Acercamientos a las propuestas literarias de Gustavo Campos

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14 de febrero de 2021
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12:35 am
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Acercamientos a las propuestas literarias de Gustavo Campos

Gustavo Campos, poeta y vovelista recientemente fallecido.

La obra de Gustavo Campos (1984-2020) se conforma de narrativa, poesía, crítica literaria y ensayo. Varios de sus textos fueron traducidos a otros idiomas, así como también recibió premios nacionales e internacionales. En este artículo, expongo algunos puntos de vista generales sobre tres de sus obras: Los inacabados (2010) que se enfoca en cómo crear personajes y colocarlos dentro de una historia; Katastrophé (2012) que nos lleva por ese turbulento y desesperante mundo del escritor que quiere escribir y no sabe cómo hacerlo ni por dónde empezar, y, El libro perdido de Eduardo Ilussio Hocquetot (2019) que cierra la trilogía con el hecho de haber encontrado cómo finalmente escribir ese libro. Esta saga tiene características de forma y fondo en común que convierten los tres libros en una continuidad uno del otro: la atemporalidad, los micro relatos, la ficcionalidad construida con base en las vivencias del movimiento literario “Los poetas del grado cero”, quienes son llamados “Los huidobrianos”, el argumento común que se basa en la búsqueda de crear una historia, los dilemas y la frustración del oficio del escritor, así como la distorsión en el discurso narrativo. Los sentimientos que prevalecen son la tristeza, la nostalgia, la impotencia y la angustia; además, refleja el trauma de haber tenido un padre violento que golpeaba a su madre, situación que se exterioriza en la constante exposición de sus fracasos amorosos. Tres obras que conforman la propuesta del escritor Gustavo Campos, cuya protagonista central es la literatura que se antropomorfa para expresar la desolación, la locura y la perversión humana.

Este autor formó parte del movimiento literario “Los poetas del grado cero”, por lo que sus obras reflejan fielmente las características que identifican las publicaciones de otros integrantes del grupo; por ejemplo: busca crear narrativas cuya forma externa sea un híbrido entre relatos cortos como un collage entre relatos, poemas, recortes de periódico, entrevistas y demás formatos; desarrolla monólogos internos muy extensos en los que habla para sí mismo, se reclama, se achaca sus fracasos, cuestiona su vida, se ve a sí mismo como ser invisible sin pena ni gloria, en estos espacios de soliloquios, que son acompañados por la cerveza y el sexo, hay mezclas de ideas que van de una a otra en una cadena de reflexiones sobre la creación y la apreciación literaria como el eje fundamental del metarrelato, por lo que incluye listados y menciones interminables de los escritores que admira como Bukowski, Vila-Matas y Bolaño; el esqueje (inserción de elementos de literatura extranjera en la literatura nacional) como técnica de estructuración de texto, se explaya en niveles altos de intelectualidad y conocimiento sobre literatura universal y arte en general. Plasma gravemente la tristeza y angustia del erudito que vive rodeado de lo que él llama los pseudoescritores” ya que hay una visión de país tercermundista, miserable, hundido en la pobreza intelectual y económica sin capacidad de salvación alguna: “y te decís que en los países tercermundistas también puede haber genios, que en los lugares más infértiles y extraños, donde la ruina es nuestro hogar, también puede crearse literatura de verdad, pero debes comer, en Honduras solo podés sentirte un Bukowski de tercera categoría.” (Campos (b), 2012, pág. 31).

