Ayuda de una universidad

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14 de mayo de 2021
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12:03 am
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Ayuda de una universidad

Por: Juan Ramón Martínez

Las tareas para abrirse paso, en el bullicio y la polarización emocional de la población, promoviendo la forja de una conciencia colectiva de unidad para enfrentar el futuro, no son fáciles. Especialmente, cuando no se tiene recursos y hace falta la colaboración de los altos centros de estudio del país. Pero, de repente uno encuentra apoyo en el Cohep -está interesada en traer a Yuval Harari, para que nos responda en qué, se basa para afirmar que Honduras desaparecerá el 2050, en la edificación de la estructura física que nos permite dejar para el tercer centenario, un monumento que indique cómo reaccionamos en la celebración de los 200 años de lucha por la independencia, y en la edición de un libro que señale el camino para el desarrollo económico nacional- en algunos ministerios del gobierno, especialmente en Educación, Gobernación, Relaciones Exteriores, Seguridad y Comunicación Estratégica, empresarios, banqueros e intelectuales. Pero esta vez, queremos resaltar la cooperación que la Universidad Católica nos ha brindado.

Como hemos escrito antes, estamos interesados en construir un museo de la Casa Valle; edificar un panteón nacional para guardar los restos de los compatriotas que han dignificado al país; levantar una plaza dedicada al mestizaje que honre la integración nacional, y en la restauración del Obelisco que, hace casi cien años, el gobierno de Rafael López Gutiérrez edificó a las orillas del río Guacerique. Tocamos muchas puertas. El Instituto de Antropología e Historia, nos envió una arquitecta que, después de varias promesas, no hemos vuelto a saber de ella. De repente creyó que era una pérdida de tiempo celebrar 200 años; que nosotros no somos confiables. O, a saber, qué. De ella solo recuerdo los pantalones “rotos”; sus preguntas sobre terrenos que no tenemos, y su falta de información sobre monumentos parecidos, levantados en Francia, España, Estados Unidos, México e Italia. En cuanto encuentre al licenciado Portillo, le preguntaré por ella. De repente, está mal de salud. Y confinada, en su residencia particular

Ante este vacío, comisionamos al más joven historiador del equipo, Miguel Rodríguez, egresado de la UNAH, de enorme talento y gran deseo por aprender de los demás, para que hablara con las autoridades de arquitectura de la Universidad Católica. No esperaba nada. Pero me he llevado, la más agradable de las sorpresas. La Facultad de Arquitectura, su decano Erasmo Javier Maradiaga, y sus colegas Salvador Romero, Janeth Guevara, María Eugenia Toro, Juan Carlos Manzanares, Patricia Mendoza y 91 estudiantes más, han realizado los diseños, producido las hojas indicativas y señalado todos los secretos de obras que, pondremos en manos del gobierno hondureño, para que, en algún momento futuro, cuando las prioridades culturales vuelvan a ser significativas, pueda edificar estas obras necesarias para la identidad.

En una sesión vía Zoom, hablamos del futuro, revisamos los diseños y escuchamos las explicaciones técnicas, y quedé sorprendido con la sensibilidad de este grupo de jóvenes profesionales que, de verdad, les interesa el futuro del país. Que están convencidos que la juventud tiene una responsabilidad y que, Dios no nos ha dejado desamparados. Todo lo contrario. Que, está a nuestro lado, dándonos fuerzas y voluntad para seguir adelante.

Pero además de estos sentimientos, experimenté mucho orgullo porque, como católico -aunque no por ello vinculado con la Universidad Católica, que no siempre se interesa en los que no nos considera “ovejas perdidas” -la respuesta de una universidad que se maneja dentro de otro esquema de valores, haya reaccionado en la forma que lo hicieron. En cambio, la Escuela de Arquitectura de la UNAH, -pese a que nos conocemos con la secretaria y la decana de Humanidades de esa casa de estudios- ni siquiera acusaron recibo de la nota pidiéndoles apoyo.

Este artículo respira optimismo. No todos estamos dañados por la haraganería, la pedigüeñería o la falta de compromiso con Hondura. Los jóvenes arquitectos, se ven fuertes, imaginativos, creadores y con habilidad excepcional, lo que nos da esperanzas. No todo está perdido. Hay jóvenes que quieren a Honduras, que no buscan emigrar; ni encontrar en el exterior gobernantes diferentes a los elegidos por el pueblo. De verdad, estoy orgulloso de la Universidad Católica y de su Escuela de Arquitectura. Y descubrir, que la universidad vinculada a su religión, cultiva valores vinculados al compromiso, al trabajo creador y al servicio al bien común. ¡Muchas gracias, queridos compatriotas!

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