Lo bueno, lo malo y lo feo

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19 de marzo de 2021
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12:03 am
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Lo bueno, lo malo y lo feo

Por: Juan Ramón Martínez

Las elecciones del domingo pasado, permiten varias lecturas. La primera es que, pese a las circunstancias naturales y los desacuerdos grupales, hemos escogido el camino de las urnas para resolver nuestras diferencias. La participación fue alta; el comportamiento en términos generales, ejemplar; y el sistema, operó con eficiencia. El que no haya habido transmisión anticipada de datos, con el fin de evitar los motivos que restaron credibilidad a los resultados electorales de las últimas elecciones, ha producido un fenómeno que, no deja de llamar la atención: el valor de la información de las encuestas a boca de urna. Esta información, que solo ha sido negada por los que creían que eran los ganadores inevitables, ha llenado un gran vacío que le ha dado al pueblo en general, un sentimiento singular de credibilidad. De forma que la obligada espera de los resultados oficiales, la información de las encuestadoras presentadas por las principales cadenas de televisión y radio –como ha ocurrido en Estados Unidos, excepto en la última elección en que Trump, se negó a aceptar los resultados en forma tozuda e inconsecuente– ha llenado el vacío y, evitado la pérdida de credibilidad que experimentaron los órganos electorales, responsables del último proceso general.

Pero, además, las elecciones mostraron, confirmando las predicciones, a los ganadores y a los perdedores. En el Partido Nacional no hubo sorpresas. Se cumplieron las predicciones. Se impuso el más popular, sobre el más conveniente. Confirmando que la democracia es, entre otras cosas, un sistema en donde el elector, tiene el derecho de equivocarse. En Libre no se produjeron sorpresas en cuanto a la ganadora. Estaba escrito, desde el principio de los tiempos, que la esposa del “propietario” del partido, sería la ganadora. La mayoría de los movimientos, la tienen como su lideresa. La sorpresa la dio Nelson Ávila, que, sin recursos, logró el respaldo de los seguidores de Libre que quieren un partido organizado y con una ideología definida, más que una hacienda particular, con bandera roja y negra en la entrada. La sorpresa es mayor, porque Ávila ha sido coherente y muy consecuente en su militancia alrededor de Zelaya, el que no le ha dispensado, ni en su gobierno y menos después, mayor respeto y consideración.

Lo malo se observa entre los liberales. Luis Zelaya –una figura extraña que pone en duda la intervención de los académicos en la política– no acepta que Yani Rosenthal Hidalgo, al que ha convertido en una víctima de sus ataques, pretendiendo venderle al electorado liberal, el concepto que es el único puro, entre los liberales. Posiblemente, por falta de conocimiento de la psicología hondureña, del comportamiento de los latinos y de los españoles, tanto por arrogancia, como por debilidades en el ejercicio del hábito de la lectura, no ha caído en la cuenta que los electores, desarrollan simpatía por la víctima; que la patética figura del Quijote es más importante en la medida en que, sufre los ataques de sus adversarios reales o inventados, por su febril mentalidad desquiciada. Sin sus ataques, con los que creyó colocar en el mismo lugar a su contendiente, hermano liberal, junto a los “adversarios” nacionalistas, hizo que el electorado por compasión, se inclinara hacia Rosenthal. Ignorando además que, aceptar el respaldo de Nasralla, en una apuesta en que, si ganaba le cedería la candidatura presidencial, lo convirtió, además, en el gran perdedor del domingo. Porque quedó mal con los liberales –que nunca han aceptado un candidato que no sea de sus filas– y con Nasralla, porque fue incapaz de llevar a los suyos a las urnas, para que, junto a los jóvenes orientados por este, le permitiera ganar la candidatura liberal. Su fracaso es el más estridente, porque de acusador, se convirtió en fracasado. Y por efecto de la dinámica electoral, en vagón de cola de Nasralla y en el principal aliado del Partido Nacional, de rebote, para permitirle a este, ganar las elecciones de noviembre.

Pero lo feo es que la dispersión de la oposición, anunció de un fácil triunfo para el Partido Nacional, creo, de rebote un escenario peligroso. Porque la cuestión que se resolverá en noviembre próximo, no será la titularidad del Ejecutivo, sino que la composición del Congreso. Con tales desacuerdos, la proliferación de las bancadas, puede comprometer la gobernabilidad del país.

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