La obra Los inacabados ganó el tercer lugar en la rama de narrativa del Premio Hibueras, auspiciado por las embajadas de Francia, España, Italia, Alemania y la Delegación de la Unión Europea en Honduras. Este texto encierra el alma de Bolaño en cuanto a la locura cotidiana y el arte como un crimen. Es una propuesta alentadora. Esencialmente crea un mundo surrealista, una especie de limbo donde los personajes de un libro están en espera de ser creados e incluidos en una historia (por eso son inacabados): “Alguien tranca las puertas que debieran ser nuestras. Queremos revelarnos. Ya lo hicieron otros. Y lo lograron. Nuestra estrategia será emboscar al creador en la hora de las musas, a medianoche. Y seremos famosos. Muy famosos. De emboscarlo con éxito profetizo un futuro prometedor. Hablarán de nosotros. De mis amigos y conocidos. O alguien nos construye o nos destruye. Aguardamos pacientes a que suceda.” (Campos (a), 2010, pág. 95).

De tal manera que Henri, Liz, Arp, Nant, entre otros, son todos uno mismo que se van fragmentando y convirtiendo unos en otros para representarse en la medida que es necesario. A través de la voz de cada personaje se percibe su enojo contra el “cambianombres” en este caso Henri, y se quejan por el giro que les da el escritor como protagonistas en la historia. A medida que hablan, cada quien va conociéndose a sí mismo, tal es el caso de Nant en expresiones como: “(Ahora resulta que soy borracho).” “Como expliqué hace un momento, gozo de una memoria que desconocía tener; por lo tanto, de ahora en adelante, no haré más intervenciones cuando relate los sucesos.” (Campos (a), 2010, pág. 74). Más adelante sigue explorándose: “Ahora resulta que cuento con una familia. Por lo menos fue considerado este cambiador de nombres. Pero lo que no estoy dispuesto a seguir tolerando son los juegos y escenas de este narrador Pilatos. Quiero regresar.” (Campos (a), 2010, pág. 78).

Arp es el personaje alter ego: escribe libros y los quema, tiene un pasado escondido con un padre alcohólico y abusador, por lo que él mismo se convierte en un maltratador de mujeres cuando tortura a Nan y a su mamá. Hay una agonía, tristeza, soledad en toda la obra que recuerda las novelas de James Joyce y Juan Carlos Onetti, pero con mayor agudeza y delirio.

En Katastrophé encontramos esa misma personificación de la literatura y su génesis como el personaje único que se divide a sí mismo en otros personajes a medida que son requeridos, pero que siempre están confundidos y no saben quién son. Gustav es el personaje que vive angustiado, desesperado y ansioso por empezar a escribir, vive en carne viva el dilema del artista: “Me he preguntado por qué siempre especifico qué escribo. Debiera irme de un solo a la historia. Estar en la historia. O en la fábula. Debo perder esa noción ajena a la escritura, la noción de escribir. El acto de escribir y reflexionar sobre lo que escribo.” (Campos (b), 2012, pág. 117).

Arp aparece también, recurrente de la obra anterior, como el álter ego de Gustav, y le escribe mensajes en servilletas: “he sacado a colación el poema de Arp porque quiero establecer la diferencia entre él y yo: nuestros temas son muy diferentes. Y tampoco es mi estilo. De ello pueden dar fe mis libros publicados.” (Campos (b), 2012, pág. 97).

Este segundo libro es el más angustioso de los tres. Toda la obra se basa en un frenético delirio introspectivo llevado al extremo por el deseo y la obligación de escribir, por encontrar la idea del libro, el escritor agoniza en un país mediocre que no valora la literatura, en un contexto donde la sociedad y su familia lo hostigan constantemente entre dos opciones: o trabajar para comer o escribir. El cierre de este libro anuncia un final abierto que se cerrará en la siguiente publicación: “El trayecto podía continuar”.

Finalmente, El libro perdido de Eduardo Ilussio Hocquetot, ganador del premio único del VII Certamen Centroamericano de Novela Corta, otorgado por la Sociedad Literaria de Honduras y la Dirección Ejecutiva de Cultura y Artes.

