Patricia Padgett, el ángel de los pacientes del Santa Rosita

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24 de abril de 2021
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10:10 am
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Patricia Padgett, el ángel de los pacientes del Santa Rosita

La doctora Patricia Padgett siempre lucía una sonrisa sincera y contagiaba con su manera positiva de ver la vida.

LEA CADA SÁBADO: Ángeles de la Pandemia

***Un homenaje de LA TRIBUNA a los hondureños con vocación de servicio y un corazón “de oro”, que ofrendaron su vida por amor al prójimo.

Salvar vidas ofrendando las suyas, llevar víveres, transportar enfermos e integrar brigadas, es la invaluable dádiva que le han obsequiado al pueblo hondureño aquellos médicos, enfermeras, laboratoristas, militares, bomberos, policías, entre otros trabajadores que han estado en la primera línea de atención a miles de afectados por el COVID-19.

La pandemia ha dejado al descubierto el corazón “de oro”, la vocación de servicio y entrega de estos nobles hondureños que fallecieron contagiados por el mortal virus y que hoy gozan de la paz del Señor, a quienes a partir de este sábado LA TRIBUNA les rinde homenaje a través de la sección Los Ángeles de la Pandemia.

La memoria de sus vidas, su legado y su trayectoria profesional, no sólo es un orgullo para sus familias y para toda Honduras, sino también un grandioso ejemplo de patriotismo para las actuales y próximas generaciones, que deja en evidencia que nuestra nación es rica en hombres y mujeres de alto quilate espiritual.

Cada reportaje sobre la vida de estos héroes y heroínas de la pandemia está impregnado de las vivencias, los recuerdos, las lágrimas y el infinito vacío del luto de sus familiares.

Para LA TRIBUNA, es justo y merecedor documentar la historia de estos ejemplares hondureños cuya valentía, sacrificio y amor al prójimo no debe olvidarse, al ser los mártires de esa nueva etapa de la historia que apenas se comienza a escribir y a la que llaman “la nueva normalidad”.

Si usted es familiar de alguno de los héroes fallecidos durante la pandemia y desea que su historia sea publicada, escriba al correo electrónico [email protected]

Pese a ser asmática, diabética e hipertensa, la doctora Padgett no dejó de trabajar, en plena pandemia.

Desde niña soñó con ser médico, una carrera que sin duda iba bien con su forma de ser: alegre y servicial. Vivió para dar amor y se dedicó a un grupo de seres humanos olvidados por muchos, a los que ella comprendió. Les ayudaba a sanar no sólo su mente, sino también el alma.

Patricia Padgett no era sólo una doctora, sino el ángel de los pacientes del Hospital Santa Rosita. Ella forma parte de los héroes y heroínas que han ofrendado su vida para brindar salud y bienestar a miles de hondureños, en plena pandemia de COVID-19, a quienes LA TRIBUNA les rinde homenaje a través de la publicación de sus vidas ejemplares.

La doctora Padgett les transformaba a sus pacientes los minutos perdidos en la inconsciencia, por momentos de magia y alegría.

En ese mundo interior de cada paciente, donde se les acaban los sueños y los recuerdos se les esfuman, ahí estaba siempre esa mujer vestida de blanco que bailaba, jugaba y hablaba con ellos.

Hoy, esos pacientes extrañan su presencia, su sonrisa, sus tiernas palabras, sus danzas y abrazos.

Desde niña, la valiosa hondureña supo que quería ser doctora; se graduó en la UNAH, en 1992, y falleció a los 42 años de edad, por COVID-19.

SU PASIÓN: LA MEDICINA

Patricia Padgett es parte de los médicos que han fallecido en el país a causa del COVID-19. Su deceso ocurrió la fría y oscura noche del 29 de julio del 2020, a sus 57 años de edad.

Han pasado ya más de ocho meses de su partida, pero sus parientes siguen sintiendo la profunda ausencia de la madre abnegada, la amiga leal y la médico entregada a la causa de sanar a los enfermos.

Amó la medicina, a su familia, sus amigos y a sus pacientes con problemas mentales. No sólo vivió para ser feliz, sino para compartir su entusiasmo con quienes le rodeaban.

Su hija, Blanca Alejandra Oliva Padgett, que maravillada por el ejemplo de su madre decidió estudiar también Medicina, nos cuenta quién era la doctora Patricia Padgett.

“Era un ser humano extraordinario, de noble corazón, alegre, cariñosa, servicial. Si podía ayudar a alguien, lo hacía sin pensarlo”, lindas palabras que describen a una mujer guerrera que luchó por los suyos y por todo lo que ella consideraba bueno y justo.

Tenía una visión diferente de la vida, de Dios y del amor al prójimo.

La protagonista de esta historia nació en Tegucigalpa, el 4 de septiembre de 1964. Era hija del reconocido escritor y periodista Herman Allan Padgett y Blanca Ondina Campos, ambos ya
fallecidos.

Paty, como le llamaban cariñosamente sus familiares y amigos, realizó sus estudios primarios y secundarios en el Instituto María Montesori de esta capital y se graduó de Médico en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), en 1992.

La profesional de la Medicina se esmeraba en darles amor y comprensión a sus pacientes del Hospital Psiquiátrcio Santa Rosita.

