LA ALINEACIÓN DE LOS ASTROS

MA
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19 de mayo de 2021
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12:25 am
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LA ALINEACIÓN DE LOS ASTROS

GANADORES Y PERDEDORES

AH Piñera, ¿escucharon qué bonito estuvo su discurso? Dijo: “Cuando funciona la democracia, ganamos todos”. Aplausos. ¿Y funcionó allá la democracia? Apenas un 40% de los censados votaron en estas recientes elecciones. Convocadas para renovar sus alcaldías y elegir una Convención Constituyente. Veamos. Salió del asedio a su gobierno obsequiando una nueva Constitución. Sitiado por protestas que duraron varias semanas, actos de pillaje, saqueo a tiendas, supermercados y negocios, quema de propiedad pública y privada, acorralado agarró por el atajo. Como haría cualquier otro político. Zafarse de este berenjenal de hoy, pero sin calcular –menos que importe mucho– qué consecuencias puedan venir después. Les tocará a otros lidiar con ellas. Los problemas que hoy en día viven los chilenos, no van a desaparecer virtud de un nuevo texto constitucional. Vea no resulte que más bien consiga alborotarlos. O que todo cuanto se les ocurra meterle a la nueva no acabe malogrando mucho de lo que habían logrado conquistar hasta ahora.

De momento, solo el temor de los mercados, por la inclinación tan a la izquierda de la nueva asamblea constituyente, –el miedo de cambios radicales que se le introduzcan al sistema vía la socialización de la economía– produjo un desplome en la bolsa chilena del 10% y la caída del peso chileno de un 3.5%. Hay inquietud que los cambios poco ortodoxos proclives a la estatización, vayan a destartalar los pilares que, en cierta medida, han hecho del sistema chileno una fórmula exitosa. Por supuesto, redactar una nueva carta magna, bajo la satanización de la actual –que fue la que dizque heredaron de Pinochet– levanta muchas ilusiones. Sin embargo, fue con la vigente que el sistema chileno se ofrecía como ruta para salir del atraso. Chile pasó de la cola tercermundista a acariciar los umbrales del primer mundo. Construyó la institucionalidad que le permitió ser un país próspero. Y tampoco es tan cierto que la Constitución que van a abolir fuese obra del dictador. Ese fue el fruto del consenso político alcanzado después que el NO ganó la consulta plebiscitaria provocando la eventual salida del general y el traspaso del poder del régimen militar a los civiles. Nadie alcanza entender cómo la fórmula generadora de los milagros de bienestar repentinamente se volvió tóxica. Un buen modelo económico, boyantes años de los mercados, alternancia política y democracia, altos estándares de vida de la población, súbitamente resulta no ser la utopía que todos imaginaban.

La virulencia de los actos intempestivos desatados por indignados en las calles y lo prolongado de la revuelta –originada por un aumento de los pasajes del metro–destartalan ese ejemplo ensoñador. ¿Qué ocurrió? Las inequidades sociales, concluyeron. Como si algún modelo –ninguno es perfecto, todos son perfectibles– estuviese libre de desigualdades. Aparte de ello, ¿de dónde sacan que repellando la Constitución de ilusiones vayan a conseguir una sociedad más equitativa? Allí tienen la Constitución promulgada por el finado venezolano –durante la bonanza petrolera, con la mayor parte de la voluntad popular alineada y un mínimo de oposición en contra– como testimonio de lo que hace ese modelo plurinacional de Constitución con el país y la sociedad. Arruinarlos. Muchos celebran alborozados la hazaña de enterrar la vieja para dar vida a una nueva Constitución. Casi equivalente a un nuevo nacimiento de la república. Dan como un hito histórico la composición de la Convención Constitucional –actores, escritores, profesores, activistas sociales, abogados y también políticos tradicionales– encargados, con el don de la escritura, pero no de acciones ni con hechos, ni inculcando mejores conductas y actitudes, de erradicar la inequidad social de una vez por todas. Sentimos desentonar con la mayoría eufórica y tener que desengañarlos. Pero no son las constituciones ni las responsables ni las culpables de los buenos o malos destinos de los pueblos. Son las personas, los liderazgos, los gobiernos y los comportamientos colectivos. Y en Chile, pensábamos que todos los astros se habían alineado. Pero como que allá también ocupan que baje el Sisimite.

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