¡La revolución de las costumbres!

MA
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17 de febrero de 2021
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01:17 am
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¡La revolución de las costumbres!

Gustavo Milla B.

Nosotros hemos llegado a una etapa de la civilización en la que necesitamos que los objetivos de política nacional cambien. La política no puede seguir siendo lo que hacen los mal llamados conservadores: convertida en el objetivo único de apoderarse del presupuesto para regocijo y beneficio de una minoría sin conciencia. Nosotros tenemos hombres explotados de todos los partidos, tenemos que cambiar el rumbo a esa política. Ella no puede ser frases, ni los credos metafísicos para equidad. La política no es eso. Tenemos que luchar todos por cambiarle el objetivo, porque la política es cosa muy distinta. Es la más alta misión del hombre sobre la tierra, porque consiste en idealizar la realidad y realizar el idealismo. Es algo muy hondo, porque es el empeño altruista de los hombres por construir el mejoramiento colectivo, abandonando el egoísmo de las propias conveniencias y las propias ventajas.

La política, en esta etapa revolucionaria que vive el mundo, no consiste ya en la pugna por tesis religiosas en un país donde todas las mayorías son católicas. No consiste en los viejos odios metafísicos, ni en los nombres de los hombres mentirosos como el actual gobernante, ni en el homicidio y persecución del adversario. La política hoy -a estos farsantes, corruptos y abusadores del poder les queremos gritar- es la vida de nuestro hogar, nuestra habitación, nuestro alimento, nuestro pan, nuestra leche, nuestra carne, nuestros hijos. Todo lo demás que se diga es pura falacia tóxica en boca de farsantes sin moral y sin honor. La política hoy, no consiste solo en saber quién tiene el mejor programa para preparar técnicamente a nuestros compatriotas, sino también quién tiene capacidad vital para que esos programas no sean simples palabras, sino realidad ejecutante. Queremos la vitalidad humana que sea capaz de llevar a la práctica los programas que enarbolen. Queremos saber cuáles son los hombres que pueden dar esa nueva orientación, pero es orientación nueva, hay que hacerla con temperamentos enérgicos, con posibilidades jóvenes, con hombres organizadores y capaces.

Por todo ello, hay la necesidad de una revolución, pero no con el concepto pueril que algunos tienen sobre esa palabra; no con la creencia de que la revolución es muerte, exterminio, desconocimiento de las realidades nacionales, precocidad impetuosa, torpe y ciega. ¡NO!, la revolución es el ritmo evolucionado que un día culmina en una etapa histórica. La revolución es precisamente la desaparición del desorden, del odio y de la muerte; revolución, para quien la entiende en su sentido constructivo es nada menos que remplazar por un orden nuevo el desorden que no le interesa ya a la República. Así entendemos el orden de una expresión de revolución; con distintos conceptos y distintos hombres honrados y honestos, pero con nociones sobre los derechos del trabajo humano.

Respetemos las ideas, pero sin odios tóxicos, respetemos personalmente a los que tienen ideas opuestas y no trapacerías de delincuentes como los del “Triaje”, “Pandora, Judicatura y otros casos más. Entonces podemos gritar “eureka”, tenemos fe y esperanza en un “nuevo amanecer”.
Les pido a todos los liberales se unan para “sumar, unir y vencer, no hay otro camino. Ni un paso atrás. El pueblo tiene su propia psicología y su arma más poderosa es su “voto”, y las “urnas” son su voz al final del “escrutinio”; “sin apagones de luz”.

Recordando el imperio histórico de los líderes como José Ramón Adolfo Villeda Morales, José Simón Azcona, Carlos Roberto Reina y Roberto Suazo Córdova, la historia se engalana con sus nombres; y el verbo de ellos lleno de llamas, porque exigían la libertad, y con su pluma una aureola de grandeza en el alma del pueblo. Las cenizas inmaculadas de estos grandes caudillos del liberalismo, exponentes del alma nacional, suben al cielo en mirajes de dolor, porque la patria de Morazán y Valle se ha roto en pedazos por sus malos gobernantes de la “estrella solitaria”.

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