Lillian, Nayo, Julio y Max

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21 de marzo de 2021
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Lillian, Nayo, Julio y Max

Algo más sobre la numismática

Por: Mario Hernán Ramírez
Presidente vitalicio Consejo Hondureño de la Cultura “Juan Ramón Molina”.

En el transcurso de nuestra existencia, a veces desde la infancia, logramos cultivar amistades que andando el tiempo penetran en nuestros corazones y en nuestra mente con entrañable afecto. Son personas a las que quisiéramos tener siempre presentes, para comunicarnos y poder hablar de todo lo que tanto ellas como nosotros conocemos y charlar, dialogar y platicar placenteramente hasta la saciedad.

Eso es exactamente lo que ha ocurrido con estas cuatro personalidades que la parca con su indolente guadaña nos ha arrebatado en lo que va del año, lo que sin duda alguna ha causado profundas heridas en nuestras almas.

Iniciamos con el fallecimiento, recientemente, de la ilustre y distinguida periodista Lillian Judith López Carballo (Q.D.D.G.), a quien Armando Cerrato Cortés le dedica una columna en este mismo diario, exaltando los méritos y virtudes de esta mujer extraordinaria que tuvo el honor de ser la primera directora de la Escuela de Periodismo de nuestra máxima casa de estudios UNAH y se destacó también en otras actividades, como parte de la junta directiva del Instituto de Previsión de los Jubilados y Pensionados de la UNAH, desde donde desarrolló una encomiable labor, a tal extremo que hace unos cinco años logró concitar a un nutrido y selecto grupo de personalidades del retablo catracho, para rendirles un merecido homenaje por sus relevantes méritos en los diferentes quehaceres del saber humano, actividad que resultó en un resonante éxito. Hoy Lillian descansa ya en la paz del Señor.

Pero antes habíamos sido sorprendidos por la no menos infausta noticia del fallecimiento del recordado colega y amigo José Leonardo Galindo Castellanos (Q.D.D.G.) -NAYOKA- como cariñosamente se le conocía en el gremio; Nayo nos abandonó a la respetable edad de 93 años, tiempo que utilizó para vivirlo intensamente, ya que toda su vida disfrutó de un buen humor contagiable que lo hizo convertirse en una persona muy especial, admirado, querido y respetado.

Enseguida recibimos otro fuerte golpe que caló nuestro sentimiento, anunciándonos la muerte de otro de esos grandes bastiones de la hondureñidad, que a su paso por la vida dejaron una huella indeleble; nos referimos al también inolvidable amigo de infancia Julio César Villalta Matamoros (Q.D.D.G.), ciudadano que con el correr del tiempo llegó a ser uno de los empresarios de mayor éxito dentro de ese conglomerado que tanto hace por el engrandecimiento patrio. Julio nos abandonó a la edad de 84 años y no podemos más que dedicarle estas pequeñas líneas con nuestro sentimiento de pena y permanente admiración y gratitud.

El miércoles anterior, desde la ciudad de Londres, Inglaterra, nuestro ilustre y distinguido amigo el embajador emérito Iván Romero Martínez, dicho sea de paso Decano del Cuerpo Diplomático de América Latina ante aquella gran nación, telefónicamente nos informó del desaparecimiento físico de otro de esos enormes baluartes que Honduras ha dado al mundo, como fue el abogado Max Velásquez Díaz (Q.D.D.G.) -87 años-, ejemplar ciudadano que también a su paso por el mundo deja un rastro imborrable por sus múltiples cualidades de hondureño ilustre, lo cual demostró con hechos tangibles como cuando durante su período como presidente del Consejo Central Ejecutivo del Partido Liberal de Honduras, levantó el gigantesco edificio conocido como Las Cumbres, en el propio corazón de Tegucigalpa; fue embajador en diferentes países de Europa y América y defensor de la soberanía nacional cuando nos correspondió la delimitación fronteriza definitiva entre Honduras y El Salvador, litigio que se resolvió en la Corte Mundial de La Haya y en el cual Velásquez Díaz desempeñó un papel preponderante.

El abogado Velásquez Díaz, dicho sea de paso, también, era nieto del doctor y general Miguel Oquelí Bustillo (Q.D.D.G.) único hondureño que ocupó los tres cargos principales del Estado y primo hermano del no menos intelectual Ramón Oquelí Garay (Q.D.D.G.), con quien mantuvo una fraternal convivencia permanente.

Al redactar estas líneas lo hacemos hondamente consternados, tristes y como dijo alguien por ahí, ya con el boleto en mano, esperando nuestro turno para viajar al más allá, a pesar de nuestro enamoramiento por la vida.

Descansen en paz, queridos amigos.

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