En ocasión del alegre cumpleaños liberal

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12 de febrero de 2021
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12:05 am
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En ocasión del alegre cumpleaños liberal

¿Vuelven los oscuros malandrines del 80?

Por: Óscar Armando Valladares
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Autoridades del Central Ejecutivo y de las tres corrientes en contienda, han rememorado las trece décadas del partido que dieron vida a Céleo Arias (el desconocido autor de “Mis ideas”) y el expresidente del país Policarpo Bonilla. Con nuevos bríos y animadas esperanzas, activistas de Luis Zelaya, Yani Rosenthal Hidalgo y Darío Banegas agitan estandartes y promueven de boca a boca la “unidad partidaria”, para sumar y vencer, en una intentona más por revivir tiempos “gloriosos” de un ayer -distinto y distante- en que con buena aceptación popular le disputaban el poder a sus pares nacionalistas cuando el bipartidismo prevalecía en su coto cerrado.

Infortunadamente, el madrugón de 2009 -que depuso al “correligionario” Zelaya Rosales con el voto y anuencia de un sector del partido-, fracturó más y más su membresía, y ese mismo sector acomodado y acomodaticio tranzó en seguida dividendos con Lobo Sosa y a la fecha con Hernández Alvarado, cuyas consecuencias resintió a parte del liberalismo que, justamente inconforme, tomó otras veredas u optó por la abstención.

Lo “pior” -como dice el pueblo- es que los dirigentes más visibles no escarmientan o no pueden sustraerse del llamado lado oscuro, pues en las nóminas para cargos electivos van integrantes de esa pelambre, non sancta en su mayoría como los males que emergen de la caja pandórica. De igual manera, en las tres corrientes asoman adeptos que anticipadamente descartan cualquier aproximación con Libre, en la búsqueda de una alianza opositora, por creer sin suficiente fundamento probatorio que al abandonar la bandería rojo blanco rojo, Mel sonsacó a mil y tantos colorados y fue, por ende, el promotor (y no la vieja dirigencia) de la impactante desbandada… sin visos de volver al redil. Reacios, otros, a soltar el sillón de sus curules juegan con todo a la reelección diputadil, aunque al fin y al cabo no alcance el triunfo ninguno de los tres leoncitos, que lo primordial es seguir succionando los exangües pechos del erario y uno o más continuar sorteando las durezas del encierro.

Aparte de esos lunares, ¿qué esperarán de las internas los prosélitos de a pie? Es de presumir que anhelan -como la generalidad ciudadana- el advenimiento de un cambio gubernativo, sin JOH, sin Papi, sin Oliva. Y, tal vez en su fuero íntimo, estimen que sin alianzas no hay victoria factible. Y he aquí el intríngulis.

Para el titular del Central Ejecutivo, la coalición sería en todo caso con un Nasralla reiteradamente problemático o con los que siguen al fogueado animador televisivo. El diputado y hábil caricaturista, al parecer aspira a ganar en solitario, confiado en su verba alegre y sobre todo en las fuerzas que tras bambalinas mueven los hilos plateados. Mientras, el hijo pródigo de don Jaime (QDDG), no niega ni descarta un acuerdo político con Libertad y Refundación, pero… algunos de sus cuadros -que tienen espinitas con Rosales- insinúan con prematura viveza que Libre se allane con Yani. Y punto.

¡Vaya si es complicada la democracia representativa que cada estéril cuatrenio se estila en el país, con imposiciones, zancadillas y ejercicios ordinariamente fraudulentos! Inclusive hechos en apariencia democráticos, como la exuberancia de partidos bonsay y el reflujo -a ratos obsesivos- de movimientos en comicios previos, acarrean no tanto provechosos resultados como divisiones y debilitamientos partidarios en menoscabo del propio pueblo. Desde un año remotísimo es esta cita de Fedro, el gran fabulador macedonio: “En un cambio de gobierno, el pobre rara vez cambia de otra cosa que del nombre de su amo”, verdad que conviene acomodar: amo por mandamás… de traje gris o verdeolivo.

Con el sarcasmo que gastaba, Gautama Fonseca inquiría en 2010: -¿Es exacto que Honduras es una República libre, independiente y democrática? ¿Es verdad que la soberanía le corresponde al pueblo? ¿Que la suplantación de la soberanía popular y la usurpación de los poderes constituidos se tipifican como delitos de traición a la patria? ¿Qué tiene de verdad que nadie debe obediencia a un gobierno usurpador? ¿Para qué seguir? ¿Para qué? ¿No somos, acaso, más que un pobre país que no llega a serlo nunca? Hombres y mujeres que jamás peinan canas: a pensar y sopesar estos cuestionamientos de un honesto liberal, quien lucía el nombre de “El Iluminado”: Gautama Buda (Fonseca).

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