Trabajemos por ser los mejores en “algo”

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25 de marzo de 2021
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12:03 am
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Trabajemos por ser los mejores en “algo”

Por: Segisfredo Infante

Los hondureños somos, hoy en día, los mejores en difamar al prójimo, con respaldos jurídicos o sin ningún respaldo. Lo importante es difamar por difamar, con el objetivo de llenar, tal vez, los vacíos “existenciarios” individuales. Si acaso se realizaran competencias mundiales de difamación e intriga, varios hondureños pelearíamos por alcanzar el primer lugar. Conozco por lo menos dos o tres pisanos que por su inestabilidad emocional y por su capacidad de difamación hiperbólica, ganarían, en esa hipotética competencia internacional, las medallas de oro, plata y bronce. Es decir, los primeros lugares de cualquier competencia descomunal.

El problema es que difamar no exige, de suyo, ningún trabajo y ningún talento especial. Cualquiera, con cierta pericia verbal o técnica, puede perfectamente orquestar intrigas y difamaciones contra otras personas naturales o jurídicas, sean individuales o institucionales, con tal de alimentar su propia egolatría o los intereses ideológicos y políticos de una facción determinada; o coyunturalmente transitoria. Los montajes están a la orden del día, sobre todo en las mal llamadas redes sociales, en donde circulan “memes” con personas en situaciones ridículas (sentadas en retretes, por ejemplo) que parecieran “reales”, y que de antemano sabemos que son absolutamente falsos. También circulan mensajes adjudicados a supuestos autores que nadie ha sustentado con propiedad; pero que la gente traga sin ninguna digestión, y sin añadir interrogantes.

Los aficionados a la “Historia” sabemos que muchos presidiarios han ido a parar a la horca, a la hoguera, a la guillotina, a la silla eléctrica o han recibido cadena perpetua o la inyección letal, por acusaciones que parecían “racionales” o incontrovertibles. Varios años después se descubre y se comprueba que aquellos que ya fallecieron eran inocentes, y nadie pide disculpas por tales asesinatos legales. El Estado y los gobiernos devendrían obligados, moralmente, a disculparse de alguna manera documental ante los familiares y ante la opinión pública nacional e internacional. Pero el caso es que manchan el nombre de una persona humana, de una familia o de un pueblo, y casi nunca piden perdón.

Por eso los filósofos clásicos hablan de que una cosa es “ser” y otra cosa es “parecer”. Las apariencias, aunque importantes, se alejan de la “razón esencial”, y suelen conducir al error. Y a veces, como dice el pueblo, a errores garrafales. Me imagino que Jean-Paul Sartre estaría un poco en contra de mi postulado; pero con el respeto que merece el gran filósofo francés existencialista prefiero, por ahora, atenerme a las indagaciones meticulosas de filósofos clásicos como Aristóteles. O del mismo psicólogo moderno Erich Fromm, cuando establece la diferencia entre “el ser” y “el tener”. Los hombres ambiciosos “tienen”, pero carecen de la “substancia” del “ser” categorial aristotélico.

En una época difícil (me refiero a los decenios del cincuenta y del sesenta), a pesar de las limitaciones económicas y de las manipulaciones extremas de algunos dirigentes políticos, los brasileños se empeñaron en ser mejores en algo. Ese “algo” fue una carrera futbolística exitosa, bajo el “reinado” del humildísimo Pelé. El pueblo brasileño, pobre y deprimido, logró salir adelante por la vía exitosa del fútbol, al grado de llegar a ser, con su “Seleccionado”, el mejor del mundo. El “Rey Pelé” nunca anduvo con bravuconadas ofendiendo o provocando a sus rivales. Por regla general, a pesar de toda la publicidad, poseía la capacidad de salvaguardar su humildad con un bajo perfil individual. Hoy los brasileños sobresalen en arquitectura, en física de partículas y hasta organizan círculos de lectura, en las favelas, para estudiar inclusive los “Diálogos” de Platón.

Los hondureños debemos renunciar a ser “los mejores” en la difamación pública y privada. Porque más bien es la forma de ser los peores del mundo, campeones en el autoflagelo contra Honduras. Y aun cuando en Colombia, para anexar otro ejemplo, se ha producido y continúan produciendo y exportando, criminalmente, cantidades industriales de cocaína de rango mundial, en ese importante país suramericano, sin embargo, existe la mejor escuela de filósofos o fenomenólogos de América Latina, bajo la inspiración de Germán Vargas Guillén. Parejamente en Colombia se producen cantidades industriales de libros pluralistas para profesores, estudiantes y simples lectores. Por eso Colombia algún día va a sobreponerse de sus tragedias internas.

Nosotros, los hondureños, somos herederos de José Cecilio Díaz del Valle, más conocido como “El Sabio Valle”. De Francisco Morazán. José Trinidad Reyes. Ramón Rosa. Froylán Turcios. Juan Ramón Molina. Salatiel Rosales. Paulino Valladares. Lucila Gamero de Medina. Alfonso Guillén Zelaya. Rafael Heliodoro Valle. Ramón Oquelí y de otros, de extraordinaria valía. Don José del Valle, desde el punto de vista intelectual, fue una recia figura continental. Y lo mismo se puede decir de Heliodoro Valle. A partir de todos ellos podemos llegar a ser los mejores del mundo, en “algo” realmente positivo.

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