MADUREZ DEMOCRÁTICA

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10 de abril de 2021
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12:25 am
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MADUREZ DEMOCRÁTICA

CON tantas variables de última hora que pueden influir la elección el mejor pronóstico podría darse lanzando una moneda al aire. Todo depende de hacia dónde agarra el núcleo de votantes que se deciden a última hora. O del voto oculto, representado por ciudadanos que esconden sus preferencias o por juguetones que se divierten engañando a los encuestadores. Así que en la recta final cualquiera podría dispararse de su contendiente, impulsado por una racha de vientos inesperados. La corriente de los que votan en contra de algo –más que a favor de cualquiera de los candidatos– siempre es el imprevisto peligroso. O puede suceder, de materializarse el empate técnico, que la contienda sea apretada. En ese caso, brotarán denuncias de fraude para desacreditar los resultados. (Muchos perdedores nunca admiten su impopularidad. Si atribuyen su derrota a razones ficticias cuando son amplios los espacios de diferencia, con mayor razón tratándose de márgenes apretados. Allí tienen el ejemplo de la reciente elección estadounidense, ensuciada por los perdedores y sus bocinas con la narrativa que con un “fraude” inexistente “les robaron la elección”).

A ver si las encuestas aciertan en la elección ecuatoriana. De las últimas consultas realizadas por distintas empresas, unas colocan al candidato correísta aventajando al conservador. Otras a la inversa, tienen al candidato de CREO arriba con escasos puntos de diferencia. Las más cautelosas dan un empate técnico. El candidato de dedo de Rafael Correa –prófugo en Bélgica– ganó holgadamente la primera tanda. El tribunal electoral tardó días –después de contar y recontar votos– en declarar cuál de los contendientes competiría en segunda vuelta con el ganador de la primera. Dos aspirantes quedaron pegaditos. El derechista Guillermo Lasso y Yaku Pérez del movimiento indígena. Finalmente, por ínfima diferencia entre el segundo y el tercer lugar (19.74% versus 19.39% del total de votos), el otro candidato de izquierda fue desplazado. Lasso ya antes se había enfrentado y perdió contra Lenín Moreno en el 2016. Sin embargo, ahora el pésimo gobierno de Lenín le pasa una costosa factura, bajo la percepción que representa al oficialismo. Mientras, el candidato izquierdista del movimiento indígena –con cuyos votos contaba el correísta Arauz, de cara al repechaje– molesto por haber sido eliminado de la contienda, ha hecho un llamado al “voto nulo”, como protesta al supuesto fraude del que dice haber sido víctima.

(En todos lados los que pierden alegan que les hicieron fraude). Lasso –de acuerdo a los sondeos– ha remontado en las últimas semanas, colocándose en un apretado empate técnico con su rival. Sin embargo, el movimiento indígena, que podría definir la contienda, se ha dividido. Dos de sus dirigentes expulsados por desobedecer la línea y decantarse uno a favor del correísta y otro por el conservador. La sombra del expresidente refugiado en Bruselas se cierne sobre la elección. Ha dispuesto todas las armas de su arsenal en apoyar a su ministro y ahora candidato. Los indecisos o los proclives al voto en blanco, que también podrían inclinar la balanza, rondan entre el 10 al 20%. Si la elección es reñida, Ecuador va rumbo a otro zafarrancho postelectoral, de protestas y alegatos de fraude. No hay madurez democrática en los pintorescos paisajes acabados para aceptar reveses y dilucidar el aprieto en contiendas de estrechas diferencias. Hasta hace poco, esa madurez y respeto a la institucionalidad, solo la había en la democracia norteamericana. Pero hasta allá, instigados por el alegato del fraude, poco les faltó a los perdedores para prenderle fuego al Capitolio.

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