Jacobo y Frances Goldstein. Foto tomada en 1967.
Existen una serie de dichos que hablan acerca de que el tiempo lo mitiga todo, que el dolor de la pérdida que sufres se va calmando, día tras día, mes tras mes, año tras año y finalmente se convierte en una dulce remembranza en que terminas solo recordando lo más grato, lo más dulce, los grandes momentos. Me supongo que yo formo parte de ese sentimiento, pero qué haces a diario si llevas en tu mente a ese ser tan querido, en lo que las cosas más minúsculas, que llevan años germinando, brotan de tu memoria, donde están archivadas para siempre en tu conciencia y sub consciente.
Así me siento a diario, la sueño de noche, la idolatro de día y por cierto ya van doce años exactos, desde el 24 de marzo de 2009 o sea 4,376 días, que no me salte a la vista algún cuadro que ella pintó, alguna almohada que zurció, algún diploma que ella obtuvo, que fueron muchos, fotos de ella en su niñez, fotos de cuando la conocí un 4 de febrero de 1960.
De cuando nos casamos un 15 de abril de 1961, de cuando nacieron Victoria y José Enrique y de ella como la abuela con sus nietos. Y no quiero dejar por fuera todas las fotos que tomó cuando yo cubría la Casa Blanca y ella me acompañaba como mi fotógrafa.
Qué haces cuando en tu mente reaparece repentinamente y la ves de joven jugando tenis y ganando torneos, dando clases de literatura y arte, pronunciando discursos que hicieron impacto, siendo una esposa, madre, amiga, compañera, filántropa y por encima de todo, portadora de un corazón gigante.
Pero fue el destino el que puso en su camino una piedra gigantesca, conocida por el nombre del Mal de Alzheimer, contra el que batalló durante 11 años, de1998 al 2009, en lo que la incurable enfermedad le robaba la inteligencia y sus múltiples conocimientos. Ella batalló hasta su último suspiro y siendo pintora, de la mano del señor viajó al cielo para darle más color.
Te quiero, te adoraré siempre. Tú formas parte del ADN mío, de nuestros hijos y nietos. Tenerte a ti como esposa y como madre y abuela ha sido la gran lotería con la que nos premió Dios, que lleva 12 años cuidándote y que lo hará hasta la eternidad.
