Fuerza Aérea, 90 años

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30 de abril de 2021
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Fuerza Aérea, 90 años

Por: Juan Ramón Martínez

La Fuerza Aérea de Honduras, que hoy celebra sus 90 años de fundación, es posiblemente, la rama más querida y respetada de las Fuerzas Armadas. Tanto por la educada relación con el pueblo hondureño, como por su valeroso desempeño frente a las emergencias naturales, su comportamiento en las luchas políticas y en las dos guerras que librara nuestro país, en el siglo recién pasado. La de 1957 en que expulsáramos, por su valioso concurso, las tropas nicaragüenses que, negándose al cumplimiento del Laudo del rey Alfonso XIII que determinó que la frontera la constituía en su mayor parte el curso medio del río Wans, Coco o Segovia, ocupaban ilegalmente el territorio nacional durante muchos años, hasta el río Cruta. Desde donde fueron derrotados por tropas hondureñas y el valeroso concurso de pilotos y aviones de las Fuerza Aérea de Honduras. Posteriormente en 1969, Honduras en inferioridad numérica en fuerzas de tierra, impuso un balance favorable a los intereses estratégicos hondureños, al dominar los cielos y destruir las tropas áreas salvadoreñas en memorables acciones en las que se destacaron entre otros, Enrique Soto Cano, Fernando Soto, Francisco Zepeda, Marco Tulio Rivera, Walter López, Carlos Colindres y Roberto Garay. El primero, el comandante de Fuerza que logró imponer su criterio que, había que responder con energía el ataque artero del 14 de julio de 1969 y los demás porque, al decir de Orlando Henríquez, “en el aire escribieron historia”.

Desde mis años escolares en Olanchito, Enrique Soto Cano, fue la figura más popular de todos los que habían salido a estudiar a Tegucigalpa. Cuando sobrevolaba la ciudad, efectuando maniobras que nos parecían espectaculares, la ciudad se paralizaba; y todo el mundo salía a la calle a saludar al aguilucho que, más nos honraba. Muchos otros siguiendo sus pasos, como Omar y Flavio Ramírez, Arnaldo Miranda-padre e hijo- Carlos Dubón, Alberto Urcina Reyes y Eulalio Durán, cumplieron hermosas misiones, incluso entregando su vida en el desempeño de sus tareas profesionales, ingresando nimbados de gloria, al imaginario popular.

En 1963, cuando vine a estudiar a Tegucigalpa, me recomendaron que nunca permaneciera en ningún salón, si ingresaban militares. “Debes pagar la cuenta y alejarte del lugar”. Me dijeron algunos de mis amigos. Unos meses después, con un grupo de compañeros, departíamos en un salón de mala fama; pero con mujeres muy hermosas, cuando llegaron tres militares en cuyas caras se notaba la ingesta de singulares cantidades de alcohol. Apenes les vi, me paré y fui a la caja a pagar la cuenta. Los militares notaron la acción mía. Uno de ellos, me preguntó: por qué nos íbamos. Le respondí, con la mayor sinceridad, que cumplía la recomendación de abandonar los lugares en donde ingresaran militares en estado alcohólico. Poniendo su brazo encima de mi hombro dijo: “nosotros no somos militares”. Y ante mi duda, porque andaban uniformados y portaban armas de fuego en la cintura, me dijo con orgullo: “nosotros somos de la Fuerza Aérea y los invitamos a que se queden”. Cosa que hicimos alegremente, hasta que la luz del día, nos obligó a dejar el lugar, después que los pilotos pagaron la cuenta, por supuesto. Varios Comandantes de la Fuerza Aérea, a quienes les he referido la anécdota, se han reído mucho. Con enorme orgullo. Al general Barrientos comandante actual, a quien se la conté hace una semana, la gozó igual que otros comandantes que le antecedieron en el mando. Porque en realidad, los pilotos nunca se sintieron confrontados con los civiles. Por ello, el Club de Oficiales era muy popular para nuestra generación y en varias oportunidades departimos con sus comandantes e incluso con uno de sus jefes de la Fuerzas Armadas. El mejor recuerdo, lo guardo de Regalado Hernández. Además, mientras cursaba Derecho en la UNAH, fui compañero de Soto Cano al que regularmente visito, para intercambiar recuerdos y preguntarnos sobre personas ya fallecidas que, habiéndolas conocido, eran muy cercanas a Soto Cano: la señorita Ester Soto y su tía Tona Cano, nuestra vecina en el barrio La Unión.

En la última visita, Barrientos me dio una agradable sorpresa: como buscamos un terreno para construir un museo dedicado a Valle, ofreció parte de los de la Fuerza Aérea, con tal que integráramos el Museo Aéreo que, es una honra para Honduras y el mundo.

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