Escenas antológicas (I)

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15 de mayo de 2021
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12:36 am
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Escenas antológicas (I)

José María Leiva Leiva.

 

La historia universal del cine está repleta de momentos memorables, que les convierte en un referente dentro de la industria del séptimo arte. De aquí que se afirme, que “cuando una secuencia ha trascendido la barrera del tiempo y el olvido, ya sobrevuela por encima de cualquier juicio individual de sus espectadores al quedar grabadas en la memoria colectiva”. Sirva de aclaración, que podríamos escribir una enciclopedia vasta y suficiente con dichas menciones, pues son innumerables y para todos los gustos y preferencias, pero pretendo ceñirme a tan solo los siguientes ejemplos:

                                   1) En la película “El último” (1924), de Murnau, (muda, y en blanco y negro) destacar los múltiples gestos expresionistas de Emil Jennings, un viejo portero de un emblemático hotel, que por su avanzada edad es bruscamente degradado a mozo de los lavabos, razón por la cual, lo despojan de su distinguido uniforme de corte militar que lo hacía pasar ante su miserable comunidad de vecinos, como un personaje respetable, siendo incluso, rechazado por su propia familia.

 

2)Sin novedad en el frente”, es una película antibelicista estadounidense ambientada en la Primera Guerra Mundial entre alemanes y franceses. Cinta dirigida por Lewis Milestone, en 1930, basada en la novela homónima de Erich Maria Remarque, que resulta un catálogo de secuencias memorables, entre las que destaca la de Paul Bäumer (Lew Ayres), quien en uno de los combates termina atrapado junto a un enemigo francés (interpretado por el actor de comedia Raymond Griffith) en un agujero durante los bombardeos. En el momento lo hiere con su cuchillo, y le ve morir tras una larga agonía, e incluso, intenta prestarle primeros auxilios. “Sin novedad en el frente”, obtuvo dos premios Óscar: Mejor director y Mejor película. En 1979, hay un  remake para la TV, dirigido por Delbert Mann.

                                   3) Freaks (La parada de los monstruos) es una película estadounidense de 1932 dirigida por Tod Browning, adaptada del cuento corto de Tod Robbins, Espuelas (Spurs, 1932). Estamos ante una de las películas de Hollywood más controvertidas de todos los tiempos, por haber contado en su elenco con decenas de personas con discapacidades físicas e intelectuales (rarezas biológicas, léase seres deformes, tullidos y con diversas amputaciones), casi todas provenientes de los espectáculos de fenómenos (Freak Show), que se dan en circos, carnavales y ferias.

 

                                   Tenemos aquí: casos de enanismo normal o común, y enanismo acondroplásico; el esqueleto humano que padece fibrodisplasia osificante progresiva; la mujer barbuda; la mujer cabeza de pájaro; una mujer-hombre (un hermafrodita); tres mujeres microcéfalas; la mujer sin brazos; las siamesas unidas por la cintura y con órganos independientes; el hombre con una malformación llamada Amelia (un tronco humano), y el hombre sin piernas ni abdomen.

La película tiene al menos, dos escenas memorables que resaltar. Todo comienza cuando Hans (Harry Earles) uno de los enanos del circo, que está comprometido con la pequeña Frida (Daisy Earles), es seducido por la bella trapecista Cleopatra (Olga Baclanova), interesada en una cuantiosa herencia que Hans está a punto de recibir. Para lograr su objetivo, traza un plan contando con la complicidad de su amante, Hércules (Henry Victor), el forzudo del circo, que consiste, primero, casarse con él, y segundo envenenarlo para así quedarse con el dinero y huir con Hércules.

