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30 de marzo de 2021
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12:57 am
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Juan Ramón Martínez

El escenario político general está marcado por la crisis. La discusión política no tiene como centro la problemática nacional, las dificultades que enfrenta el hombre común, inevitable elector, sino que el grito, la descalificación. Desde 1963 hasta ahora, las cosas han cambiado mucho. Villeda Morales, posiblemente sin saberlo siquiera –impulsado por las fuerzas intelectuales de la época– retoma la reforma liberal de Marco Aurelio Soto y da un paso más, proponiendo un relato en que el gobierno está al servicio de la ciudadanía y que esta, tiene derecho a la libertad, al bienestar, a la felicidad. “Hemos perdido 25 años”, era el reclamo liberal –aludiendo a los gobiernos nacionalistas–, y era necesario recuperarlos. Involucrando a la juventud, con lo que el partido, volvía a ser lo que Zúniga Huete, en su expresión vibrante, caracterizaba como el de “las milicias eternamente jóvenes”. Un partido articulado a la realidad, a la cual –en una perspectiva orteguiana– al cambiar, le obligaba a cambiar a sí mismo. A marchar, con el curso de los tiempos.

Ahora, los relatos no sirven. “Las redes sociales y el déficit generalizado de atención han alumbrado otra era; la del enfrentamiento. En ella no vence el que construye la versión narrativa más coherente y seductora, sino quien hace más ruido y actúa con más violencia” (Marta Sánchez Esparza, Nueva Revista, Madrid, España). La competencia entre los precandidatos liberales, la conducta de Nasralla, las posiciones de Nelson Ávila e incluso las violentas expresiones de YIlescas, confirman esta observación. La conducta de los nacionalistas, tiene otra explicación. A su siempre moderada actitud, hay que agregar que le rodea el miedo a dejar el poder. Porque fuera de él, les espera la venganza de sus enemigos internos y externos. Por ello, aunque carecen de relato, igualmente que el resto de los políticos, están a la defensiva, peleando con los Cachiros y con los fiscales de los Estados Unidos. El menos preparado políticamente, Nasry Asfura –el primer palestino que puede llegar a la Presidencia de la República– ha intentado presentar al país un discreto relato personal: tiene en la cabeza la idea de una nueva y moderna Honduras. Con sus antecedentes, es fácil entender que su idea de la realidad, es la construcción de obras físicas, sin idea económica para recuperar al país; ni tampoco, fuera de su cercanía y su condición de papá de todos los hondureños, como satisfacer la incomodidad de los ciudadanos y sus contradicciones. Porque, aunque están disgustados con JOH y con el Partido Nacional, votan por el candidato que esté, igual que Carías Andino con Gálvez, le confía el cargo durante los próximos cuatro años, para después intentar el regreso. Hasta que Gálvez, renunció a la condición de espantapájaros de Carías y se propuso su propia continuidad, que terminó con la división del Partido Nacional, la crisis de 1954, las pretensiones de Julio Lozano Díaz, el surgimiento de los militares como fuerza nueva y López Arellano, que se atravesó en la ruta de la primavera democrática liberal que amenazaba la existencia de la institución que dirigía, como un verdadero partido político. Y proteger su propio empleo.

La oposición, difícil y complicada, solo ha construido un prerrelato: sacar a JOH. Igual que los liberales enemigos de Suazo Córdova, hicieron con, “sacaremos este buey de la barranca”, el último relato político, elemental y simple; pero relato al fin. Ahora, fuera del escándalo, la denuncia, el desprestigio de la autoridad electoral, la búsqueda de la ayuda de los estadounidenses para que intervengan y abiertamente, en una acción violenta, le saquen esta vez, otros, “el buey de la barranca”. Como los nicaragüenses que, animaron a Walker para que dirimiera las diferencias entre liberales y conservadores. Que una vez instalado en territorio nica, se hizo presidente de aquel país.

Igual que entonces, la “oposición de los perdedores”, es una suerte de mesa redonda, en donde todos son iguales. Cada uno se siente presidente, descalificando incluso a quienes tienen como sus aliados. No para compartir, sino para que les sirva. Nasralla, tiene muchos años de sentirse presidente. Pero sin los votos de Libre, nada podrá hacer, porque Luis Zelaya no le aportará mucho, fuera de Quiquito Ortez y Martel, que cuando dejen de ser liberales, serán pesos muertos. No tienen el Villeda Morales, para encabezar la oposición.

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