Nery Alexis Gaitán
A los millennials se les atribuye su amor desmedido por la tecnología, a tal grado que no pueden concebir el mundo sin ella. Y ello implica una incapacidad para interactuar en la mejor condición humana; también se les dice la generación de cristal, por ser caprichosos, poco dados al trabajo e intolerantes.
Las selfies son su pasión; así vemos que el presidente salvadoreño es adicto a ellas, fue lo primero que hizo al llegar al pódium de la ONU. A eso se le suman las gracejadas que dice en cada discurso, como cuando insultó a los mexicanos. Pero ese comportamiento personal sería intrascendente si en el fondo no evidenciara a un ser intolerante que está al frente de un país.
Bukele, ensoberbecido de poder, tiende a manipular y querer controlar los demás poderes del Estado a su antojo. Y como es extremadamente caprichoso, al no actuar estos como él quiere, recurre a las amenazas, tal como lo ha hecho en la Asamblea.
Ahora que su partido, Nuevas Ideas, salió victorioso en las elecciones pasadas, su egolatría está inflamada al extremo. Así vemos que sus desaciertos e intolerancias son cada vez mayores, va camino del dictador populista, tan nefasto que ha sido para nuestra América. Y al tener mayoría en el Parlamento es obvio que va a tratar de modificar la Constitución para perpetuarse en el poder. En Honduras, Manuel Zelaya lo intentó y el sistema democrático lo echó.
Bukele, acostumbrado a irrespetar las instituciones democráticas, no las tiene todas consigo, hay un movimiento opositor que es la espina en su costado ególatra. Como ejemplo, mencionaremos que hace algunas semanas, diputados opositores pidieron a la Asamblea Legislativa iniciar un proceso para evaluar la incapacidad física o mental del presidente Bukele para luego destituirlo. “O estamos ante un delincuente o estamos ante un loco, estamos ante un trastornado que carece de facultades para ejercer el cargo”, dijo al presentar la moción el diputado Ricardo Velásquez Parker de la derechista Alianza Republicana Nacionalista (Arena).
La petición del diputado de Arena que fue respaldada por el izquierdista Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y el Partido Demócrata Cristiano (PDC), para avanzar debe ser avalada por la Comisión Política de la Asamblea Legislativa, controlada por estos partidos políticos. De ser así, sería la primera vez que ocurra en la historia del país.
Parece que Bukele quiere imitar a Abdalá Bucaram, el extravagante expresidente ecuatoriano, que fue botado del poder por sus locuras. Sus constantes ataques a sus adversarios y el menosprecio que muestra hacia muchos aspectos de la vida nacional salvadoreña así lo señalan.
Es interesante que la administración de Biden no ve con beneplácito el gobierno de Bukele y en términos diplomáticos ha mostrado cierto rechazo al mismo. Algo que al salvadoreño parece no importarle, y solo le interesa acrecentar su poder de una forma dictatorial.
Ha tomado medidas populistas que le han granjeado cierto apoyo del pueblo; asimismo se ha vuelto popular en las redes sociales. Pero el alto costo de vida no se detiene y ello le pasará una factura muy cara a su gobierno.
Sus relaciones con Honduras han sido de irrespeto hacia nuestro pueblo y gobierno; impropios en términos de diplomacia. Parece que el encono le viene porque su padre trató de comerciar en San Pedro Sula de una forma desleal y fue rechazado por los empresarios de esta ciudad.
El constante discurso de odio, de este millennial irresponsable, no augura nada bueno en un futuro próximo. A los hondureños no se nos debe olvidar que a la menor oportunidad actúa en contra del país.
Sus actitudes irresponsables y caprichosas solo reflejan que es una persona inmadura; nada seria en lo que a la conducción de un país se requiere. El desastre está a la vuelta de la esquina.
