Y el tiempo se detuvo…

ZV
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6 de marzo de 2021
/
12:20 am
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Y el tiempo se detuvo…

Sendero de los Horcones. Estrechas y empedradas callejuelas.

Hola mis amables lectores en todo el país y fuera de nuestras fronteras. Ya nada es igual. Ni lo será por mucho tiempo. Pero aquí están estos rincones como testigos mudos. Estandartes que si el tiempo se detuvo.

Mientras las caravanas de nuestra gente que huye de su terruño en busca de oportunidades que aquí no encuentran, dejan atrás sus raíces, sus pasajes, sus propias historias. Enclavadas en calles, callejuelas, callejones, cuestas, escalinatas.

Dejan un pedazo de corazón también punzado en esos pasajes que quizá jamás vuelvan a ver. Hoy, algunos se hacen acompañar de anchas y grandes avenidas, bulevares, edificios altísimos, modernos, acondicionados.

Atrás quedan sus callecitas estrechas, que cruzaban rumbo a la escuela, al colegio. No al trabajo, porque no lo tienen. Y para no olvidar del todo, dejan sus recuerdos acá. Y los sacarán, besándolos con suspiros cuando hayan alcanzado -quizá- el sueño de estar mejor en otros lares.

Ellos se van. Pero todo esto acá se queda… para siempre. Porque el tiempo aquí se detuvo…

Legendarias. Gradas del Castillo de Belluci.

RECUERDAN

Senderos que parece estamos en un bello pueblito en la zona rural. Más es la Tegucigalpa de hoy que aún conserva estos parajes que muchos pasan desapercibidos. Por ahí transitan, pero pocos saben de su rico pasado histórico. Y están todavía ahí para dejarse ver y ser apreciados.

Estas viejas escalinatas y callejones encierran encantos de un ayer. Cuando emergieron, aquellas piedras de río colocadas en camas de arena todavía le dan ese toque de nostalgia a las callejuelas de nuestra capital.

Aceras altas con barandales. Desde ahí, antaño, un bardo enamorado le declamaba poesías y llevaba serenatas a las señoritas bonitas de aquellos tiempos. Al estilo europeo.

En las horas de una fría madrugada se escuchaban poesías musicales al rasgar de guitarras de los serenateros. Enfundados en sus trajes coloridos y entonadas voces, provocaban que la amada saliera a estos balcones.

Ella aparecía lentamente allá arriba. Envuelta en su silueta angelical que le brindaba la luz tenue del farolito de estas calles empedradas. Una sonrisa dulce aprobaba al enamorado. Mientras la enojada suegra estaba lista con la “nica” para “bañarlos” con orines y que se fuera el pretendiente con todo y sus mariachis (¡!).

Linda estampa. ¿Europa? No. Tegucigalpa, como un ayer. Graditas Bell.

AQUELLOS…

Aquellos tiempos. Cuando se escuchaban melodías de Los Panchos, Los Tres Ases emulando a su primera voz Marco Antonio Muñiz que luego pasó a ser el “as solitario”. Los Tecolines, Roberto Ledesma, Julio Jaramillo, que nos visitaron.

Y aquellos tríos nuestros que eran contratados para tales madrugones musicales como “Los Catrachos”, “Los Fantasmas”, Arturo Castro y su amigo “El Cuervo”. Muchos, ya partieron al más allá.

Con esos vaivenes de música romántica endulzaban los oídos de las féminas resaltando el amor, su belleza y encanto. Nada de estridencias, ni ese vulgar reggaetón que insulta, denigra y menosprecia a la mujer.

No digamos del ordinario “perreo” que degenera a la juventud de hoy. Estas callejuelas eran mudos cómplices. Aquellos tiempos. Hoy estos valores se han perdido.

Pero volvamos. Permanecen actualmente estas estrechas vías que antaño servían para comunicar las partes bajas con las altas del antiguo centro minero que se convirtió Tegucigalpa en 1880.

Uno de los ilustres hijos de esta patria, el doctor Marco Aurelio Soto, le permitió a Tegucigalpa el cambio de su aspecto arquitectónico. “Las casas de alerones con teja expuesta cedieron al paso de edificaciones de estilo neoclásico europeo con cornisas rematadas y frontispicios con decoraciones”, registra la historia.

No como ahora que muchos -con sus raras excepciones por supuesto- llegan al poder solo para robar, enriquecerse y no brindar nada a su país.

Estrechos callejones. Vas para La Ronda…

INICIOS SIN ORDEN ALGUNO

Expertos afirman que el ambiente natural de Tegucigalpa no es apto para el desarrollo de una ciudad grande. El sitio original está fijado en una depresión en forma de “tazón” río arriba del Choluteca cerca de la convergencia de tres riachuelos.

La plaza Central se encuentra a unos 935 metros sobre el nivel del mar y como 220 metros debajo de una meseta circunvalar. Las áreas que rodean a la ciudad son de fuerte pendiente.

La historia de estos alzamientos se remonta en las primeras ordenanzas coloniales. El inicio del desarrollo urbanístico de la capital tuvo que adaptarse a su topografía irregular.

Cuando llegaron aquí los primeros españoles, probablemente a mediados del siglo XVI, se instalaron en las fuertes pendientes de las montañas circundantes. Se cree que procurando descubrir y explotar una mina. El poblado, con el paso del tiempo, se agrandaba al azar.

Ya para la fecha de su fundación en 1578 ya existía una desproporción y sus habitantes aparecían dispersos. Fue así que se construyeron casas, se abrieron senderos sin orden alguno.

Hoy tampoco hay orden. Ni alcalde en el pueblo, porque anda politiqueando en otros lados…

Cuestas empedradas.

Y…

La historia sigue reportando. Las ordenanzas de urbanización de la colonia española señalaban cómo se dispondrían las nuevas ciudades americanas, especificando ubicación y trazado de plazas, pasajes y solares en líneas rectas.

Sin embargo, la Villa de Tegucigalpa atendió solamente una pequeña parte de estos requerimientos. La localización de sus plazas. El resto no. Se dice que ahí nació la desorganizada capital.

Aunado a la accidentada topografía y el azar de los yacimientos mineros. Esto generó calles no delineadas que se caracterizaban por tener callejones sin salida. O terminaban en un “barranco”.

Y por hoy hasta aquí. Hemos dejado otra HUELLA imborrable para los amigos que valoran estas entregas. Perfumadas con gráficas porque siguen ahí… y al contemplarlas, sabrán que aquí el tiempo se detuvo…

Cuidémonos. Que Dios nos bendiga a todos.

(Comentarios y más a mi correo: [email protected]. Y en nuestro sitio de FB. Carlos Arturo Matute)

Tarde de Ronda… y aquí también el tiempo se detuvo.
Desde entonces. 1949. Céntrico callejón capitalino.
Sendero de los Horcones. Estrechas y empedradas callejuelas.
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