En ocasión del Día Internacional de la Mujer: Hablemos de feminismo

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10 de marzo de 2021
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09:51 am
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En ocasión del Día Internacional de la Mujer: Hablemos de feminismo

Fotografía: Lilliana Favela

 

Por Iris Amador

Iris Amador

Las mujeres bien portadas rara vez hacen historia. ~Laurel Thatcher Ulrich

 

Seis mujeres son asesinadas cada hora alrededor del mundo. Los datos los brinda la Organización de las Naciones Unidas, ONU. Catorce de los 25 países más peligrosos en el planeta para existir en forma de mujer están en Latinoamérica. En México matan a 10 mujeres todos los días y en Honduras, una cada 24 horas.

“La violencia masculina en contra de la mujer es una causa principal de muerte prematura en mujeres globalmente”, le dijo a la BBC Karen Ingala Smith, cofundadora del Censo de Femicidios en el Reino Unido, donde una mujer es asesinada cada tres días, cifra que no ha cambiado en 10 años consecutivos. “Podemos ver que los asesinatos no son eventos aislados, muchos siguen patrones repetitivos”, puntualiza.

En efecto. Suceden a diario. Son cometidos casi en su totalidad por hombres y esos hombres son mayormente familiares: parejas o parientes. Alrededor del mundo, el 96 por ciento de los homicidios los cometen hombres. Esa es la realidad. Son cifras de la ONU. Las víctimas, sin embargo, no son simples números.

Sofía Andino, estudiante de 23 años degollada por su hermano con picos de vidrio de una botella que quebró para matarla. Berta Cáceres, asesinada en su casa por defender los recursos de la etnia Lenca. Keyla Martínez, enfermera asfixiada baja custodia estatal. Glenis Castillo, madre y conductora de taxi asesinada en La Ceiba, Atlántida. Marielle Franco, política brasileña baleada en Río de Janeiro. Fátima Aldriguett, de 7 años, violada, torturada y tirada en una bolsa de basura en la Ciudad de México. Este 8 de marzo, las noticias reportaron el caso de una hondureñita de 8 años violada en Nueva Arcadia, Copán.

Las víctimas de la violencia masculina no son solo mujeres desde luego, lo cual reafirma que eliminarla debería ser un asunto que nos ocupe a todos, no exclusivamente a las mujeres. Lo incuestionable es que hay diferencias y que son marcadas.

Fotografía: Liliana Favela.

Asunto de vida o muerte

Mientras las mujeres, desde jóvenes y por instinto realmente, aprendimos que podíamos ser el blanco de la furia de un hombre en cualquier momento, es evidente que los hombres no han vivido sus vidas con el temor de ser violados “en manada” o de ser asesinados por alguien de su familia. Ellos no tienen que vigilar sus bebidas o cargar gas pimienta por si alguien les quiere bajar los pantalones a la fuerza.

No practican esas costumbres de supervivencia que adoptamos las mujeres como la de ir al baño en grupo, para que nadie haga de las suyas si se mete en el cubículo. Los hombres no se mandan mensajes entre ellos para reportar que llegaron bien a sus destinos, ni les mandan el número de  placa de los vehículos que abordan a sus amigos, por si “algo” les pasa.

Para una mujer, terminar una relación representa un peligro enorme. No así para los hombres. En un país como el nuestro, donde más de 700,000 hogares son responsabilidad de mujeres solas, según el Comisionado Nacional de los Derechos Humanos, es evidente que los hombres abandonan relaciones y niños todo el tiempo, con el resultado, muy favorable, de vivir para contarlo.

“El feminismo, lo que muchos señalan como histeria, drama y exageración, es cuestión de vida o muerte para nosotras; o luchamos y cambiamos esta realidad, o nos seguirán matando” dice Sara Zelaya, joven bióloga y feminista hondureña.

Para Sara es importante no minimizar otras expresiones de violencia que requieren rectificación también porque un hombre “aún cuando no haya violado a una mujer, muy probablemente sí ha insultado a una, o ha compartido fotos sexuales sin su consentimiento, o ha comentado con sus amigos que una mujer le ganó el puesto porque se acostó con el jefe, o cree que es trabajo de mujer cocinar y limpiar”.

Una palabra secuestrada

Es revelador que muchas circunstancias se planteen desde la perspectiva de culpar a la mujer, cuando fácilmente se pudiera señalar que “x” persona le negó la promoción a ella si se negaba a brindarle favores sexuales, lo cual es un abuso de poder.

“Todavía vivimos en un mundo cruel e injusto con las mujeres, en una sociedad que justifica las violencias y culpabiliza casi siempre a la víctima”, expresa Sara. El señalamiento tiene matices de juicio. Ante abusos y agresiones cuestionan qué hacía la víctima, cómo vestía, dónde estaba.

Las víctimas nunca son culpables de las agresiones que reciben. Culpables son quienes las cometen. La ropa no importa, el lugar no importa, ni la edad tampoco. Si eso importara, no tendríamos historias como las que publicó el diario Houston Chronicle en el 2019, detallando los casos de 700 víctimas, abusadas sexualmente en un período de 20 años —entre 1998 y 2018— por líderes de iglesias pertenecientes a la Convención  Bautista del Sur. Una denominación; setecientas víctimas, algunas de ellas niñas tan pequeñas como de tres años de edad.

