Gustavo Bustillo, el pediatra “catracho” que sanaba con sonrisas

ZV
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1 de mayo de 2021
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05:50 am
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Gustavo Bustillo, el pediatra “catracho” que sanaba con sonrisas

El pediatra Gustavo Bustillo lucía originales sombreros para despertar sonrisas en los niños enfermos a los que atendía en el Hospital San Felipe.

Dibujar una sonrisa en los rostros afligidos de niños enfermos y sanar sus cuerpos sin olvidar sus almas, fue lo que hizo, a lo largo de su carrera, Gustavo Adolfo Bustillo, un inolvidable pediatra “catracho” que, por salvar la vida de bebés y madres con COVID-19, terminó contagiado, perdiendo la batalla contra la mortal enfermedad.

¿Quién fue este profesional de la medicina a quien hoy le rinde homenaje LA TRIBUNA, en su sección Ángeles de la Pandemia?

Nació en Tegucigalpa, un 29 de diciembre de 1969, llenando de alegría el hogar conformado por la maestra Isabel Mejía y el laboratorista del Hospital San Felipe, Gustavo Bustillo.

Igual que los “cipotes” de su época, jugó potra y landa en las calles de la colonia 21 de octubre, donde creció sano y fuerte.

Sin embargo, por formar parte de una congregación cristiana, sus padres cimentaron en su alma infantil el amor al prójimo y el deseo de servir, valores que lo convertirían más tarde en un pediatra excepcional.

Cursó su educación primaria en la escuela Inmaculada Concepción y se graduó de bachiller en Ciencias y Letras en el Instituto Central Vicente Cáceres, en 1986.

Gracias al esfuerzo de sus padres y su dedicación al estudio, en el año 2000 logró el sueño de su vida, al graduarse de Doctor en Medicina y Cirugía, en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH).

Más tarde, obtuvo su especialidad en Pediatría en esta misma institución, donde años después se convertiría en uno de los docentes más admirado y querido por los alumnos de la Facultad de Ciencias Médicas.

ORIGINALES SOMBREROS

Desde que comenzó a laborar como pediatra en el Hospital San Felipe de Tegucigalpa, al doctor Bustillo no le faltaban su gabacha blanca, su estetoscopio y algo más…

Se le distinguía a la distancia, cuando caminaba contento por los amplios pasillos del centro asistencial, luciendo gorros del Pato Donald, Nemo, entre otros personajes que hacían reír a esos “chiquitines” que recibía a diario, por distintas enfermedades.

En marzo del 2020, el pediatra atendió con alegría el parto de la paciente “cero”, la primera persona contagiada con COVID-19 en Honduras, quien dio a luz a un “varoncito” sano.

Casi un año más tarde, el 17 de febrero del 2021, el doctor Bustillo perdió la batalla contra el virus, después de haber recibido en sus manos a cientos de bebés nacidos de hondureñas infectadas por la mortal enfermedad.

Celebrar siempre la vida, pese al riesgo de morir, caracterizó la labor de este profesional de la medicina que nunca le tuvo miedo a la pandemia y que le aseguraba a su familia que “todo está bajo el control de Dios”.

Hoy, solo queda su imborrable recuerdo en la memoria de su esposa, Ericka Lilí Banegas; de sus hijos, Jessica, Gustavo, Allison, Ariel, Nine y David, de sus colegas y sus estudiantes.

En el Hospital San Felipe, el pediatra era muy querido y respetado por sus colegas.

VOCACIÓN DE SERVICIO

Desde que inició la pandemia de COVID-19 en Honduras, el pediatra Gustavo Bustillo no dejó de laborar, según cuenta su hija Allison, con admiración, entre segundos de silencio y hondos suspiros que delatan su profundo dolor.

“Él trabajó toda la pandemia, él atendió pacientitos toda la pandemia, él siguió dando sus clases por Zoom, y al San Felipe, que es donde él laboraba, siempre fue, nunca dejó de ir… siempre estaba muy confiado en Dios, claro, tomando siempre las medidas de bioseguridad y todo”.

El lunes 25 de enero, luego de varios días de sentir fatiga, presentar tos y malestar general en el cuerpo, acudió al laboratorio con su esposa y Allison, donde les diagnosticaron COVID-19 a los tres.

“Lo primero que hice cuando supe que estábamos positivos dije, Dios mío, ¡cúbremelo!, porque como familia no estamos listos para que alguien se nos ponga mal, fue la voluntad de Dios…”, recuerda Allison.

Lamentablemente, Allison relata que tres días más tarde llevaron a su padre al Seguro Social de La Granja, para hacerse un chequeo, “y ahí nos dimos cuenta que él estaba mal, entonces ese mismo día lo dejaron ingresado”. El 17 de febrero, el COVID-19 le arrebató la vida.

“Él disfrutaba su trabajo y decía que las cosas que él hacía, las hacía para Dios”, afirma Allison, frase que el doctor Bustillo honró con hechos, más que con palabras, dando así un ejemplo imborrable de cómo el amor al prójimo enriquece la profesión de un médico y da paz y esperanza al enfermo. (CF)

Luego de atender el parto de la primera mujer con COVID-19 que dio a luz en Honduras, el pediatra carga en sus brazos al bebé, junto a colegas.

AMOROSO PADRE

¿Cómo era el carácter del doctor Gustavo Bustillo? Para conocer su alma, LA TRIBUNA conversó con su hija, Allison Bustillo, quien con sus recuerdos, sus lágrimas y su amor, creó un “mapa” espiritual de su progenitor.

“Él siempre se daba a querer donde él iba, siempre había alguien que lo conocía, pensaba primero en los demás y luego en él, siempre; como padre, era primero el bienestar de sus hijos en todos los sentidos, emocional, el de su esposa y siempre era él después”, afirma Allison.

DOCENTE EJEMPLAR

¿Cuál es el mayor legado profesional que deja el doctor Gustavo Bustillo? El pediatra les inculcó a sus alumnos de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) lo valioso de “tener una sonrisa, y como prioridad, darle alegría al paciente”, cuenta su hija, Allison Bustillo.

La joven agrega que “en el hospital, usted escucha a los estudiantes de medicina cómo se expresan, con qué amor trataba él a sus pacientes, el amor que él despertaba en los estudiantes para que así trataran a los pacientes, con pasión, y más que todo a los niños”.

UN ALMA SENSIBLE

¿Por qué el doctor Gustavo Bustillo se ponía sombreros de peluche para trabajar? Su hija, Allison Bustillo, manifiesta que “mi papi, donde iba con los niños, siempre andaba gorros, siempre andaba cosas llamativas que hacían que los niños se alegraran”.

“A veces hay salas donde los niños están todos tristes y decaídos, él donde iba intentaba que la gente tuviera una sonrisa”, dice la joven, quien a la vez recuerda que el doctor estadounidense, Patch Adams, creador de la risoterapia con fines médicos, vino a Honduras “y el médico que anduvo con él, en el hospital, fue mi papá”.

Si usted es familiar de algún trabajador ejemplar que haya fallecido al estar en primera línea de atención al COVID-19, y desea que su historia sea publicada, escríbanos al correo electrónico: [email protected]

Sólo las fotografías del álbum familiar les quedan a la esposa e hijos del doctor, que hoy sufren su partida.
El doctor Gustavo (de camiseta manga larga), cuando era niño, junto a su hermano y sus padres, Gustavo Bustillo e Isabel Mejía.
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