Reelección de alcaldes y diputados

MA
/
9 de marzo de 2021
/
01:21 am
Síguenos
  • La Tribuna Facebook
  • La Tribuna Instagram
  • La Tribuna Twitter
  • La Tribuna Youtube
  • La Tribuna Whatsapp
Reelección de alcaldes y diputados

Juan Ramón Martínez

Mucho he aprendido viajando por el país en los últimos meses. La primera enseñanza es que la política –con campaña o sin ella– domina la vida nacional. Y, con énfasis pragmático, inmediatista. Sin proyección futura y, sin considerar acciones destinadas a, asegurar el desarrollo del país, para consolidar su existencia. La segunda, reflejo de la constatación anterior, es la fragilidad del pensamiento político nacional que, ha perdido las consideraciones ideológicas, las constataciones históricas y los retos que plantea un mundo, marcado por una profunda revolución tecnológica. Y la tercera, la pregunta si, la centralización, que tanto daño le ha hecho al país, tiene en la municipalización –como la hemos visto–, una contrapartida que favorezca la democracia. Sobre las dos primeras lecciones he escrito. Ahora, quiero responderme la pregunta si, la reelección de alcaldes y diputados, ayuda la democracia y al desarrollo de Honduras.

La Constitución liberal de 1884, entre sus novedades, introdujo la prohibición de la reelección. Presidente, diputados y alcaldes, sus consideraciones básicas fueron la democracia, la renovación de las élites y la participación de los ciudadanos y los elegidos, usando el buen juicio, hacer lo mejor. La primera observación que he hecho es la arrogancia –absolutamente antidemocrática– el distanciamiento de los alcaldes con respecto a los ciudadanos, la falta de interés, y sobre todo, aquello que no tenga relación con su continuidad en el poder. Y consecuentemente, la pasión sectaria, como “virtud” inevitable, de su disposición para servir a unos, y rechazar a otros. Algunos casos son patéticos y por ello, dignos de estudio y reflexión: Quintín Soriano en Choluteca, Carlos Miranda en Comayagua, Jose Aníbal Flores de La Paz y Miguel Antonio Fajardo de La Esperanza, Intibucá. Soriano ya no responde el teléfono; ni a los amigos. Incluso, a muchos los deja esperando, como bobos, en su oficina, anunciando regresos que nunca se producen. Miranda rechaza reuniones en las que no encuentra alguna ganancia electoral; o, tiene que enfrentar alguna autoridad central que no sea de su partido.

O que no lleva nada para hacer posible sus continuas reelecciones. Flores, de La Paz, teme contaminarse si se reúne con el gobernador —uno de los mejores de Honduras– que, desgraciadamente según sus juicios, pertenece a un partido contrario al suyo. El de La Esperanza, por lo menos, tiene la sensibilidad de llamar para disculparse por no asistir a una reunión en donde, lo que se busca es la unidad, la formación de la memoria histórica, el orgullo nacional y la proyección de las miradas constructivas hacia el futuro. Por supuesto, hay excepciones: Norman Sánchez, de Intibucá envió a la vicealcaldesa, Armando Calidonio, en San Pedro Sula y Alan Ramos, en Puerto Cortes. El primero, aunque insiste en la reelección, lo hace dentro del proyecto que el desarrollo de la ciudad se concluya y el segundo, porque tiene conciencia que su tiempo ha terminado, en la medida que ha perdido el respaldo de regidores que sustentaban su fuerza y poder.

El más duro efecto del continuismo de los alcaldes –del que, dicho sea de paso, se hace poca crítica– es el centralismo personalista que, endurece en el centro de la ciudad, el cierre a las oportunidades para la renovación de los liderazgos típicos en las democracias frágiles como las nuestras y, lo peor, el mensaje que, el fin justifica los medios, y con, su práctica, dándole sentido a la reelección presidencial, porque no se puede oponer a una, mientras se goza de la otra.

La reelección de los diputados es, mucho más dañina. Especialmente, porque se trata de un cuerpo colegiado en el que, la renovación constante, es la base de su dinamismo representativo. La debilidad del actual Congreso Nacional, la falta de respeto que le dispensan algunos sectores, y su pérdida de competencias en manos de un ejecutivo geófago, tiene mucho que ver, con el hecho que su renovación es muy lenta, su representatividad es, siempre, de los mismos sectores y, lo más grave es que, los diputados crean sus propios mecanismos, usando los recursos públicos, para asegurar su continuismo indefinido. Irías Navas, Óscar Nájera y Pineda Ponce, son ejemplos de este continuismo que, en forma lógica, no puede oponerse al continuismo presidencial y mucho menos, defender sus competencias, porque apenas les interesa el clientelismo en que, basan sus continuas reelecciones.

Más de Columnistas
Lo Más Visto