Keyla y el buen periodismo

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13 de febrero de 2021
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12:01 am
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Keyla y el buen periodismo

Por: Fernando Berríos
Periodista

La trágica muerte de la joven Keyla, con todo ese velo de misterio y de indignación que genera, es una prueba de fuego para su familia, para las organizaciones de mujeres y de derechos humanos, para los investigadores, para la Policía Nacional, para los medios de comunicación y para los periodistas.

Como periodista, mi temor siempre ha sido que no estemos a la altura de las circunstancias para contar esas grandes historias, con respeto y con empatía.

Una de las grandes tareas o desafíos de un buen editor es darle esas grandes historias a la persona indicada. No es fácil, pero ese es el reto del buen editor, darle la historia a alguien que de verdad lo sienta y que tenga un profundo respeto por la víctima y por su familia.

Recuerdo que a un selecto grupo de extraordinarios reporteros les decía: “si la historia no me va a arrancar una lágrima, entonces no se publica”.

Con esto no les estaba diciendo que fueran e inventaran, lo que pretendía decir era que sintieran la historia, que me contaran el drama pero sin cursilería, sin ficción, porque el periodismo es lo contrario a la ficción.

Jamás, en mi sano juicio como periodista o editor, hubiera permitido que un reportero me inventara una historia. No hay justificaciones, no hay tal “innovación”. Ese no es nuestro rol.

No estamos en un medio de comunicación para inventar historias porque ese género periodístico no existe y no existe por la sencilla razón de que los periodistas, en la esencia de nuestro oficio, jamás inventamos.

La ficción, que es un género literario precioso, se la dejamos a los cineastas o a los escritores. Ellos saben hacer maravillas y saben transportarnos a mundos inimaginables. Mis respetos para ellos.

Pero eso lo saben hacer ellos, un periodista haciendo ficción solo sirve para ser un hazmerreír y no es periodista, es charlatán.

Sobre Keyla no hay lugar para la ficción. Su historia, su drama, conmueve hasta lo más profundo. El buen periodismo va e investiga y me traslada los hechos comprobados.

Los periodistas deben evolucionar, no se pueden seguir permitiendo esos subterfugios al buen periodismo como: “se cree que…”, “informes no confirmados revelan que…” o la más común “hay quienes afirman que…”.

Nadie, ni siquiera la familia, creo que se atrevería a imaginarse y mucho menos escribir qué pasaría por la mente de Keyla en sus últimos momentos de su vida.

Los medios de comunicación no pueden darse el lujo de inventar historias y como si fuera poco, ofrecer a sus audiencias esas historias inventadas con textos descabellados, trasnochados, frívolos, ridículos.

Eso es una aberración, eso no es periodismo. Eso es no tener respeto por los lectores, es desvalorizar a una audiencia a la que creemos poder ofrecer “cualquier cosa”.

En este caso de la joven Keyla hay mucho que escribir, pero con responsabilidad. Por un lado, la investigación en torno al hecho y por el otro lado el drama.

Buenos periodistas pueden darle a sus audiencias excelentes historias, bien contadas, bien narradas. Historias con fundamentos sólidos, sin prejuicios ni juicios de valor. Historias responsables desde la A a la Z.

En ese sentido, lo último que esperaría es que alguien me invente una historia y que alguien se tome la atribución de escribir en primera persona a nombre de Keyla. Ese atrevimiento quizás sea válido para las redes, para aquellos que impulsan el hashtag #LocuentoyoporqueKeylanopudo

Pero nunca para el periodismo, nosotros los periodistas (teóricamente) no inventamos historias, esa es la antítesis del buen periodismo.

Pero como aquí todo es posible, espero que esté lejos el día en Honduras que un reportero se atreva a escribir el drama de un perro o un gato en primera persona. Como lo dije antes, eso hay que dejárselo a los cineastas, a los escritores de fábulas y de ficción.

El periodista no inventa historias.

Twitter: @berriosfernando
Correo: [email protected]

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