Cine: discurso y retórica (2)

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6 de febrero de 2021
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12:51 am
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Cine: discurso y retórica (2)

José María Leiva Leiva.

 

Como ya quedara dicho en el artículo precedente, el cine es fuente constante de inspiración y motivación. Y a veces nos entrega discursos extraordinarios. Se trata de fascinantes piezas oratorias que junto a las secuencias donde éstas se contemplan, forman parte de la historia audiovisual contemporánea de una manera antológica, al transmitir valores como la motivación, la libertad, la perseverancia, la integridad, el liderazgo, el coraje, la autenticidad o el espíritu solidario, o por otro lado, la crítica al establishment.

 

En esta entrega nos vamos a referir, en primer lugar, al discurso pronunciado por Charles Chaplin, en “El gran dictador” (The Great Dictator), una película estadounidense de 1940, escrita y también dirigida por este genial artista universal, que aquí desempeña un doble papel: como barbero judío, y como Hynkel, el dictador de Tomania. El barbero simbolizaba la víctima de la tiranía; Tomania era una alusión a Alemania, y Hynkel, a Hitler.

 

La obra, considerada como uno de los más bellos cantos a la dignidad humana que el cine jamás haya dado, es una feroz y controvertida​ condena del nazismo, del fascismo, del antisemitismo y de las dictaduras en general, mientras que el alegato de más de cuatro minutos y medio con el que Chaplin concluía el filme, era una llamada a favor de la democracia, las libertades, la hermandad de los pueblos y contra la avaricia, el odio y la intolerancia.

 

Su discurso dice así: “Lo siento, yo no quiero ser emperador. Ese no es mi oficio. Yo no quiero mandar ni conquistar a nadie. Quisiera ayudar a todos de ser posible. Judíos o gentiles. Negros, blancos. Todos nosotros queremos ayudarnos uno al otro; los seres humanos somos así. Queremos vivir para la felicidad del otro, no su desgracia. No queremos odiarnos o despreciarnos uno al otro. En este mundo hay lugar para todos, y nuestra tierra es rica y a todos puede alimentar. La vida puede ser libre y hermosa, pero hemos perdido el rumbo. La codicia ha envenenado el alma del hombre, ha dividido al mundo con barricadas de odio, nos ha sumergido en la desgracia.

 

Hemos progresado muy deprisa, pero nos hemos encarcelado a nosotros mismos. El maquinismo, que crea abundancia, nos deja en la necesidad. Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos. Nuestra inteligencia, duros y desconsiderados. Pensamos demasiado y sentimos muy poco. Más que máquinas necesitamos más humanidad. Más que inteligencia, cortesía y bondad. Sin estas cualidades la vida será violenta, y todo estará perdido. El avión y la radio nos han acercado entre nosotros. La naturaleza misma de estos inventos exige bondad humana, exige la hermandad universal y la unión de las almas.

 

Ahora mismo, mi voz llega a millones de seres en todo el mundo, millones de hombres desesperados, mujeres y niños, víctimas de un sistema que hace torturar a los hombres y encarcelar a gentes inocentes. A los que puedan oírme, les digo: no desesperen. La desdicha que padecemos es tan solo la muerte de la codicia y la amargura de hombres que temen seguir el progreso de la especie humana. El odio del hombre pasará y caerán los dictadores, y el poder que se le quitó al pueblo se le reintegrará al pueblo, y, en tanto los hombres den la vida por ella, la libertad no ha de perecer.

 

¡Soldados! ¡No os sometáis a las bestias! Hombres que os desprecian y esclavizan, que en nada valoran vuestras vidas y os dicen que tenéis que hacer, qué pensar, qué sentir. Y os martirizan, os tratan como a ganado, ¡inútil carne de cañón! No os entreguéis a estos individuos inhumanos, hombres máquina, con cerebros y corazones de máquina. ¡Vosotros no sois máquinas! ¡No sois ganado! sois Hombres. Lleváis el amor de la Humanidad en vuestros corazones, no el odio.

 

¡Soldados! No luchéis por la esclavitud, sino por la libertad. En el capítulo 17 de San Lucas se lee: “El Reino de Dios no está en un hombre, ni en un grupo de hombres, sino en todos los hombres…” Y Vosotros el pueblo tenéis el poder. El poder de crear máquinas, el poder de crear felicidad, el poder de hacer esta vida libre y hermosa y convertirla en una aventura maravillosa. Entonces, en nombre de la democracia, utilicemos ese poder actuando todos unidos. Luchemos por un mundo nuevo, digno y noble que garantice a los hombres un trabajo, a la juventud un futuro y a la vejez seguridad.

 

Pero bajo la promesa de esas cosas, las fieras subieron al poder. Pero mintieron; nunca han cumplido sus promesas ni nunca las cumplirán. Los dictadores se hacen libres a ellos mismos, pero esclavizan al pueblo. Luchemos ahora para hacer realidad lo prometido. Todos a luchar para liberar al mundo. Para derribar barreras nacionales, para eliminar la ambición, el odio y la intolerancia. Luchemos por el mundo en que reine la razón. Un mundo donde la ciencia, el progreso, nos conduzca a todos a la felicidad. ¡Soldados! En nombre de la democracia, debemos unirnos todos”.

 

Por último, tenemos las sabias palabras que Rocky Balboa (Sylvester Stallone), le expresa a su hijo (Milo Ventimiglia), en la sexta entrega de la franquicia “Rocky”, escrita, dirigida e interpretada por Stallone en 2006, escena donde su vástago descarga su frustración a su progenitor por no haber conseguido sus metas y además le acusa de encontrarse en la situación en que se encuentra. El viejo boxeador cansado de la actitud de su hijo le espeta lo siguiente: “Fuiste creciendo, cada vez más estupendo, era fantástico poder observarte ¡un privilegio! Y cuando llegó el momento de hacerte un hombre y afrontar el mundo ¡lo hiciste! Pero en algún momento del trayecto, cambiaste, dejaste de ser tú, permitiste que te señalaran y que te dijeran que no sirves y cuando empeoró todo, buscaste a quien echarle la culpa, a una sombra alargada”.

 

“Voy a decirte algo que tú ya sabes, el mundo no es todo alegría y color, es un lugar terrible y por muy duro que seas, es capaz de arrodillarte a golpes y tenerte sometido permanentemente, sino se lo impides: ¡ni tú… ni yo… ni nadie golpea más fuerte que la vida! pero no importa lo fuerte que golpeas si no lo fuerte que pueden golpearte y lo aguantas mientras avanzas, hay que soportar sin dejar de avanzar así es como se gana. Si tú sabes lo que vales, ves y consigue lo que mereces. Tendrás que soportar los golpes y no puedes estar diciendo que no estás donde querías estar por culpa de él, de ella ni de nadie. Eso lo hacen los cobardes y tú no lo eres, eres capaz de todo. Yo te querré en cualquier situación, pase lo que pase, eres mi hijo y llevas mi sangre, tú eres lo mejor de mi vida pero hasta que no empieces a crear en ti mismo no tendrás tu vida propia”. ¡Una gran lección paternal Sr. Balboa!

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