En el cumpleaños del PL

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13 de febrero de 2021
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12:05 am
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En el cumpleaños del PL

Esperanza para los hondureños

Por: Héctor A. Martínez
(Sociólogo)

No hace mucho, mientras miraba un foro televisivo en un canal de menor audiencia caracterizado por su oposición al gobierno, me percaté de que entre los invitados se encontraba una joven militante del Partido Liberal que compartía cámaras junto a otros participantes, todos ellos simpatizantes del centroizquierdista partido Libertad y Refundación de Honduras. Me llamó poderosamente la atención el lenguaje utilizado por la joven política cuando hacía referencia a la situación crítica del país, insistiendo en que los problemas sociales y económicos de Honduras se debían a la implantación del “modelo neoliberal” tema al que, por una extraña razón recurre la mayoría de los militantes de izquierdas, incluyendo a intelectuales de excelente reputación, principalmente de América Latina. Para todo aquel que quiera ser aceptado en la corriente del progresismo ideológico, la utilización de una jerga de conceptos estandarizados, pletóricos de consignas, es la señal inequívoca de que se está jugando en el “equipo correcto”.

Yo creo que ya es hora de que definamos con precisión las cosas y las llamemos por su nombre, con el propósito de orientar, más no para convencer, pues es claro que el individuo entendido en materias de las que hace profesión y modus vivendi -como en el caso de un político-, puede pensar o hacer lo que le venga en gana. Es un principio muy liberal. Pues bien: escuchando a esa joven militante, me di cuenta de que en el seno del PL se sigue padeciendo de una especie de Alzheimer ideológico cuyos síntomas más evidentes son, la deformación doctrinaria y la falsa percepción de lo que en verdad significa “liberalismo” en su concepción más pura y originaria. Y no nos pondremos a dar cátedra sobre el origen y evolución de la palabra, pero es importante resaltar los desatinos conceptuales de los miembros de una organización que nace, precisamente, con las buenas y patrióticas intenciones de sus augustos fundadores, que pretendieron aplicar el pensamiento económico y social de Adam Smith y David Ricardo, y que muy buenos dividendos le dieron a Inglaterra y a los Estados Unidos a lo largo de su historia. Pero no a nosotros, porque el proyecto de aplicar el liberalismo durante la infancia de nuestra nación se fugó por el túnel de las buenas intenciones para no regresar jamás. Todo se perdió cuando los descendientes de Soto y Bonilla encontraron que era mejor sostener un Estado poderoso que propiciar el desarrollo a partir de una economía de mercado libre donde los políticos suelen perder protagonismo frente a los electores.

Entonces, terminé por entender la crisis actual del PL, que no comenzó con Manuel Zelaya ni este fue la causa del deterioro del partido, sino su efecto más palmario. Sostener que el neoliberalismo nos tiene sumidos en la bancarrota estatal, es perderse en el mar de las representaciones simbólicas de las que echa mano el político imprudente para sentirse cómodo y seguro en los debates y entrevistas. O para ganar adeptos inconformes. La extinción de un partido político, como ya ha ocurrido en otros países, procede de la degeneración de su doctrina cuando sus miembros hacen lo contrario a lo que dictan los principios originales. Un partido cuyos miembros se precian de ser liberales, pero en la práctica hacen todo lo contrario, no se diferencia en mucho del mejor de los conservadores. Es un desatino que se deberá corregir, porque, a decir verdad, el PL tiene la gran oportunidad de replantearse y de desmarcarse del conservadurismo en esta nueva etapa eleccionaria.

¿No les dice nada la amarga experiencia del pasado reciente, a sus líderes actuales? ¿No será esta la hora de redefinirse como “liberales” y dejar de promulgar que en el seno del PL se acepta todo forma de pensamiento en menoscabo de sus principios originales? A lo mejor ahí radica el error que en el 2009 llevó al partido a la debacle.

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