El poder de confusión fatal

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20 de mayo de 2021
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12:03 am
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El poder de confusión fatal

Por: Segisfredo Infante

La percepción sensorial es eso, una percepción. Pero detrás de ella pueden arremolinarse la verdad, la mentira, la distorsión, las exageraciones, la difamación, el minimalismo, las frivolidades, el falso testimonio, la calumnia, las sentencias a muerte y las medias verdades. Esto ha existido siempre a lo largo de la “Historia”, en diversos momentos extremadamente trágicos, sobre todo en el siglo veinte, en donde los verdaderos estadistas tuvieron que recurrir al “arte adivinatorio”. Pero el fenómeno se ha elevado, hoy en día, a su máximo nivel, mediante el esquema gelatinoso de las redes sociales, en donde nadie está seguro de nada; excepto los rencorosos de siempre, que desde diversos tinglados ideológicos, pisotean el alto valor occidental de la misericordia hacia el prójimo “contrario”. O hacia sus propios amigos.

Hagamos constar, en este punto, que el concepto de “ideología” fue utilizado, creo que por primera vez, durante el año 1796, por el pensador Destutt de Tracy, con la pretensión de convertirlo en sinónimo de ciencia. Más tarde el vocablo fue manipulado, despreciativamente, por distintos políticos y escritores que rechazaban el concepto de “ideología”, convirtiéndose, ellos mismos, en ideólogos de “algo”. Ahora sabemos que las ideologías se alzaron como dogmas cerrados para la toma del poder; o para mantenerse a todo trance en el mismo. En la actualidad las ideologías poseen la capacidad del disimulo y la mezcla, presentándose con lenguajes seudocientíficos; o escondiendo sus propios dogmas, o sus verdaderas intenciones, con el fin de manipular a “las masas”. Es como cuando un religioso niega públicamente que él “no pertenece a ninguna religión”, con el fin de engatusar a los desinformados o a los incautos.

He expresado en otros artículos que vivimos en tiempos aciagos o infaustos. Parte de esta fatalidad es un remolino de confusiones teóricas y prácticas, en el cual estamos sumergidos hasta el cuello, en medio de un “mar amargo” que impide respirar abiertamente, y que obstaculiza la visión del horizonte. Lo único que acaso percibimos es el poder disimulado de las ideologías de diverso signo; incluyendo las ideologías racistas que subsisten y se ensañan con los mestizos. Por cierto que el racismo, con pretendida máscara científica se extendió, con las investigaciones biológicas, a partir de los siglos diecinueve y veinte, promulgando leyes sustentadoras del sectarismo racial.

Nosotros hemos aprendido a identificar entre las percepciones sensoriales de cada día, el verdadero conocimiento. Con el filósofo Platón aprendimos a derivar, por analogía, que una cosa es el mundo sensorial que aparece y desaparece constantemente ante nuestros ojos y oídos, con el respaldo de buenos retóricos, y otra cosa es el mundo trascendental de las “Ideas” invisibles que le imprimen sentido al mundo corporal. Varios científicos importantes de la primera mitad del siglo veinte reivindicaron las tesis de Platón, en torno a la vieja alegoría de la caverna, en tanto que Platón había sido despreciado por la ciencia mecanicista anterior. Algunos físicos teóricos del siglo veinte coincidieron con Platón que la realidad es un mundo de sombras difíciles de atrapar. Y que nuestros sentidos pueden perfectamente engañarnos. No se trata, pues, de coincidir en un ciento por ciento con Platón, sino de establecer ciertas analogías conceptuales relacionadas con los cambios históricos y políticos sensoriales o escurridizos, respecto de la permanencia de largo plazo de conceptos filosóficos sólidos y en consecuencia sobrios, al margen de la confusión y fugacidad de ciertas cosas. Los hombres mueren, y las “Ideas” consistentes sobreviven. No las meras “ideologías” políticas que lo que buscan, predominantemente, es el poder por el poder mismo. Aquí vale la pena destacar que todos los ideólogos de los siglos veinte y veintiuno, de bandos opuestos, han hablado en nombre de los pueblos, aunque nadie los haya nombrado tutores “eternos” de los mismos.

Somos seres humanos y hoy estamos fatalmente confundidos. Nuestra conciencia histórica es demasiado débil y apenas alcanzamos a identificar los últimos cinco o diez años de sucesos. Casi nadie desea saber sobre un pasado que se remonte a los últimos cuarenta o cincuenta años transcurridos de cada país. Mucho menos a la “Historia” de treinta siglos hacia atrás. Es preferible evitar el conocimiento histórico, en tanto que tal desconocimiento permite las falsificaciones de toda clase.

Un solo ejemplo de confusión: En los tiempos actuales muchos cristianos son manipulados por ateos confesos o escondidos. Estos ateos incluso citan frases de la “Biblia” para ganar adeptos. Otros citan frases del “marxismo-leninismo”. Pero sin ninguna vinculación ni física ni emocional con el pensamiento de Karl Marx. Otro tanto ocurre con los repetidores del “neomonetarismo” desregulatorio, que son más neoliberales que los creadores de tal ideología unilineal. El poder de la confusión llega más lejos: Algunas potencias poderosas han olvidado a sus viejos aliados, dejándolos arrinconados en una orfandad devastadora.

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