El arte de la guerra y la no obediencia activa

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16 de abril de 2021
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12:06 am
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El arte de la guerra y la no obediencia activa

¿Vuelven los oscuros malandrines del 80?

Por: Óscar Armando Valladares

Aparte del soldado con estudios, la vida de Sun Tzu -el antiquísimo teórico y militar chino- y, más que todo, su obra El arte de la guerra son de muy limitado conocimiento. Lo que en mi caso se arranca de conversaciones con el abogado y coronel (r) Mario Maldonado Muñoz, quien, además de entender a fondo los postulados de Tzu, ha empleado algunos en circunstancias apremiantes o en ocasiones ofensivas durante el ejercicio castrense, diplomático, político y empresarial. He sabido, por ejemplo, que en Hondutel el dilecto amigo aplicó una receta del estratega oriental -existente siglos antes de Cristo-, cuando en 1995 hubo el propósito de privatizar la estatal telefónica: aunque acató la decisión, el funcionario movilizó su justo desacuerdo con torpedeos dilatorios e informes subidos de tono sobre el estado comatoso de la institución. La estratagema gerencial aportó sus resultados, pues en la venta con licitación la oferta máxima anduvo por el orden de 104 millones de dólares, inaceptable para el régimen liberal de Reina Idiáquez.

Si bien Carl von Clausewitz, el general prusiano, tuvo decidida autoridad en las concepciones estratégicas asumidas posteriormente en las dos conflagraciones mundiales -del 14 al 18, del 39 al 45- y contenidas en los tres tomos que intituló acerca De la guerra, también es indudable, como afirman los teóricos, que si a tales concepciones se hubieran añadido o entremezclado ciertas enseñanzas de Sun lo más probable es que los daños ocasionados a la civilización hubieran sido de menor cuantía, sobre todo por el contraste entre los preceptos de uno y otro: el primero imbuido por posiciones extremas de la “guerra total”, asidos de la convicción de que resultaba absurdo conceder a la propia filosofía de la guerra principios de moderación, cuando la guerra misma supone ser el más elevado exponente de la violencia. Tzu, por su lado, proclamaba que jamás ninguna guerra excesivamente larga da provecho a ningún país.

¿Por qué esta lucidez de Sun no tuvo relevancia fuera de China y Japón? La razón cae de golpe: su saber era ignorado en Occidente. Un jesuita francés -de inmensa barba-, Joseph-Marie Amiot, apostado en Pekín, tradujo su obra capital, publicada a la altura de 1772 en edición parisina. Tiempo después aparecieron ediciones en ruso y alemán. La traducción al inglés corrió a cargo del general Samuel B. Griffith, experto también en ese “espanto de las madres”, de que hablaba el poeta Horacio, en ese “duelo a gran escala”, que decía el propio Clausewitz. Versiones en español se dieron posteriormente, como la impresa en Barcelona (1984) que releo con particular fijeza.

Trece capítulos (completados con seis apéndices) acogen el pensamiento teorético, los relatos, las recomendaciones, medidas -algunas severas-, normas y máximas de quien fue asimismo general durante el mandato de Ho Lu, rey del antiguo Estado de Wu. Se sabe que las actividades revolucionarias de Mao Tse-Tung, al frente del Ejército Rojo, estaban sustentadas en algunas tácticas de su antiquísimo connatural. Consciente y consecuente con el criterio de Tzu: “Quien pierde la iniciativa, pierde la batalla; quien toma la iniciativa, gana la batalla”, el líder comunista escribió en una de sus obras: “De ningún modo conviene subestimar el proverbio existente en el libro de Sun Tzu, el gran experto militar de la China antigua: Procura conocer a tu enemigo y procura conocerte a ti mismo, y así podrás librar cien batallas sin sufrir derrota”.

Por encima de todo, el autor de El arte de la guerra consideraba que a las circunstancias de cada lucha armada debían unirse factores de índole intelectual y moral, juzgándolos mucho más importantes que los propios elementos materiales. Llegó inclusive a proclamar que un general al mando del ejercito no tiene por qué obedecer ciegamente al rey, a no sujetarse a la voluntad del “supremo”, ni a quienes -enlazamos nosotros- “asuman funciones o empleos públicos por la fuerza de las armas o usando medios o procedimientos que quebranten o desconozcan lo que la Constitución y las leyes establecen”, en pertinente acomodo actual.

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