CAPITALINOS Y EL AEROPUERTOLO DOMÉSTICO Y LA SOLIDARIDAD
EL anterior inquilino del Salón Oval manejaba una relación con dictadores de varios países, de amigos que platican y que se entienden. Tuvo palabras de elogio y varios encuentros con el norcoreano Kim Jong Un. Dijo llevarse muy bien con el dictador turco Recep Tayyip Erdogan. Hubo momento cuando confesó ser muy amigo del presidente chino Xi Jinping. Hasta que iniciaron la guerra comercial. Allí le convino explotar el conflicto como tema de campaña aparentando proteger los intereses comerciales norteamericanos. De Vladimir Putin –quien se sospecha intervino en las elecciones estadounidenses para favorecerlo– decía que, aunque no le gustaba el sistema ruso, “Putin es un hombre muy inteligente y más que un presidente ha sido un líder”. La ironía de todo ello es que nunca se llevó bien con ninguno de sus aliados europeos. Ni con su vecino del norte, el primer ministro canadiense. Con el mexicano se llevó bien, una vez que logró amedrentarlo. Bajo amenaza de sanciones arancelarias lo obligó a negociar un tratado comercial menos favorable a los intereses de México. Lo conminó a detener en seco a los migrantes e impedir que estos cruzaran la frontera.
Ahora le toca a la nueva administración demócrata establecer sus propios parámetros de relación. En lo pertinente a los socios europeos está claro que Estados Unidos busca establecer nuevamente los vínculos cordiales de amistad y de cooperación recíproca que tradicionalmente han tenido. Lo mismo en cuanto sus intereses en la OTAN. Por supuesto que varias de las autocracias que se sentían cómodas con Trump, se mantienen en prudente expectativa sobre qué tipo de relación van a tener con Biden. Ni se acercan ni se alejan. Solo observan esperando alguna señal. Al primero que le llega una es a Putin. A la pregunta de un periodista de ABC “¿si piensa que el presidente ruso es un asesino?”, Biden responde “Sí, lo pienso”. A renglón seguido advirtió que el presidente ruso “pagará las consecuencias”. Detalló que había hablado con Putin en enero después de asumir el cargo: “Tuvimos una larga charla, él y yo, lo conozco relativamente bien” –prosiguió Biden– le dije ‘te conozco y me conoces. Si establezco que esto ha ocurrido, prepárate’. No fue específico a qué asunto aludía. Si a la supuesta interferencia de Rusia en las elecciones estadounidenses y a otros comportamientos que Estados Unidos cuestiona, como el envenenamiento y encarcelamiento del opositor ruso Alexéi Navalni.
Un informe confidencial de la inteligencia estadounidense sostiene que “Putin autorizó acciones para interferir en las elecciones presidenciales de noviembre en Estados Unidos y ayudar al entonces mandatario a conseguir la reelección”. La reacción rusa no se dejó esperar. “Biden ha insultado a los ciudadanos de nuestro país con su declaración”, acusó el presidente de la Cámara Baja, Viacheslav Volodin, añadiendo que los ataques a Putin son “ataques a nuestro país”. En las últimas horas, sin dar mayores detalles, el embajador ruso en Washington fue llamado a consultas a Moscú. La vocera de la cancillería rusa, solo dijo que las relaciones “están en una etapa difícil y Estados Unidos las ha llevado a un callejón sin salida en años recientes”. “Estamos interesados en evitar que el deterioro llegue a un punto irreversible, si los estadounidenses están conscientes de los riesgos pertinentes”. La portavoz de la Casa Blanca reaccionó de inmediato: “Seremos directos, hablaremos sobre las áreas en las que tenemos preocupaciones, y ciertamente lo será, como dijo anoche el presidente; ciertamente, los rusos serán responsables de las acciones que han tomado”.
