Política exterior y buen juicio

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18 de mayo de 2021
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12:47 am
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Política exterior y buen juicio

Juan Ramón Martínez

Si la política es ciencia y arte, la política exterior es, además de ciencia, oficio de orfebrería. En donde las condiciones internas, proyectadas hacia terceros, permiten garantizar derechos y posiciones, defendiendo espacios de seguridad innegociables. En la historia de Honduras, no podemos encontrar una política exterior en sentido lato; pero sí, comportamientos individuales de autoridades que, hablando en nombre del Estado hondureño primero y de la República después, se aprecian atisbos de deseos e intereses, por lograr o conservar. Lindo, Guardiola y Alvarado destacan en este, primer período de definiciones. Al inicio de la vida independiente, es visible la vacilación de una subregión, dominada por los intereses mexicanos, una vez que la crisis española hace innecesaria la intervención para proteger y defender una zona periférica como Centroamérica. Preferían los españoles, estratégicamente, atrincherarse en el Caribe, haciéndose fuertes en Cuba y en Puerto Rico. Y es notoria la intervención, además de México que la considera suya, la de los ingleses que dueños del caribe, solo dejan espacio al nuevo gigante regional, Estados Unidos que, desde la doctrina Monroe, tiene muy claramente definida la nación que quieren construir.

Centroamérica, es en pocas palabras, dentro de la política exterior, una región que no sabe adónde ir. Y en la que, las diferencias parroquiales, impiden el desarrollo de una institucionalidad fuerte que, proyectada hacia el exterior, pueda fijar puntos claros de sus intereses por defender. Es notorio que, fuera de acciones militares de supuestas reivindicaciones españolas sobre puertos hondureños, Centroamérica primero y sus estados después, nunca tuvieron claro como recomponer sus alianzas con España. El reconocimiento de nuestra independencia, ocurrió casi 40 años después.

Una vez consolidado el poder de Estados Unidos en el Caribe; neutralizada Gran Bretaña, y aislada Colombia después de la independencia de Panamá en 1904, todos los estados disgregados de las provincias unidas de Centroamérica, se convirtieron en satélites de Estados Unidos. 1907 es un año clave para apreciar la intervención de USA en los asuntos de la región, favorecida por las mutuas e irresponsables intervenciones de los estados, unos en contra de otros, en sus asuntos internos. Hasta Costa Rica interviene. Guatemala, con sus aires de ex capitanía general, nos impone un gobernante. Mientras años antes, Medina derrota al gobierno salvadoreño de Dueñas e impone al mariscal Gonzales, que al final lo traicionará y contribuirá -en alianza con Soto-, a su fusilamiento en Santa Rosa de Copán. José Santos Zelaya impone a los liberales de Honduras y cuando se le rebelan, en 1907, derrota a El Salvador y a Honduras, coaligados, en una derrota vergonzosa que Bonilla, transformara en victoria, ya cuando Zelaya haya quedado en el pasado y se empiezan a justificar las intervenciones de los marines en Nicaragua, para luchar contra Sandino.

Es decir que hay lecciones sobre hechos; pero no, sobre juicios que los justificaron. Ahora, de cara al descuido de USA de su “patio trasero”, al que le restó importancia, hasta que el crecimiento poblacional -“arma” que ya habían anticipado con su financiamiento a programas de control de la natalidad en los años 70 y 80 del siglo pasado-, convirtió a la migración ilegal en un problema de seguridad para su frontera sur. Cuando quisieron reaccionar, China, ya estaba aquí. Y ahora, como le ocurriera a Bolívar -ver la Carta de Jamaica- y a Fidel Castro, con mayor éxito y Maduro como vagón de cola, se juega a la política exterior, detrás de las faldas de los imperios confrontados. Unos, aferrados a Estados Unidos y otros, en una fantasía que tiene mucho de infantil, buscando en China y proponiendo la unidad de Centroamérica, como estrategia para lograr protagonismo; e, imponer una política exterior propia.

El objetivo es claro, simple y compartido. Los medios, oportunistas y apurados, porque parten de juicios a priori, basados en que China quiere acelerar su presencia en una zona marginal para Estados Unidos, con aliados más por miedo que por intereses, descuidando los espacios del mar de China, en donde el imperio oriental, tiene sus intereses principales. Lo que puede parecer moneda de cambio, Taiwán, no tiene suficiente valor porque, estratégicamente, USA tiene claro lo suyo allá; y seguro, lo que cuenta aquí. Unos vociferantes desvelados, no podrán hacer una política exterior regional, desde la improvisación y la visceralidad. Necesitamos cerebros.

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