GOTAS DEL SABER (31)

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6 de marzo de 2021
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GOTAS DEL SABER (31)

Vicente Mejía Colindres a Carías Andino: “DESEO QUE EN ESTE CARGO SEAS MENOS INFORTUNADO QUE YO”

Por: Juan Ramón Martínez

I
Para nosotros, la celebración de los 200 años no es para el ejercicio del lamento, sino para recoger las lecciones aprendidas. Evitando los errores y aprovechando para ampliar los que nos han permitido, pese a la irresponsabilidad de las élites nacionales, mantener viva esta nación. Que ha aguantado de todo e incluso producir una población resistente a las ofensas, fuerte ante los embates de la pobreza e incluso, capaz de reaccionar defensivamente cuando los países vecinos han pretendido mancillar su integridad territorial. Por ello, la historia no es un muro de lamentaciones, sino que un retrovisor. Porque lo que nos interesa es avanzar, aprovechar las circunstancias para plantearnos nuevos rumbos, formas de caminar y comportarnos para desarrollar a Honduras, porque en estos casi 200 años, muy pocos se han ocupado de sacar adelante. Más bien han hecho filas para destruir sus vestiduras, repartir las migajas escondidos en sus cofres enmohecidos y destruir la esperanza que algunos compatriotas han mantenido escondida, bajo sus camas. A resguardo de los cínicos, que quieren destruir a Honduras.

II
Honduras no fue la provincia más rica de la Capitanía General de Guatemala. Tenía una economía minifundista: minería y ganadería. Ambas dependientes. La primera exigente en mano de obra fuerte. Y la segunda extensiva que conspiraba contra la agricultura. Mayes Huete dice que, “también el comercio era poco floreciente por aquel entonces, a consecuencia de los continuos ataques de los piratas a las costas de Honduras en los siglos anteriores, que habían hecho despoblarse algunas ciudades importantes. Los artículos comerciales más importantes eran: ropa fabricada en España, que iba de Guatemala. Honduras exportaba en cambio, plata, oro, ganado y añil que se llevaba en zurrones” (Mayes Huete, 18). Más adelante, el autor citado, agrega que, “el renglón más importante en el comercio de Honduras era el ganado vacuno; pues esta provincia fue durante la colonia (y también en la actualidad, 1955) el principal criadero de todo el Reino. El ganado se vendía en San Salvador y Guatemala. Cada año, (cuenta Salazar, en su artículo “El Estado de la Agricultura”), se importaban grandes partidas que los capitalistas de Guatemala compraban a bajo precio para repastarlos en sus haciendas y después venderlo o destazarlo por su cuenta, logrando así pingues ganancias a costa de poco o ningún trabajo. Agrega que “desde entonces data el repugnante monopolio de la costa, ejercida por unas pocas familias, muy conocidas en el país, y que en la ridícula nomenclatura colonial se daban a sí mismas el título de nobles”.

III
El 28 de febrero de 1876 –refiere Víctor Cáceres Lara, en Efemérides Nacionales, Tomo II, página 73– los gobiernos de Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica, por medio de plenipotenciarios debidamente acreditados, suscribieron en Guatemala un tratado de paz, preparatorio del restablecimiento de la unidad centroamericana, como una consecuencia de la política inspirada por el presidente de Guatemala, general Justo Rufino Barrios, empeñado desde entonces en la hegemonía sobre los cinco países de la antigua patria grande. El tratado en referencia fue negociado, estudiado y aprobado por los delegados de los presidentes centroamericanos, investidos con la categoría de Ministros Plenipotenciarios. “Tales Plenipotenciarios fueron el licenciado Manuel Olivares, por el presidente de El Salvador; José Antonio Salazar por el presidente de Guatemala; el doctor Adolfo Zúñiga, representante del presidente de Honduras; Juan Rafael Mata plenipotenciario del presidente de Costa Rica y Anselmo H. Rivas por el presidente de Nicaragua”. Más adelante el autor citado, continúa diciendo, que “El Tratado en referencia no tuvo mayor trascendencia, ya que su inspirador, el general Justo Rufino Barrios, no pudo nunca curarse de su manía intervencionista. Desde diciembre del año anterior, apoyaba al general José María Medina contra el gobierno del general Ponciano Leiva en Honduras y un mes más tarde agredía al presidente salvadoreño Andrés Valle”. Las tendencias intervencionistas terminarían unos años después, cuando en Chalchuapa, en El Salvador, país que había invadido, una bala que le diera en el pecho, terminara con su vida.

IV
Las primeras pesquisas sobre los actos conspiratorios en favor de la independencia, empezaron en 1814, “por el sargento mayor don Antonio de Villar, comisionado para la instrucción de la causa, este español inhumano apuró todos los medios posibles para hallar reos aun a los que no lo eran; y en su conclusión fiscal del 18 de septiembre del siguiente año, pidió que fueran condenados a la pena ordinaria de garrote el doctor Ruiz, fray Víctor Castrillo, Barrundia y don Joaquín Yudice, por ser hidalgos; a la horca, el prior Ibarra, Dardón. (Don Andrés), fray Manuel de San José, Manuel Tot, indígena y otros seis individuos; y a diez años de presidio en África y extrañamiento perpetuo de las Américas a otros cuatro supuestos reos, a quienes no se había podido comprobar el delito. Afortunadamente no tuvo efecto tan bárbaro pedimento, y muchas personas respetables de Guatemala se interesaron por los procesados, que en 1819 recobraron su libertad, conforme a la real orden del 28 de julio del año de 1817” (Proceso instruido contra los juramentados en Belén. M.S. en manos del autor). Lo anterior confirma que la independencia no fue un regalo, ni algo fácil. Muchos pagaron con su libertad y sus bienes y por lo menos, se han identificado hasta ahora, que el 15 de septiembre de 1821, murieron dos personas.
Manuel Acosta Bonilla, ahora retirado, ha sido uno de los políticos más lúcidos de Honduras. En su artículo La Ilusión, escribe: “Los latinoamericanos hemos sido soñadores e ilusos. Algunos geniales como Jose Cecilio del Valle, que soñaba como el Abad San Pedro o como el gran forjador de sueños don Simón Bolívar o el eterno perseguidor de ideales, don Francisco Morazán. Fueron tan portentosos que aun ahora soñamos con su sueño. Figuras más modestas de nuestra historia también fueron soñadores de mejores patrias y realizaron avances de progreso para su pueblo. Marco Aurelio Soto y Ramón Rosa, modernizaron el país. Los Bonilla, Policarpo y Manuel, reformadores de la legislación y la educación, el doctor Miguel Paz Barahona, abanderado de la democracia como sistema de gobierno y algunos otros que se preocuparon de la paz, la justicia social y la integración del territorio nacional. Pero este esfuerzo soñador dejo de producirse en Honduras, pues los políticos perdieron la habilidad de inspirar sus propios sueños. Han abandonado la costumbre de escuchar al pueblo para tratar de resolver sus problemas y preocupaciones” (Revista Política de Honduras, año VII, numero 35, julio, agosto y septiembre de 2005, páginas 23 y 24).

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