Fantasmas de gripe española reviven con el COVID-19

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10 de mayo de 2021
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05:20 am
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Fantasmas de gripe española reviven con el COVID-19

La gripe española, originada en 1918, dejó más de 500 millones de personas muertas en el mundo y el COVID-19 suma más de tres millones 200 mil decesos.

Por: Eris Gallegos

La historia ha demostrado que, a excepción de la viruela, es casi imposible erradicar una enfermedad infecciosa, de forma que el COVID-19 se prolongaría más allá de la vacuna, según las últimas predicciones de los investigadores médicos.

Sus patrones similares a la gripe española, un siglo atrás (1918-1919) reviste una preocupación entre la comunidad científica, porque sus efectos sociales, especialmente en la economía, pueden ser desestabilizantes y muy prolongados para los países pobres como Honduras.

Como sucedió con la gripe española, cuyas secuelas se extendieron hasta el 2019, el COVID-19 puede mutar para propagarse con más facilidad o evadir la respuesta inmunitaria del organismo, como ya está sucediendo con las variantes del Reino Unido, Sudáfrica y la brasileña.

Es probable, advierten los expertos, que esa mutación dé como resultado con el tiempo algo más parecido a la gripe o incluso al resfriado común y aunque actualmente la gripe común no sea una gran preocupación para la gente, cobra la vida de por lo menos 12 y hasta 60 mil personas al año.

VACUNACIÓN

Es por eso que los científicos están insistiendo que la mejor manera de evitar esa situación es distribuir la vacuna en todo el mundo lo antes posible, aunque el ritmo de inoculación marcha más lento en países como Honduras, debido a la falta de gestión oportuna para su compra, la insuficiencia de los laboratorios mundiales para atender la sobredemanda y el acaparamiento del fármaco y su patente por parte de las potencias mundiales.

El doctor Carlos Umaña, especialista del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS), consideró que “las mutaciones de los virus son muy preocupantes porque se adaptan fácilmente al ambiente y se reproducen de una manera más eficaz y eficiente”.

Esto da como resultado, agregó el experto, que la enfermedad se vuelva más virulenta, con síntomas más rápidos, como es el caso del COVID-19 que a principio se presentaba a partir del día séptimo y ahora lo está haciendo a los tres días. Además, afecta más edades, como los jóvenes.

Por último, señala Umaña, su mutación resiste a la vacuna actual, lo que obliga a un reforzamiento, pero tardará mucho tiempo. Por eso, los países desarrollados están acelerando la vacunación para alcanzar la inmunidad de rebaño, esto es, por lo menos, el 70 de la población inoculada.

“Es decir que las vacunas pueden perder efectividad frente a las mutaciones del virus y por eso es que se debe vacunar masivamente a la población antes que el virus mute, porque las vacunas ya no serán efectivas para lo que fueron diseñadas. Entonces, este es el gran problema de estar a la zaga en la vacunación. Frente a esto, se esperan más casos acelerados, núcleos familiares completos, si no aceleramos nuestras campañas, las vacunas pierden eficacia de un 94 hasta un 60%. Ese es el gran problema de las mutaciones”, subrayó el experto.

Especialistas señalan la posibilidad que el SARS-CoV-2 desaparezca por la inmunidad generalizada y sea reemplazado por otras cepas, como la gripe española de 1918 (foto) y otra es que se vuelva un virus estacional que rara vez cause una enfermedad grave.

PATRONES SIMILARES

El brote de gripe española de 1918 guarda patrones similares con el COVID-19 tanto en su letalidad entre la población como las repercusiones en el trabajo, en particular entre las comunidades más pobres y vulnerables.

Si bien, la pandemia ibérica mató a más de 500 millones de personas frente a los más de tres millones de decesos que reporta hasta ahora el COVID-19, hay muchas lecciones que aprender en la vida sanitaria y laboral de los países, como lo explica Dorothea Hoehtker, investigadora superior del Departamento de Investigaciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

El COVID-19 y la gripe española han afectado a un mundo sumamente globalizado e interconectado en el que los buques, el transporte por mar y los trenes, y hoy en día los aviones, son vectores de fácil propagación de los virus. Como 1918 fue el último año de la Primera Guerra Mundial, el consiguiente desplazamiento de tropas y refugiados fue un factor determinante en la propagación de aquel virus. En el periodo 2019-2020, los principales transmisores han sido los viajeros por negocios y por placer.

Al igual que en 2020, las únicas medidas de control de la propagación de la enfermedad en 1918 fueron el aumento de la higiene, la cuarentena de los infectados, la “distancia social” y la paralización de buena parte de la vida pública. Ello supuso restricciones masivas de las libertades civiles, y la parálisis y la perturbación de la economía.

Tanto en el periodo 1918-1919, como en la actualidad, los más pobres y vulnerables, que suelen vivir en condiciones de hacinamiento, tener un trabajo mal pagado y escaso o nulo acceso a la atención de salud, estuvieron mucho más expuestos a la infección. También fueron los primeros en sufrir medidas de confinamiento más estrictas, y los que más riesgo sufrieron de perder la vida y sus medios de vida.

Científicos afirman que la mejor manera de contrarrestar la propagación del COVID-19 es distribuir la vacuna en todo el mundo lo antes posible.

COVID-19: ¿DESAPARECERÁ?

La historia demuestra que es casi imposible erradicar una enfermedad infecciosa, según John Wherry, director del “Institute for Immunology de University of Pennsylvania”. Los seres humanos solo lo han logrado una vez, con la viruela. Otras enfermedades virales, como el sarampión, casi se han eliminado en Estados Unidos por medio de la vacunación, ya que las vacunas inducen algo llamado “inmunidad esterilizante”. Esto significa que las personas vacunadas no pueden infectarse ni transmitir la enfermedad.

Ese no es el caso con el COVID-19, explica la doctora Clare Rock, profesora adjunta de Medicina en la División de Enfermedades Infecciosas de la Facultad de Medicina de la Universidad “Johns Hopkins”. Según Rock, tanto la vacuna contra el COVID-19 como la vacuna contra la influenza “no producen esa inmunidad esterilizante y, por lo tanto, las personas aún pueden contraer infecciones leves. Sin embargo, todavía no sabemos si pueden transmitir la infección a los demás”.

“Se ha demostrado que la vacuna contra el COVID-19 es muy eficaz para prevenir enfermedades y protegernos contra complicaciones graves u hospitalizaciones. Por lo tanto, se espera una gran disminución en la cantidad de muertes y hospitalizaciones a medida que más y más personas se vacunen. De todos modos, “esta no es una vacuna que va a erradicar la COVID-19”, dice Rock.

Además, hay otros factores que podrían influir en la persistencia de la enfermedad, como la cantidad de personas que opten por vacunarse o la aparición de variantes del virus que sean resistentes a las vacunas. Cada vez que el virus se transmite de persona a persona, acumula cambios en su código genético.

“Cuanto más se reproduzca el virus, más variantes se producirán”, señala Wherry. “La gran mayoría de esas variantes no tienen futuro, pero estás jugando a la ruleta rusa. Cuantas más balas haya en el arma, más probable es que suceda algo malo”.

Muchas personas pronosticaron que la pandemia, detectada primeramente en Wuhan, China Popular, disminuiría durante el verano del 2020, pero no fue así.
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