“LLEGAR TARDE”

MA
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20 de abril de 2021
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12:25 am
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“LLEGAR TARDE”

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A propósito del editorial de ayer, un buen amigo nos remite la entrevista del periodista argentino Longobardi al tres veces ganador del Pulitzer, Thomas Friedman. Respondiendo a la pregunta ¿si la democracia occidental está en peligro?, comenta: “En esta era de redes sociales, ser un líder de cualquier cosa –canales de televisión, periódicos, una compañía, un país– es un infierno absoluto. Para liderar a las personas y pedirles ser trabajadores promedio, tienes que aprender toda la vida. Tienes que estar aprendiendo todo el tiempo”. “A mi maestro, Dov Seidman, le gusta distinguir entre autoridad formal y autoridad moral. Un líder hoy tiene muchísima autoridad formal para decir cualquier cosa. Pero en este mundo, es la autoridad moral lo que realmente te da personas que te sigan”. Continúa ilustrando sobre lo que en su libro, “Gracias por Llegar Tarde”, denomina como “cloaca abierta”.

Coincidente con lo que en esta columna de opinión hemos descrito como al “basural transmitido por las redes sociales”. “Argumento –dice Friedman– que cuanto más rápido el mundo comienza a marchar –tecnología, globalización, cambio climático– lo viejo y lento comienza a importar más que nunca”. “Cuando el mundo va rápido, debes estar anclado en valores fuertes”. “Internet es, en realidad, una cloaca abierta, de información sin tratamiento, sin filtrar”. “Tiene oro, diamantes, rubíes y perlas, pero también tiene latas oxidadas, vidrio roto, basura radiactiva, material tóxico”. “Y si construyes un filtro para tus propios hijos o tus empleados, para entender la diferencia entre el oro y el material tóxico, entonces tendremos un problema enorme en la sociedad”. “Construir esos filtros solo se puede hacer a la manera antigua: buen padre a buen hijo, buen maestro a buen alumno, buen jefe a buen trabajador”. “Esos filtros no se pueden descargar digitalmente. Tienes que instaurarlos a la manera antigua y lenta”. (Un paréntesis obligado. Para lamentar la carencia y hasta la improbabilidad de encontrar esos filtros en estos pintorescos paisajes acabados. Ello deriva –para empezar por algún lado– de la falta de autoestima y hasta de un cierto complejo de inferioridad que impulsa a la persistente imitación de lo ajeno. La vaina es que la costumbre consiste en copiar babosadas de afuera y raras veces se pone esmero en asimilar las bondades. Lo que vuelve inalcanzables que haya filtros éticos y morales para aplicar). Se copian los sistemas –y se hacen caricaturas de ellos– pero no el hábito de respetar y cumplir la ley. Se exigen derechos sin voluntad de cumplir deberes.

No hay mayor inclinación a la disciplina, más bien lo que impera es una vocación al desorden. A la actuación anárquica sin parámetros de control. Sin trancas o portones que detengan los ímpetus, como si estuviésemos en un potrero. La condena que se sufre –en la medida que los valores se han ido depreciando– se debe en mucho al atraso de la calidad educativa y cultural del país. De la “cloaca abierta” solo se utiliza lo que produce diversión. Nada que suponga estudio o dedicación laboriosa. Poco de lo que contribuya al aprendizaje y a la formación. La frivolidad busca refugio en las burbujas digitales de placer. En la satisfacción que muchos encuentran en la ofensa y la descalificación. Antes la gente se entretenía leyendo. Ahora no. De allí el valor de los sólidos liderazgos de antaño comparado a la superficialidad de los pesos pluma de ahora. Esa campañita insidiosa de perdedores y sus bocinas contra la única esperanza del país para salir de la crisis, es ejemplo evidente de la desvalorización en que cayó la verdad. Triste. Cada vez hay menos voces orientadoras de la opinión pública. Todo obedece a un montaje para divertir. Sin interés, en amplios segmentos poblaciones, de diferenciar entre lo falso y la mentira. Así, a leguas de distancia de alcanzar los confines del cambio vertiginoso y apresurado en que se debate el mundo entero—a propósito del nombre del libro de Friedman—nadie nos va a dar las gracias por llegar tan tarde.

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