Jorge Alberto Ponce, el bombero que ofrendó su vida para servir

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15 de mayo de 2021
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05:50 am
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Jorge Alberto Ponce, el bombero que ofrendó su vida para servir

El bombero Jorge Alberto Ponce falleció contagiado por COVID-19 a los 43 años de edad.

Por: Carolina Fuentes

Trabajo, amor, solidaridad… Estas tres palabras resumen la vida de Jorge Alberto Ponce, un ejemplar bombero que por 16 años venció al fuego y salvó vidas, pero perdió la batalla contra un enemigo invisible, el COVID-19.

¿Quién fue este bombero “catracho” a quien hoy se rinde homenaje en la sección Ángeles de la Pandemia?

Nació en Tegucigalpa un 3 de julio de 1976 y creció en el barrio El Bosque, junto a su madre, Gloria Argentina Ponce, quien forjó su carácter luchador, enseñándole el valor del trabajo.

Ver el sacrificio de su mamá por sacar adelante a sus cuatro hijos, al laborar para una compañía de limpieza, inspiró a Jorge a aprender carpintería, para ayudar con los gastos del hogar.

Sus primeras letras las aprendió en la escuela de su barrio, la 14 de Julio; y más tarde se graduó de perito mercantil en el Instituto Jesús Aguilar Paz, en Comayagüela.

El bombero era muy feliz junto a su esposa, Olga Patricia Godoy, y sus hijos Ariana Michelle, Anthony David y Jorge Alberto.

SU GRAN AMOR

El colegio, sin embargo, le dejó algo quizá más valioso que su título profesional, pues allí conoció a una “jovencita” que desde entonces se convertiría en la dueña de su corazón.

Jorge tenía 17 años cuando inició su noviazgo con Olga Patricia Godoy Banegas, de 14, a quien llamaba Paty, con cariño.

Tres años más tarde conformaron un hogar, a pesar de la sorpresa de sus padres, que los consideraban aún muy “cipotes”.

Con el paso del tiempo, procrearon tres hijos: Jorge Alberto, que ahora tiene 22 años; Ariana Michelle, hoy de 14; y Anthony David, de 9.

Por varios años, Jorge trabajó como taxista para mantener a su familia y fue a los 29 años de edad que sintió el llamado de servir y se integró al benemérito Cuerpo de Bomberos.

A lo largo de 16 años, Jorge Alberto Ponce se entregó con pasión y vocación de servicio al Cuerpo de Bomberos.

VOCACIÓN DE SERVICIO

Si el cuerpo reflejara las heridas del alma, la piel de Paty sangraría… El dolor de haber perdido a su esposo, luego de 25 años de felicidad juntos, es un golpe duro. Recuerda que cada vez que Jorge salía a cubrir una misión, siempre lo encomendaba a Dios.

Para el caso, relata que sintió cierto temor en el 2014, cuando Jorge, junto a un equipo de bomberos, estuvo durante una semana en la mina Cuculmeca, en El Corpus, Choluteca, para rescatar a varios mineros que habían quedado soterrados. El saber que ingresaría a la mina y que corría el riesgo de quedar ocho metros bajo tierra, la mantuvo nerviosa en ese entonces.

“Mi rutina y mi costumbre era, siempre que él se iba a trabajar, encomendarlo a Dios, el beso de despedida y pedirle a Dios que lo guardara”, expresa.

También viene a su memoria el incendio del mercado Colón, en abril del 2020, un mes después de que en Honduras surgiera la pandemia de COVID-19.

“El último incendio en el que yo sentí un poco de temor fue en el del mercado, él estuvo allí, recuerdo que desde mi casa se miraban las llamas tan cerca y mis hijos empezaron a llorar”, recuerda Paty.

Durante 13 días estuvo hospitalizado en el IHSS el ejemplar apagafuegos.

TEMOR AL CONTAGIO

Una vez que el mortal virus se convirtió en el mayor peligro, la familia empezó a vivir en zozobra. Mientras Jorge apagaba incendios, Paty atendía a los clientes en su pulpería, de tal manera que el riesgo de contagio era latente.

Los galones de gel antibacterial y los paquetes de mascarillas se convirtieron, desde entonces, en parte de su canasta básica.

“Él era bien temeroso a llegarse a contagiar, todavía cuando él estaba interno en el Seguro, él me decía, no sé dónde me contagié, y yo le decía, amor, de qué sirve pensar en eso”, relata la viuda.

Después de varios días con gripe, fiebres, malestar en el cuerpo y una tos que le enronqueció la voz, al bombero le diagnosticaron COVID-19 y también a su hija, Ariana Michelle.

Durante 13 días, Jorge permaneció hospitalizado en el Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS) y Paty cerca de él, sumida en la angustia y sin comer. El 18 de marzo, a las 5:00 de la mañana, el COVID-19 le arrebató la vida al ejemplar hondureño.

Ese día, su esposa entró a la sala, “y lo miro acostado en aquella camilla…”, cuenta Paty, sin poder contener el llanto.

Dice que Jorge estaba “dormidito, como siempre lo miraba, porque los últimos días lo tenían como anestesiado… Y le pregunto a la doctora qué necesita y ella me sacó de la sala…”, expresa la viuda, entre sollozos.

Olga Patricia Godoy, junto a sus hijos, le ponen flores a la tumba del bombero Jorge Alberto Ponce.

¡FUE TAN DOLOROSO!

“Allí fue donde me dio la noticia, que lo sentía mucho, que había fallecido y que habían hecho hasta lo imposible por él. ¡Fue tan doloroso!, tan impactante, yo no lo creía, me metí a esa sala a despertarlo… Y yo que me miraba viejita con él”, relata Paty, llorando.

A seis horas de haber fallecido, el bombero Jorge Alberto Ponce fue sepultado en el cementerio San Miguel Arcángel. Hoy, su ejemplo de trabajo y vocación de servicio son el legado que deja, no solo a sus hijos, sino a todos los hondureños.

EL MEJOR ESPOSO
Con nostalgia, Olga Patricia Godoy Banegas comenta que su esposo, el bombero Jorge Alberto Ponce, “fue el mejor esposo, un papá entregado a su familia, amoroso, luchador por nosotros…”.

“Yo viví 25 años con él, para mí fue lo mejor… para mí tocar el tema de Jorge es una puñalada en mi corazón… Lo último que me dijo fue te amo, cuida a mis “babis” y mi acción fue tirarle besos con las manos”.

UN PAPÁ EJEMPLAR
Anthony David Ponce Godoy (9), hijo del bombero Jorge Alberto Ponce, afirma que “mi papá era muy ejemplar, nos trataba muy bien, la verdad a mi papá yo lo extraño mucho, fue el mejor hombre para mi vida”.

Con la voz entrecortada por la tristeza agrega que “siempre lo quise y siempre lo voy a querer, aunque no esté, y donde esté, Dios nos da muchos propósitos, fue un hombre muy bueno”.

AMIGO Y CONSEJERO
Con serenidad y evidente orgullo por su padre, Jorge Ponce Godoy (22) manifiesta que “yo a mi padre siempre lo voy a llevar en mi corazón, considero que fue un gran hombre, así como un buen padre”.

Agrega que “para mí no solo fue un padre, sino un amigo y un consejero; recibí buena educación de él, me enseñó qué era lo malo y lo bueno, me enseñó a luchar por mis sueños… esa fue la voluntad de Dios y toca seguir adelante”.

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