 

Y aquí llegamos a un momento excepcional del filme: el banquete de boda, donde vemos a todo el cast de la película cenando. Cleopatra echa veneno en una botella de champán y le ofrece varias copas a Hans. La mujer se emborracha y se empieza a reír a la cara de Hans llamándole bebé, mientras besa a Hércules. Mientras tanto un enano que estaba en el banquete se sube a la mesa y propone hacer una copa de amor, en donde van bebiendo todos. No es más que una ritual social para decir a Cleopatra que ella es una de los suyos, y por tanto, que la aceptan.

 

Pero, en ese momento, entra en cólera, se levanta de la mesa y empieza a gritarles: “Sois unos monstruos”, “freaks”, “fuera de aquí”. El engaño salta a la luz y Hans es humillado públicamente por la malvada y ambiciosa mujer, quien se pasea con el diminuto hombre cargado sobre los hombros. Acto seguido, “los “fenómenos” de circo que dan nombre a la película deciden, bajo el imperativo categórico de “Ofende a uno y ofenderás a todos”, vengar a Hans. Para ello pergeñan un plan que culminará con el asesinato de Hércules y la mutilación de Cleopatra”.

                                   4)Una noche en la ópera”, dirigida por Sam Wood en 1935, es la sexta película de los hermanos Marx. Imperdible la escena del camarote 58, que ocupa Groucho Marx, el cual tiene reducidas dimensiones, dentro de un barco con destino a Nueva York con las estrellas de la ópera de Milán. Camarote que va a ser ocupado por un enorme baúl en donde van como polizones Harpo, Chico y Allan Jones (como Ricardo ‘Ricky’ Baroni). Y al que después llegarán otras 11 personas que terminaran expulsados abruptamente del lugar, cuando ya no exista espacio ni para la duda. Son estos: 2 aseadoras, un plomero y su asistente, una barrendera, la manicura, la sobrina de la tía Micaela que busca hablar por teléfono y 4 camareros.

 

                                   5)Lo que el viento se llevó” (1939), adaptación de la novela homónima de 1936 de Margaret Mitchell, dirigida por Victor Fleming. De su universo de secuencias memorables, cito tres: A) La fiesta benéfica que se celebra en Atlanta para recaudar fondos en pro del ejército confederado. Scarlett O’Hara (Vivien Leigh), que acaba de enviudar asiste al acto con Melania Hamilton (Olivia de Havilland). Aquí termina por bailar con su enamorado Rhett Butler (Clark Gable), ante la desaprobación y el escándalo de las señoras de edad que asisten al evento, con desmayos y sales incluido (como el de la tía Pittypat Hamilton/ Laura Hope Crews), por no respetar Scarlett, el luto y el dolor que supuestamente está “sufriendo”.

  1. B) La confección del vestido de terciopelo verde que una empobrecida Scarlett O’Hara fabricó con unas cortinas antes de ir a pedir ayuda financiera a Rhett Butler, quien está detenido en una cárcel, acusado de matar a un hombre negro que había insultado a una mujer blanca y que puede ser condenado a la pena de muerte en la horca. Walter Plunkett (quien diseñó el vestuario de más de 250 películas de Hollywood), dejó su marca con su trabajo para “Lo que el viento se llevó”. Supo reflejar aquí, la transformación de Scarlett O’Hara de “jovencita tierna y coqueta” a “mujer fría y manipuladora, endurecida por la Guerra de Secesión y capaz de cualquier cosa por salvar la plantación familiar, Tara”.

 

Plunkett, que era un gran costurero, confeccionó este diseño con algo menos de pericia a propósito, para que pareciera hecho a contra reloj, y lo dejó al sol para emular el efecto gastado de las cortinas”, escribe Astrid Riehn, en el sitio https://www.lanacion.com.ar/ Y la tercera escena la podemos contemplar al final del filme, cuando Rhett Butler encara a Scarlett en el dintel de la puerta y le dice: “Francamente, querida, me importa un bledo”. Ello, en alusión a la pregunta que ésta le hizo, al saberse abandonado por él: “¿A dónde iré? ¿Qué haré?”. La frase que se ha convertido en una de las más populares de la historia del cine.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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