CREÓ LAS CLIPER

Su dinamismo, visión y talento la llevaron a convertirse en la organizadora y directora de las Clínicas Periféricas, más conocidas como Cliper, fue ella quien esbozó el diseño de esos centros de atención de emergencia que ahora están diseminados en las principales colonias y ciudades del país.

Luego trabajó durante 15 años en el Hospital Psiquiátrico Santa Rosita, donde siguió demostrando ser una profesional intachable, dedicada al cuidado de sus pacientes, muy responsable en su trabajo.

Ahí, en ese centro asistencial, siempre se las ingeniaba para alegrar un poco el día a los internos, realizaba con ellos celebraciones como el Día de la Madre, Día del Niño, Navidad, Año Nuevo y muchas fechas más, unas que marca el calendario como festivas y otras que ella volvía un agasajo “porque había que alegrarles la vida”, según justificaba.

Para la doctora Padgett, su amor más grande era su familia, que hoy la recuerda con infinita nostalgia.

PRIMERO SÍNTOMAS

Todo iba bien para ellos, hasta que un día Paty comenzó a sentirse mal. Como médico, identificó rápido los síntomas… El COVID-19 la había alcanzado. Ella nunca dejó de trabajar durante la pandemia, aún y cuando tenía enfermedades preexistentes y esa decisión la hizo presa fácil del mortal virus.

No dejó de laborar por descuido, sino por el sentido de responsabilidad, la pasión por la medicina y el amor a sus pacientes. “Hacía roles de turnos con los compañeros para cubrir el hospital”.

“Trabajó hasta unas dos semanas antes de fallecer”, cuenta su hija.

No se sabe cómo o dónde se infectó, pero sí recuerdan que fue a inicios del mes de julio del 2020.

Se contagiaron todos en la familia y ahí comenzó un calvario del que no quieren hacer remembranza.

Su hija recuerda que antes de enfermarse, ella estaba muy temerosa, ya que sabía que tenía factores de riesgo que podrían agravar su cuadro si se contagiaba, pues era asmática, diabética e hipertensa.

Pero lo que más temía llegó y días más tarde fue ingresada en el Instituto Nacional Cardio Pulmonar, conocido como Hospital del Tórax. Ahí permaneció siete días en condición crítica.

Desde niña, la valiosa hondureña supo que quería ser doctora; se graduó en la UNAH, en 1992, y falleció a los 42 años de edad, por COVID-19.

ADIÓS POR WHATSAPP

Fueron días dolorosos para su familia, pues su hijo mayor, Rafael Humberto Oliva Padgett y el menor, Alejandro José Oliva Padgett, también estaban en ese centro asistencial, delicados de salud por el mismo patógeno.

Solamente su hija Alejandra, quien labora en el Hospital Escuela Universitario, estaba bien de salud, pero le invadía el dolor y la incertidumbre del futuro de su madre y hermanos.

Alejandra reconoce que aún para ella, que es médico, era muy difícil enterarse del estado de sus parientes. Les escribía a sus celulares. Recuerda que la última vez que se comunicó con la autora de sus días fue el lunes 27 de julio.

“Fue por medio de mensajes de texto en los que me decía que nos amaba y que quería volvernos a ver a todos… La comunicación fue muy difícil, ya que no se permitían las visitas”, rememora con el dolor aún a flor de piel.

El cuadro de cada uno de ellos era desalentador, pero fue el cuerpo de su madre el que primero sucumbió ante el embate del terrible virus y murió 2 días después. Su corazón dejó de latir el 29 de julio, a las 10:30 de la noche, pero su hija Alejandra fue notificada hasta el día siguiente.

Ese mismo día fue su sepelio en la Villa de San Antonio, Comayagua, donde depositaron su cuerpo junto a la tumba de su madre, como ella siempre quiso.

La doctora, con sus hijos Rafael Humberto, Blanca Alejandra y Alejandro José, en dos épocas distintas.
La recordada galena murió como vivió, como una guerrera y expresándole su amor a sus hijos y a su nieto Allen.

TRAGEDIA
Su hijo menor también fallece

Si ya el dolor era inmenso para la familia Oliva Padgett, se volvió insoportable tres días después del fallecimiento de la doctora Patricia, pues el domingo 2 de agosto también perdió la batalla contra el

COVID-19, su hijo menor, Alejandro José. Rafel Humberto sí la libró y fue dado de alta el 10 de agosto.

La doctora Alejandra, por su parte, sigue laborando en el Hospital Escuela, tratando de salvar vidas, para hacer honor al mejor ejemplo de vida que le dejó su madre.

HIJA
“Era la mejor mamá del mundo”

¿Cómo madre, qué es lo que sus hijos más recuerdan de la doctora Patricia Padgett? Su hija Alejandra, con el más crudo dolor por su ausencia, dice que “era la mejor mamá del mundo, la más amorosa, comprensiva; una guerrera incansable, trabajando, velando siempre por el bienestar de su familia”.

“Era la abuela más consentidora y alcahuete del mundo; siempre la voy a recordar por sus valores por la unidad que formó en sus hijos”, agrega. Ese es el mejor ejemplo de amor que representa para los suyos, aún después de su partida.

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