La realidad

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17 de mayo de 2021
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12:05 am
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La realidad

Por: Otto Martín Wolf

Vivimos en un planeta del cual jamás podremos salir, estamos encerrados en él y, aunque puede ser maravilloso, pareciera que nos enfocamos -y divertimos- en destruirlo.

La absurda y hasta obscena acumulación de riqueza por parte de unos pocos y la terrible miseria de la mayoría.

Solución para esto?

No la hay, no existe una solución, nunca ha existido y jamás la habrá.

Muchos sistemas económicos lo han intentado, como el comunismo, por ejemplo y hasta quizá con buenas intenciones, pero no lo logró.

Lo más cercano es el socialismo que viven algunas naciones -y quizá esa podría ser la respuesta para todo el planeta- pero primero se necesitaría que todos alcanzaran el grado de educación de estos países, lo que nos lleva al punto de inicio, la desigualdad no solo es en la riqueza, es en la formación, la educación, la cultura y las creencias. Terminar con esa desigualdad inicial es imposible, aunque valdría la pena intentarlo.

Esa es la realidad.

Es realidad también -y profundamente dolorosa- que todas las personas que conocemos, todos los seres que amamos, respetamos y admiramos, así como aquellos cuyos criterios no compartimos, todos algún día morirán, más tarde o más temprano.

Si bien es triste pensarlo también podría ser inspirador, saber que todos terminarán algún día, debería de servir para mejorar nuestras relaciones con familiares, amigos, asociados y, en una escala más grande, para que todos los miembros de la sociedad -y del planeta- también mejoraran el trato.

Quizá así se evitarían conflictos innecesarios y guerras estúpidas.

Eso también es realidad.

También algún día -quizá no muy cercano, pero no por eso menos seguro- todos los imperios, todos los gobiernos, todos los países, todas las culturas, todas las empresas, todos sin excepción terminarán, tal y como ha ocurrido con todos los imperios del pasado.

Terminaron los más grandes, los más ricos, los más poderosos, los más fuertes y también los más débiles.

Terminaron todos los imperios, todos los emperadores, todos los líderes, todos los reyes y hasta todos los dioses del pasado.

Antes de los actuales hubo dioses y creencias que duraron mucho más que los presentes que, también e inevitablemente, algún día terminaron.

Lo mismo ocurrirá con los actuales y, también, los que vengan en el futuro.

Grandes civilizaciones desaparecieron; Roma, Egipto, Sumeria y quién sabe cuántas otras antes que ellas cuyos nombres, costumbres e historia se perdieron para siempre entre las brumas del tiempo, así como los recuerdos de los seres humanos que las formaron, tal y como algún día se perderán los nuestros.

En un futuro distante los mismos continentes que hoy albergan a la humanidad que se mueven lenta pero inexorablemente, cambiarán por entero la geografía del planeta.

Las cordilleras y las montañas más altas dejarán de serlo, los ríos cambiarán su curso e inclusive desaparecerán por completo, dando paso a un nuevo mundo que, a su vez, también cambiará algún día.

El mismo sol dejará de existir como tal dentro de cinco mil millones de años; cierto que parece mucho tiempo, pero no hay plazo que no se venza.

Todo lo que conocemos y apreciamos, todos los valores actuales están destinados a desaparecer, a terminar algún día.

Poco a poco o rápidamente, todo finalizará.

Esa es una realidad que debería hacernos más humildes y permitirnos disfrutar más del instante de vida que tenemos.

ottomartinwolf.com
[email protected]

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