¿LLAMADO A LA MEDITACIÓN?

ZV
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4 de marzo de 2021
/
12:23 am
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¿LLAMADO A LA MEDITACIÓN?

CAPITALINOS Y EL AEROPUERTOLO DOMÉSTICO Y LA SOLIDARIDAD

YA ratos advertimos que esta podría ser la última oportunidad que tienen los partidos políticos de responder a la expectativa de un público desencantado. Los liderazgos carismáticos, de verbo encendido y palabra elocuente que cautivaba multitudes, son reliquias del pasado. Día a día van luciendo más evidentes los declives estructurales de una clase política –enraizada en vicios del pasado– renuente a corregirse. No les antoja cambiar ni asumir los retos que la nueva realidad demanda. Como botón de muestra, las campañas insípidas, nada comparable a la presentación creativa de antaño. Atrás quedó la habilidad dialéctica y la estrategia inteligente. Las propuestas ricas en la forma, el estilo y el contenido, creadoras de esperanza. El proselitismo motivador que avivaba el espíritu y levantaba el ánimo. El compromiso al superior interés nacional. Cuánta falta hace la presencia de políticos leídos, formados, instruidos, estudiados, conocedores de los problemas nacionales. De aquellos que ascendían los peldaños partidarios y del servicio público con conducta merecedora de respeto y generadora de confianza.

No que hay que ir tan lejos a enterarse de lo que pueda sucederle a los partidos históricos y a los afluentes, si sus dirigencias rápido no enmiendan comportamiento y enderezan el rumbo. Acaban de asestarle el tiro de gracia al bipartidismo salvadoreño. El millennial –de la gorrita piquetera echada para atrás–pegó tunda a los opositores en las recientes elecciones municipales y legislativas. Se hizo con el poder absoluto –control del Congreso y la mayoría de las alcaldías– tras una victoria arrolladora. Después de contar con un pequeño puñado de diputados –enfrentado a la férrea oposición de ARENA y el FMLN– consigue 53 escaños. Sumados a sus aliados del partido GANA, sobrepasa la mayoría calificada. Ello le permitiría echar adelante reformas constitucionales a capricho. Un acontecimiento inédito. Desde el fin de la guerra civil –con los tratados de paz que desmontaron la lucha armada– dos de los partidos mayoritarios se turnaban en el ejercicio del poder. En el parlamento, ninguno alcanzaba suficientes curules para el control por sí solo. Para llegar a acuerdos dependían de las negociaciones entre las fuerzas políticas. El Ejecutivo tenía que transar su agenda legislativa con sus opositores en el Congreso. El poder y la marcha de la administración pública se disputaba entre la Alianza Nacionalista Republicana, ARENA, el partido de la derecha, y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, FMLN, el partido de la izquierda.

En los últimos 30 años hubo 4 presidentes de ARENA y 2 del FMLN. Cada cual se dividió también, de esa forma, las titularidades del Congreso Nacional. Bukele, se inicia dentro del FMLN. Rompe con su ombligo –al ser expulsado de la organización– en la pasada campaña política. Tras obtener alguna notoriedad después del exitoso desempeño de una de las alcaldías locales intenta ser candidato presidencial con una nueva formación que no es inscrita. Entonces busca el cacaste de uno de los partidos de derecha y desde ese alero despliega una campaña populista. La tónica consiste en atacar la tradición y dar golpes duros a la clase política. Hace buen uso de la tecnología en la comunicación. Explotar el hartazgo de los salvadoreños hacia las infestadas estructuras políticas le rinde frutos. No cambia el estilo ni la tónica en lo que lleva de gestión. Gobierna como si siguiera en campaña. Así mantiene –con un ligero toque autoritario– la simpatía en la población.

La táctica funciona, como ha quedado demostrado. ¿Y aquí ese fenómeno, siquiera servirá a los políticos de llamado a la meditación?

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