Esta novela viene como el cierre dorado de la trilogía. Me parece que es la mejor lograda, tiene un ritmo apacible y una voz reposada, es irreverente, expresa mucho sentido del humor y mayor grado de relajamiento. Esta obra, podría ser la hermana gemela del libro de Jorge Martínez Mejía Los poetas del grado cero, puesto que queda como evidencia y testimonio histórico sobre el sentir, pensar y actuar de ese movimiento con fuertes críticas, rechazo y señalamientos de los escritores que imitan a los extranjeros. Así como el tradicional apego de los entornos literarios hacia los cánones decimonónicos y de siglo 20.

De hecho, Jorge Martínez aparece como personaje anecdótico desde la página 99 hasta la 107, donde el autor cuenta sobre las reuniones que tenían como grupo y que durante la presentación del libro El mundo sobre un puñado de polvo (2009) en San Pedro Sula, Hochechot hace los comentarios introductorios de dicha publicación.
El libro perdido se extiende en monólogos cultos, en reflexiones sobre cine y teatro. Se estructura con base en diálogos en entrevistas radiales y conferencias sobre literatura, tertulias académicas, poemas, textos sueltos, microrrelatos unos dentro de otros que están en proceso de construcción. Comienza donde termina Katastrophé, puesto que es la búsqueda de hacer libros mediante las ilustraciones, y retoma la idea del escritor que escribe sobre un escritor que crea personajes y de personajes que esperan a ser creados, en este caso Eduardo Ilussio y Hochechot son el mismo, un personaje de ficción creado por otro personaje de ficción: “mi nombre completo es Eduardo Ilussio Hocquetot, como muchos de ustedes sabrán, queridos lectores e inquisidores, pero ustedes no me conocen por mi nombre de pila, sino por el nombre que he escogido para ustedes: Hocquetot. De esta manera, a las obras que ustedes le atribuyen rasgos autobiográficos y que tanto os molesta a su experimentada sensibilidad e imaginación no puedo sino decirles que Hocquetot es un invento, sí, inventé a Hocquetot, y lo que Hocquetot escribe sobre Eduardo Ilussio es ficción o préstamo de vida,” (Campos (c), 2019, pág. 42).

Por otro lado, encontramos también el eslabonamiento entre este libro y Katastrophé cuando en la página 143 de este, se reproduce el apartado titulado “Los consejos de Artaud” que originalmente fue publicado en la página 117 de Katastrophé: “Aquí radico: Aquí. En este preciso momento. En este lugar. En esta página blanca. O más bien en este Word 2007. En esta laptop. En este escritorio. Mi base. Mi escritorio portátil. Aquí debo comenzar. Desde estas primeras palabras. Desde este primer parpadeo. A cualquier hora. En cualquier fecha. Este es el lugar. El mío. El tuyo. El nuestro. Este es nuestro lugar. Este, nuestro proyecto. Lejos de la especificidad, cerca de la conciencia de escritura. Sin jamás especificar lo nuevo. Sin volver a radicar. Sin especificar qué escribo. Sin adscripciones. Presentar la historia. Estar en la historia.” (Campos (c), 2019, pág. 143).

En esta obra, contrario a las anteriores, la parodia y el pastiche se usan como técnicas de ridiculización, por ejemplo, cuando se pierde el famoso libro que nadie ha leído pero que ya es una leyenda, el pueblo sale a manifestarse: “Durante los siguientes días la ciudad comenzó a deteriorarse por el masivo uso de sus calles. Los baches se multiplicaron de dos a diez por avenida o calle. Las paredes de los edificios públicos y privados ubicados en el casco histórico se impregnaron de grafitis descoloridos y con mensajes amenazantes y racistas contra los que padecían cleptomanía. Esto alarmó hondamente a la sociedad, puesto que la mayoría de la población se sintió aludida. La ciudad se dividió en dos tipos de ciudadanos: los hocquetistas y los no hocquetistas.” (Campos (c), 2019, pág. 40).

