¿RETROCESO DE LA DEMOCRACIA?

ZV
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12 de febrero de 2021
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12:46 am
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¿RETROCESO DE LA DEMOCRACIA?

AQUÍ, muchos políticos que poco o nada han contribuido a que los organismos electorales cuenten con los recursos necesarios para obrar milagros y complacer sus caprichos, también pasaron por alto que el país ha estado sumergido en el hoyo negro de la pandemia. Demandan resultados inmediatos de la votación. Quieren saber, ipso facto, quiénes ganaron y quiénes perdieron en cuanto nomás cierren las urnas. Arguyen que no montar las mismas herramientas mentirosas que operaron en el pasado, equivaldría a un “retroceso de la democracia”. La ironía, más bien, es que retroceso democrático sería recurrir a los sistemas que en el reciente pasado provocaron las crisis políticas que se vivieron. Como si en el solo cerrar y abrir los ojos olvidaron a qué obedeció el último conflicto postelectoral. A un cuestionamiento fuerte en la transmisión de resultados, que acabó arrojando total desconfianza en los resultados. Meses enteros que la sociedad y la estabilidad institucional, estuvieron en vilo.

El TREP, ha sido motivo de desquicio en distintas partes donde lo usan. El imaginario colectivo toma por cierta la tendencia inicial. Si, de repente, ya sumando el total de los votos, difiere el resultado, todos los que pierden alegan que les hicieron fraude. Más aún si se interrumpe la transmisión, se va la luz, se corrompe la entrega de resultados, se caen los sistemas y entran a funcionar los servidores de respaldo –dizque con datos distintos poniendo y quitando números– y lo que era a altas horas de la noche deja de serlo a la mañana siguiente. A lo anterior habría que sumarle las sospechas que afloran cuando por contratación directa –que los incrédulos presumen amañadas– otorgan a empresas descalificadas el negocio de manejar estos sistemas de recepción, escrutinio y transmisión de resultados. En todos lados esas maquinitas levantan dudas ya que son susceptibles al manoseo. El software de los aparatos computarizados proclives al jaqueo. Los algoritmos de la tecnología inteligente usados para distorsionar la certeza del cómputo. Así que lo más seguro, es regresar a lo que siempre ha funcionado. Ello es recurrir al conteo manual de las papeletas. Papelitos hablan. Pero los mata la prisa de sacar perdedores y ganadores. Esa falta de sensatez termina costando caro. En estas elecciones ecuatorianas, si bien el organismo electoral cantó al ganador de la primera vuelta al día siguiente, anunció una tendencia que parecía favorecer al indígena ambientalista. Sin embargo, y hasta varios días después, con el 99% de las urnas contabilizadas, sorpresa, quien aventaja para competir en el repechaje es el otro. Al que tenían en tercer lugar.

A Evo lo sacaron porque el TREP señalaba que no ajustaba la diferencia de votos requeridos y tenía que ir a una segunda vuelta. Al día siguiente –después que se cayó el sistema y el organismo electoral detuvo la transmisión– oficialmente anunciaron que Evo era el ganador en la primera vuelta. Las calles se calentaron. La OEA denunció fraude. Los militares fueron donde su jefe a solicitarle la renuncia. Cayó Evo. Un estudio de MIT concluyó que “el análisis estadístico y las conclusiones de la OEA fueron profundamente defectuosas”. Que en efecto, los votos que llegaron tarde, de las provincias remotas, de mayorías indígenas, dieron a Evo el alza requerida para ganar en primera vuelta. Y que esos votos no habían entrado al sistema cuando se interrumpió el conteo rápido. (Pero aquí no escarmientan. Si ya no hay TREP, quieren conteo rápido). Año y meses después de un interinato desastroso en Bolivia, MAS el partido de Evo, gana las elecciones. Y en efecto, las amplias mayorías las saca en los apartados sectores indígenas, donde superaron casi dos a uno a sus rivales. Lo anterior solo como muestra de lo más reciente. Pero como aquí los políticos nada leen y nada aprenden, repiten el mismo error una y otra vez. Siguen anquilosados en las mismas prácticas del pasado. Adictos a los mismos nocivos resabios que metieron al país en la crisis. Con tal miopía que no perciben la indignación de los jóvenes. La aversión a la clase política. No detectan que esta podría ser la última coyuntura de los partidos de seguir existiendo. La partidocracia se ha desmoronado por doquier, cediendo espacios a populistas, “outsiders” y antisistema. Mayor razón para no matar la esperanza del pueblo en este proceso electoral. Como la única salida a la crisis.

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