Para destruir el ingreso de los pobres

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23 de enero de 2021
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12:03 am
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Para destruir el ingreso de los pobres

Por: Julio Raudales

En Honduras son 4.2 millones de personas, de un total de 9.1, las que tienen la responsabilidad de sostener el país mediante su trabajo; esto es menos de la mitad de la población. Al menos eso nos dijo la última Encuesta de Hogares que publicó el INE que, por cierto, fue en 2019.

Si esto es cierto, quiere decir que cada trabajadora o trabajador del país debe sostener a, al menos una persona que no genera ingresos. O sea, técnicamente hablando, Honduras tiene una relación de dependencia de más del 100%. ¡Terrible!

Lo anterior se explica por varios factores: primero, somos un país muy joven -un 30% de niñas y niños tienen menos de 14 años-, también carecemos de un esquema solvente de jubilaciones y pensiones y casi el 10% de la población tiene más de 65 años, y lo peor, hay casi 2 millones y medio de chicas o chicos, de entre 12 y 30 años que ni estudian ni trabajan.

El asunto se agrava, debido a que esa masa de trabajadores, que tienen la responsabilidad de sostener al menos a otra persona, genera ingresos sumamente bajos, es decir, la productividad del factor trabajo en Honduras es paupérrima. ¿Y cómo no, si tenemos un nivel de escolaridad de apenas 7 grados? Es decir, en promedio, todas las personas mayores de 15 años solo hemos terminado la educación básica o primaria.

A esto hay que agregar que, debido a las condiciones generales de la economía, no se pueden abrir muchos negocios en el país y la gran mayoría de empresas son muy pequeñas, con costos de producción elevados y muchas trabas administrativas para operar. Todo ello, sumado a la gran cantidad de oferta de mano de obra sin formación, les hace pagar salarios muy bajos y poco competitivos.

Pero es necesario remarcar algo que es crucial: más de la mitad de la gente que trabaja o quiere trabajar en Honduras no depende de un salario, es decir, son “cuentapropistas”, deben generar ingresos haciendo trabajos temporales, sin ningún tipo de garantía de continuidad y, lo peor, sin ahorro previsional ni acceso a los derechos laborales que ofrece la legislación.

Todo lo descrito, es la situación en la que nos encontró la pandemia. Es decir, hay razones de peso para creer que las cosas empeoraron mucho desde 2019, sobre todo si consideramos que el número de casos de COVID-19 y otras enfermedades infecciosas, no ha hecho más que seguir en aumento, que tuvimos 2 huracanes en noviembre, cuyo impacto se dio mayormente en la zona más productiva del país y que la situación fiscal es cada vez más apremiante e impide que haya acciones más o menos congruentes de parte del gobierno.

Traigo todo esto a colación, porque suena en los medios de comunicación, la noticia de que hay presiones para subir el salario mínimo y yo me pregunto: ¿servirá una medida como esta para mejorar la situación de los trabajadores hondureños? Yo digo que no y voy a explicar por qué.

En primer lugar, esta medida “beneficiaría” a muy pocas personas. De los 2 millones de trabajadores asalariados, solo el 5% gana el salario mínimo (cifras de la misma Encuesta de Hogares 2019) y, por tanto, serían los únicos que tendrían aumento. Hay que recordar que no se trata de un incremento general.

En segundo lugar, es importante tener presente la situación en la que se encuentran las empresas hondureñas, sobre todo las micro y pequeñas, que son la gran mayoría y que, además, son las que cargan en planilla con más empleados ganando el salario mínimo. Si ya con la problemática vivida en 2020 cerró una buena cantidad de ellas, no creo que una medida de este tipo pueda solventar la situación de quienes a duras penas lograron sobrevivir.

Es muy probable que en la vorágine política que ya nos envuelve, algunos candidatos, sobre todo oficialistas, se vean tentados a la presión de los gremios para imponer un incremento salarial y de esta forma tratar de “pescar” algunos votos, ya que todo indica que no habrá acuerdo entre ellos y el COHEP. Quiero decirles que, si hacen esto, le harán un gran daño, no solo al sector trabajador, sino al país en general.

Vale la pena recordar las sabias palabras de George Bernard Shaw: El político piensa en las próximas elecciones, el estadista en las próximas generaciones. Hagan política sí, pero con sentido de futuro.

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