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24 de marzo de 2021
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12:25 am
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GANADORES Y PERDEDORES

A propósito del historiador mexicano de cuyos libros hemos tomado prestado fragmentos ilustrativos –sobre el caso venezolano, el colapso de la democracia, el desmoronamiento político institucional y la ruina del país a manos de la autocracia– en recientes editoriales. La publicación de un artículo suyo en el NYT acaba de ganarle que AMLO le dedique todo el espacio de su púlpito mañanero con periodistas. (El escrito en cuestión fue publicado en las columnas de opinión del influyente diario bajo el título “¿Puede Biden ayudar a contener el declive democrático de México?”. Plantea, entre otras cosas que “el presidente de Estados Unidos podría persuadir a Andrés Manuel López Obrador de que valores comunes hacen buenos vecinos, más si son socios y amigos”). Sin duda que lo dicho tocó algún nervio sensitivo que suscitase la arremetida presidencial: “Es lamentable –respondió furioso el presidente– que pida a Biden que venga a regañarme o llamarme la atención”.

“La relación que mantenemos con Biden es muy respetuosa y va a seguir así –a pesar de lo que sostiene el informe del Comando Norte de EE. UU.)– nosotros vamos a seguir teniendo buenas relaciones con el gobierno norteamericano; no nos vamos a pelear con el gobierno de Estados Unidos”. Cierto el anhelo de autodeterminación mexicana ha sido una constante invocada tradicionalmente, tanto por gobiernos como por los mexicanos, respecto a sus relaciones de país con el vecino del norte. Sin embargo, no deja de ser paradójica esa hipersensibilidad presidencial al artículo de su coterráneo publicado en el NYT, dada la relación gubernamental de sometimiento con la pasada administración republicana. Pretender ocultar el sol con un dedo sería negar que no hubo respuesta valiente del gobierno azteca a la repetida jactancia de Trump que México pagaría por la construcción del muro fronterizo. Nunca renegó. Se limitó a decir lo mismo que ha dicho ahora, que “no lo van a poner a pelear con el gobierno estadounidense”. Trump no solo lo obligó, con amenazas de sanciones arancelarias a detener de tajo a los migrantes sino a ofrecer su territorio como “tercer país seguro”. Allí debían regresar a esperar los peregrinos que lograban cruzar la frontera –en refugios de mala muerte– la decisión de los jueces norteamericanos a su petición de asilo. Y en cuanto a pagar por la factura de muro fronterizo, también eso terminó consiguiendo Trump cuando obligó al gobierno mexicano a renegociar el tratado de libre comercio en condiciones menos favorables al interés mexicano.

De los pocos viajes que ha hecho al exterior, fue al Salón Oval, a suscribir ese TLC castrado. Para regresar contento –tragando gordo después que le doblaron el brazo– a congratularse por el dizque “trato de respeto, no de intervención”, recibido de su homólogo norteamericano. Quizás, entonces, la alergia y los estornudos sean sintomáticos de alguien a quien le destapan lo que ha tratado de disimular. En el artículo objeto de la molestia presidencial el historiador mexicano lo expone: “Si López Obrador fue capaz de tragarse los insultos de Donald Trump a los mexicanos, debería serle más fácil escuchar los llamados del actual inquilino de la Casa Blanca a la unidad y la moderación”. Y hace un llamado a Biden “a no mantener la indiferencia que varios de sus predecesores tuvieron durante el siglo pasado hacia el autoritarismo mexicano”.

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