Estas son las realidades que busca cambiar el feminismo, y sin embargo, esos líderes tienen defensores y las feministas enemigos. Es como si la palabra misma hubiese sido secuestrada y violentada por personas a las que les incomoda el concepto de equidad. Gente como un comentarista de radio estadounidense, racista, homofóbico y fallecido este año, cuyo logro en la vida fue insultar por el micrófono a mujeres, a inmigrantes y a personas vulnerables de otras minorías.

No escribo su nombre, porque no quiero mencionarlo más que para aclarar que él unió el feminismo con el nazismo y aunque son conceptos contradictorios, algunas personas repiten su ofensa, sin detenerse a pensar que como insulto, ni siquiera es congruente.

 

Gracias por los pantalones

Fotografía cedida por la biblioteca del Congreso de los EEUU.

 

Feminista es toda persona que crea en la equidad social, política y económica de los sexos. El desconocimiento es extenso, pero hasta cierto punto comprensible porque siempre ha habido grupos cerrados al conocimiento y discusión de estos temas. Con todo, no deja de ser irónico cuando algunas mujeres se declaran aparte del feminismo, pero usan pantalones, gozan del salario de su trabajo, expresan su voluntad política en las urnas, compran artículos con una tarjeta de crédito a su nombre, y descansan en casa durante su maternidad sin temor a perder su empleo porque hay leyes que las protegen en contra de la injusticia de un despido por gestar o dar a luz.

Lo de los pantalones se lo podemos agradecer a Elizabeth Smith Miller, quien diseñó unos con elástico a la altura de los tobillos y se los colocó debajo de un falda corta en 1851. Sus amigas también comenzaron a usarlos, por comodidad y como un acto de rebelión. Todas eran activistas por los derechos de la mujer. Querían abolir la esclavitud también. Y sí, de paso querían cambiar la forma de vestir, porque los vestidos victorianos, aunque les parecían hermosos, podían pesar hasta 14 libras y no podían ni agacharse para sembrar una semilla en el jardín.

De más está decir que no fueron bien vistas. El progreso siempre tiene opositores. A ellas también las insultaron y las criticaron. Se burlaron de ellas incluso en el periódico.

“Grandioso será el día cuando tengamos vestidos razonables y bellos que animen la movilidad en la calle y en el campo, que nos den la libertad de usar nuestras extremidades; que nos ayuden y no dificulten nuestro desarrollo perfecto”, se lee en la colección de Elizabeth que se encuentra en la biblioteca pública de Nueva York.

Entonces, si nos place vestirnos más libremente, conducir, que nos compensen por nuestras contribuciones u optar a cargos públicos, reconozcamos que fueron victorias de mujeres feministas, a quienes les pareció que todo eso era justo y necesario.

Se puede no estar de acuerdo con algunos aspectos del feminismo, pero los logros del movimiento han sido para todas las mujeres, no solo para quienes lucharon por los beneficios. Hay mérito en ello. Por su lucha podemos también leer lo que queramos, escribir, tener propiedad a nuestro nombre, contar con la patria potestad sobre hijos e hijas o solicitar un divorcio sin perderlos.

El feminismo no es perfecto

Nara, de 6 años, le dijo a la fotoperiodista que su amiga Luna se murió. Foto cortesía de Sashenka Gutiérrez.

Gracias a sus esfuerzos las mujeres pueden solicitar préstamos, acudir al médico, alquilar un apartamento o comprar un vehículo sin la obligación de tener un hombre que respalde sus acciones. Asimismo, todas pueden tomar pastillas anticonceptivas independientemente de su estado civil; y hasta amamantar a un bebé en público, lo cual era ilegal en todo Estados Unidos hasta el 2018.

Cuántos pesos quitados de encima, físicos y emocionales. Cuántas cargas y barreras mentales por remover todavía.

El feminismo no es un movimiento perfecto. Pero su imperfección es una fortaleza. Por naturaleza es un movimiento inclusivo, no exclusivo. Es sombrilla abierta para personas distintas, por lo tanto no es posible que haya total acuerdo en ningún grupo que se precie de su diversidad. Un punto de unidad es que “los grupos marginados sienten los impactos de la desigualdad más agudamente”, como expone la abogada Kate Kelly, cuyo trabajo se enfoca en eliminar la discriminación. Por otra parte, no es lógico que se demande una perfección del feminismo que no se le exige a ningún otro grupo, sea club deportivo, partido político o cualquier otra agrupación.

“El hecho de que hay una cacofonía de voces dentro del feminismo es parte de lo que lo ha hecho crecer”, expresa la escritora y comentarista Rebecca Traister. Las divisiones y la fricción “lo han empujado, han hecho que no se marchite”.

En ello pienso cuando veo a niños y niñas colocar flores frescas en el “Muro de la Memoria” en el que las feministas mexicanas convirtieron las vallas colocadas alrededor del Palacio Nacional en su capital esta semana. Con letras blancas pintaron los nombres de cientos de víctimas de feminicidio. Las imágenes de los menores muestran contundentemente que la violencia de género no solo destruye mujeres, sino también las vidas de niñas y niños que no tendrían que ir a dejarle flores a sus madres asesinadas un 8 de marzo, el día que una sororidad de hermanas protestan por las injusticias cometidas contra ellas.

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