Las tendencias dadaístas son más evidentes en este texto que en los dos anteriores: “Esta. Esta. Esta. Esta podría ser. Podría ser. Podría ser. Podría ser la fábula. (Confróntese con las teorías narratológicas.) Pero repítase. Puede repetirse el error. Errar es de sabios. O podrían repetirse los sabios. Enlabiarse es de sabios. Enrielarse en el ego” (Campos (c), 2019, pág. 147). Otro ejemplo del Dadaísmo es: “Un omnívoro viaja en ómnibus. Un omnívoro carnívoro y herbívoro degusta el ómnibus. Un omnívoro devora un ómnibus y devora a la postre a otro omnívoro.” (Campos (c), 2019, pág. 185).

En todas las obras el nivel de lenguaje es muy culto y poético, pero, en El libro perdido, los diálogos son altamente refinados puesto que son elaborados al estilo de los escritores victorianos como Charles Dickens y Óscar Wilde: “Aprovechando la aparición sin precedente de Soloviov lo he torturado con mi interrogatorio preguntándole si sabe algo al respecto. Soloviov se ha aventurado a precisar un argumento coherente. Yo me he aventurado a asimilar su argumento. Él me lo ha explicado con mayor detenimiento, de manera transparente y no tan filosófica, haciendo notar un inevitable esfuerzo por comunicarme algo que, para él, en su manera normal de decir, es de fácil comprensión. Mi ignorancia hizo disculparme, apenado, por mi educación formada en el tercer mundo. Él parece comprenderlo. Nuevamente el desafío de comunicación ha imperado.” (Campos (c), 2019, pág. 45).

En conclusión, esta trilogía persigue como objetivo hacernos entender el tormentoso mundo del oficio de escribir: nunca se deja de escribir, la literatura es parte inmanente de la humanidad, la humanidad que está en proceso de construcción, la humanidad inacabada. En estas obras Gustavo Campos explora en forma profunda la literatura como ese demonio, ese vicio, esa pasión, que no deja dormir, no se puede vivir en paz mientras ella está presente. El estremecimiento del escritor que se define a sí mismo a partir de la página en blanco, que ama lo que hace a pesar de saber que quizá lo que venga sea la incomprensión del público. Gustavo Campos lo postula claramente cuando Hocquetot se siente obligado a escribir sobre la realidad de su país y enfocarse en temas de carácter social, entonces se ve impotente de escribir por quedar bien, ya que no es lo suyo: “pero era incapaz de literaturizarlo, y esto lo atormentaba, lo hizo sentirse un ser miserable y egoísta, incapaz de asumir el rol que le asignaban a los poetas en la antigüedad: ser «la voz del pueblo», de un pueblo suyo al que amaba y defendía.” (Campos (c), 2019, pág. 108).

Con la lectura de estos libros recordé aquella famosa pregunta que le hiciera Nora a su esposo James Joyce cuando nadie entendía los libros de él: «¿Por qué no escribes libros normales para que la gente corriente pueda entenderlos?» Me parece que las preguntas en este momento serían: ¿Es imperioso escribir libros normales para que la gente los entienda? ¿Es obligación del artista ser complaciente con su público? Yo creo que no. El arte debe ser libre, sin compromisos con nadie, debe ser caprichoso, retador e innovador.

La nueva narrativa hondureña comenzó en estos primeros 20 años de siglo 21; los autores están en cambio vertiginoso de transformación y desafíos. No podemos exigir y menos esperar a que escriban libros “normales”; queremos literatura atrevida y de calidad.

Linda María Concepción Cortez (1973). Máster en estudios avanzados en literatura española e hispanoamericana (Universidad de Barcelona). Licenciada en letras con orientación en literatura (UNAH). Docente del Departamento de Humanidades, Centro Universitario Regional de Occidente UNAH- CUROC. Contacto: [email protected]

REFERENCIAS
Campos (a), G. (2010). Los inacabados. San Pedro Sula: Editorial Nagg y Nell.
Campos (b), G. (2012). katastrophé. San Pedro Sula: Editorial Nagg y Nell.
Campos (c), G. (2019). El libro perdido de Eduardo Ilussio Hocquetot. Madrid: Editorial Nana Vizcacha.

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