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Por: Óscar Armando Valladares
En su desvelado afán divisionista, el sector oficial partidario y sus gargantas usufructuarias subestiman -con temor, casi con miedo- la posible alianza opositora que, por personales incumbencias no es nada fácil vertebrar; aun cuando, ante el continuo predominio dictatorial de 12 años y la amenaza de prolongarse fraude en mano, predispone al propósito de un entendimiento pragmático en ruta a los comicios del 28 de noviembre.
Esta predisposición quedó expresada en las urnas de marzo con la profusa presencia del electorado liberal y el de Libre, deseosos sin duda alguna de un cambio en la conducción del Estado y en el rumbo del país. Si bien durante el proceso ocurrieron indeseables manoseos, cuyos niveles de incidencia indispusieron a los precandidatos perdidosos, conviene argüir y destacar esto: tanto el volumen de votos que cada cual acopió como los altos intereses de la patria -sustentados en las minutas doctrinarias de los partidos y sus dirigentes-, vuelven indispensable articular esa alianza tantas veces visionada y prometida, cuya constitución firmemente estructurada permitiría acceder a un gobierno plural en 2022, promotor y ejecutor del programa de trabajo más acorde a la nación.
Si de antemano se descarta que una figura aislada no daría al traste con el fraude del partido gobernante -desprestigiado es verdad, pero boyante maquinaria que le dispensa el recurso monetario-, ello torna determinante el surgimiento de una candidatura presidencial como producto de un frente común. Bien están los lemas y postulados de cada quien: que Nasralla se proclame el salvador de Honduras y Luis Zelaya propugne higienizar la política; que Yani Rosenthal promueva unir las piezas del rompecabezas colorado y Xiomara Castro aspire a refundar el país; que Méndez, Ávila y Banegas deseen oxigenar sus hogares políticos. El paso previo y fundamental es, empero, extraer -de entre los cuatro precandidatos- esa persona que, de encontrarla por desprendimientos autoasumidos, encabece el gobierno entrante y goce del concurso mayoritario de diputados y alcaldes para las reformas y medidas económicas, políticas, sociales y culturales, divergentes casi en su totalidad de lo que han plasmado en tres gobiernos las cúpulas del nacionalismo.
Plantéese lo siguiente: si la conciencia patriótica y el análisis honesto y objetivo son capaces de sacudir rencillas y prejuicios, providencialismos y egolatrías, la búsqueda de esa candidatura -en reuniones aceptadas- iría dando lugar a sucesivos puntos convergentes. Sin embargo, por más esfuerzos empeñados y argumentos aducidos al final no se llegare al objetivo, a brujulear entonces la primera magistratura por el recurso eventual de un sorteo, opción de todas formas menos en entredicho que la reelección ilegal, la violencia en ascenso y la corruptela desmedida de quienes ejercen un poder omnímodo, del cual no quieren desprenderse y al cual no hay por qué darles concurso con reaccionaria testarudez.
Quienquiera que salte al ruedo -Nasralla, Xiomara, Yani- por el medio práctico que se convenga, además del apoyo de los líderes restantes, recibiría a buen seguro la aquiescencia de al menos un millón seiscientos mil votantes estimulados y esperanzados por una campaña electoral inteligente y hondamente propositiva. El acuerdo suscrito y protocolizado, previo a la escogencia por consenso o por sorteo, garantizaría el cumplimiento de las directrices pautadas, expuestas en público y en presencia de testigos y veedores. Planteadas así las cosas, ¿habrá un dirigente opositor -que habiendo asegurado de viva voz estar en “contra de la dictadura”- externe su desacuerdo a un arreglo aliancista? Frente al dilema: cuatro años de mal en peor y un proyecto unitario (incluso echado a la suerte), ¿cuál es el cabo preferible en aras del pueblo pueblo y el de su lar hogareño -padres, esposa, hijos, hermanos-?
Distan 26 días del 27 de mayo. En el término de tres semanas -o menos- sabremos si se alcanzaron resoluciones apropiadas. Anticipadamente se sabrá, por ejemplo, si se elegirá una Corte Suprema de Justicia independiente y sin relaciones de subordinación, si devendrán unas FF AA sin mandos obedientes a una camarilla, un Ministerio Público diligente, un presupuesto que privilegie sus recursos en pro de la salud, la educación, la reducción de la pobreza, la cultura… Finalmente, identificaremos a quienes depusieron personalismos por una causa común y a los que malograron la oportunidad de bienquistarse con Honduras, la historia y el estamento popular.
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