La prioridad de clases presenciales y la realidad en Honduras

ZV
/
26 de febrero de 2021
/
12:02 am
Síguenos
  • La Tribuna Facebook
  • La Tribuna Instagram
  • La Tribuna Twitter
  • La Tribuna Youtube
  • La Tribuna Whatsapp
La prioridad de clases presenciales y la realidad en Honduras

Por: José Rolando Sarmiento Rosales

Siendo una de mis profesiones el magisterio, que ejercí por varios años, tanto en el nivel primario como en el secundario, a la par que desarrollaba mis actividades periodísticas como corresponsal de prensa escrita y radial, casi desde el inicio de la pandemia de COVID-19, uno de los aspectos que más nos llamó la atención es el referente a la impartición de la educación a todos los niveles, al suspenderse las clases presenciales, pasando a utilizar el sistema de Internet, que en Honduras no está extendido al 100% del territorio nacional y que, la desventaja es que donde tiene cobertura, no todos los alumnos tienen la posibilidad de utilizarlo porque en sus hogares no hay capacidad para pagarlo.

Tampoco para contar con una computadora, una tablet o un teléfono inteligente, pero sí para poder tener un televisor, razón por la cual también se comenzó a impartir clases en varios canales nacionales, que gracias a los sistemas de cable locales, se sintonizan tanto en las ciudades, pueblos, aldeas y caseríos del país por alejados que sean, incluyendo el apartado territorio de los departamentos de Gracias a Dios e Islas de la Bahía, así como las islas del Golfo de Fonseca en el sur de Honduras. Se viene hablando de diversas maneras para mejorar el acceso de los niños y jóvenes a la educación vía la web, que podría ser el ofrecer su acceso gratuito por medio de HONDUTEL y la colaboración de las empresas telefónicas celulares que también dan servicio de Internet, sumado a un ofrecimiento del gobierno para la donación de miles de aparatos tipo tablet.

La otra forma sería el pilotaje con impartición de la enseñanza presencial en determinadas escuelas y colegios del país, en donde exista la menor incidencia de casos del coronavirus, observándose las obligatorias medidas de bioseguridad desde la paila con desinfectante para el calzado y el frasco de gel para las manos, el uso permanente de mascarilla para alumnos y maestros. La distancia entre asientos de dos metros, lo que limitaría el número de alumnos por aula, sumándose a ello lo negativo de que muchísimos locales educativos no cuentan con el suficiente abastecimiento del vital líquido para el lavado de sus manos con agua y jabón y el funcionamiento higiénico de los servicios sanitarios, porque el abastecimiento no es a diario por los racionamientos, para solucionarlo habría que invertir cantidades millonarias para la instalación de cisternas y tanques elevados con sus respectivos sistemas de bombeo, a fin de acumular la suficiente cantidad de agua para el consumo de cada centro de enseñanza en el país.

Tendrían que implementarse cambios a nivel de pupitres individuales, por la limitación de espacio en las aulas se debería laborar con un limitado número de alumnos, trabajar en dobles jornadas, impartir clases unos días presencial y otros vía internet, porque de lo contrario surgiría la necesidad de contratar mayor cantidad de maestros, lo cual creemos casi imposible por las limitaciones presupuestarias existentes en el gobierno. Así que la solución será cuando la vacunación aleje el peligro del contagio para maestros y alumnado, aunque todavía no se sabe cómo se hará con los de 16 años hacia abajo, si serán vacunados o no, de acuerdo a la planificación hasta ahora conocida, para la vacunación mínima del 70 por ciento de la población, a fin de obtener la denominada “inmunidad de rebaño”.

Sin ánimo de presionar la vuelta a clases presenciales, pero por la obligación de proteger a nuestra niñez hondureña de situaciones que afectan su salud mental, reproducimos conceptos que aparecen en reporte de The New York Times: “Limitar el tiempo que los estudiantes pasan en la escuela aumentaba otros riesgos, dijeron algunos expertos consultados, como impedir el desarrollo social de los niños, interrumpir las rutinas familiares y aumentar la posibilidad de que los niños se expongan a un grupo más grande de personas fuera de las escuelas. Los expertos expresaron una profunda preocupación por otros riesgos que corren los estudiantes cuando se quedan en casa, entre ellos depresión, hambre, ansiedad, aislamiento y pérdida de aprendizaje”.

“El aprendizaje y la salud emocional y, en algunos casos, física de los niños se ven gravemente afectados por estar fuera de la escuela”, dijo Lisa Abuogi, pediatra de emergencias de la Universidad de Colorado. “Paso parte de mi tiempo clínico en urgencias, y la cantidad de angustia mental que estamos viendo en los niños relacionados con las escuelas es increíble”.

[email protected]

Más de Columnistas
Lo Más Visto