personas caminan sin rumbo alguno, a lo que salga, no planifican, no hay una visión clara de lo que quieren en el plano personal, familiar, laboral y espiritual, su interés primario se centra en pagar deudas, en autogratificarse, en exaltar su ego.

Muchos se ufanan y de su boca salen expresiones tales como: mi casa, mi carro, mi profesión, mi negocio, mi título, mis inversiones, mis terrenos, mis joyas, etc., nada de lo que le hemos mencionado, le pertenece, son bienes que el Señor, ha puesto a su disposición para ser administrados de forma prudente.

Es importante poner los pies sobre la tierra, y admitir que en esta vida, todos estamos de pasada, nada nos pertenece, ni nuestra propia vida, somos posesión de Jesucristo y al final de nuestros días seremos juzgados por el Salvador del mundo, es triste admitir cómo malgastamos el tiempo en situaciones improductivas, que no tienen ningún valor.

El paso de los años es irreversible, nadie lo detiene, cada día envejecemos, perdemos vitalidad, nuestro hombre exterior se va desgastando y cuando menos esperamos se nos fue la vida, con las oportunidades que tuvimos y que no fueron aprovechadas, al hacer esta mirada retrospectiva nos damos cuenta cuán equivocados anduvimos en muchas facetas de nuestra existencia.

Retroceder el tiempo es imposible, los errores cometidos ya no se pueden revertir, el daño ocasionado a otros con nuestras actitudes deja secuelas, heridas, raíces de amargura y resentimiento, es una trama compleja, que aturde y agobia a las personas, su paz interior se ve seriamente afectada.

Frente a lo descrito anteriormente se requiere de sólidas convicciones, para dar vuelta a la página y plantearse nuevas oportunidades, que les permita desarrollarse integralmente, no se mortifique por su pasado, no repase episodios desagradables, abandone todo pensamiento fatalista y enfóquese por tener metas claras en su vida, que le permitan avanzar a puerto seguro.

En el ocaso de nuestros días, llegaremos a la conclusión que no somos dueños de nada, todo lo que alguna vez poseímos y a lo que nos aferramos, los hijos, cónyuge y familia, son bendiciones que Dios ha puesto en nuestras manos para que lo administremos de la mejor manera, quizás algunos lo hicieron de manera sabia y otros de manera insensata.

Pero hay una oportunidad que Dios nos posibilita, antes de partir de esta vida, aproveche cada instante, para agradar al Señor Jesucristo, con su forma de actuar, despójese del hombre viejo y cúbrase con un manto de renovación y limpieza de su mente y corazón, porque al final de cuentas, no somos dueños de nada, somos posesión del Hijo de Dios, que pronto vendrá para juzgar a este mundo.

José Víctor Agüero Aguilar
Tegucigalpa, M.D.C.

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