Mimí Díaz Lozano

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20 de mayo de 2021
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12:05 am
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Mimí Díaz Lozano

Carolina Alduvín

Por: Carolina Alduvín

A principios del pasado mes de agosto, mi amiga, la escritora y editora María Eugenia Ramos lanzó una llamada de auxilio vía Facebook, solicitando a quien tuviera en su poder una copia del libro Sendas en el abismo de la autora en el título, que por favor se lo facilitara de la manera que prefiriera. La habían llamado con urgencia sus colegas Socorro Venegas, directora general de Publicaciones y Fomento Editorial de la UNAM, y Juan Casamayor, director de la editorial Páginas de Espuma, de Madrid, casa especializada en libros de cuentos, para que Honduras no quedara fuera del proyecto Vindictas. Cuentistas latinoamericanas.

Se trata de una antología que rescata del olvido a grandes narradoras del siglo XX, no escritoras secretas -explica la coeditora Venegas ya que ellas no escribían para pertenecer a una cofradía clandestina ni para esconder sus cuentos, pero quizás tuvieron que aparentar ser personas distintas porque no podían entrar abiertamente en un terreno gestionado por hombres, algo muy normal en nuestros países a lo largo del siglo pasado. Vindictas debía entrar en prensa en pocos días y, por alguna razón, la persona que había acordado proporcionar el material de Honduras, no lo hizo, así que llamaron a María Eugenia, quien de inmediato decidió que Mimí era la autora que debía darse a conocer al mundo de habla castellana. Pero no tenía un ejemplar a la mano.

La respuesta fue inmediata, unos amigos respondieron que no estaba en sus bibliotecas, un exitoso librero de la nueva generación dijo que jamás lo había visto, yo respondí que alguna vez vi aquella edición de 1959 en los anaqueles de casa. De inmediato, María Eugenia ofreció todas las garantías de cuidado y devolución si se lo prestaba por unos días, le dije que no estaba en mi poder, que formó parte de la biblioteca de mi padre, predominantemente jurídica, que el perseguido libro de cuentos había llegado ahí por tratarse de una amiga de la familia, y que la colección fue donada por mi hermana al sistema bibliotecario de la UNAH.

Ante su desencanto, comencé a referirle varias anécdotas sobre esta escritora, hija de Porfirio Díaz Lozano y Argentina Bueso Arias, nacida el 28 de mayo, de 1928. Muy joven, Mimí se desplazó a la capital mexicana con fines de estudios, junto a otras hondureñas convivió en la casa de una familia hondureña vecina de mi abuela y, a la par tuvo una activa vida social, de la que yo obtuve detalles cuando la buena señora los comentaba a raíz de mis protestas ante ciertos deberes domésticos que no eran de mi agrado. Finalmente le indiqué que podía recurrir a su hijo Ruy Díaz, conocido activista político y profesor de la UPNFM, o a su esposo Ítalo Díaz, profesor de Filosofía de la UNAH. Manifestó no conocerlos.

Esa misma tarde, la escritora Jessica Sánchez, localizó y le hizo llegar una copia; también, obtuvo por medio de otro amigo, el número de teléfono de Ruy, quien le informó que su madre estaba viviendo bajo su cuidado en San Pedro Sula, también le envió la edición 2019 de Sendas en el abismo y una fotografía de la autora hojeando su libro. En los pocos días que tuvo de plazo, devoró el libro y seleccionó del mismo el cuento Ella y la noche. Lo remitió a España junto con otros de autoras no tan olvidadas como Argentina Díaz Lozano y Lucila Gamero de Medina.

En noviembre, durante la Feria Internacional del Libro que cada año se celebra en Guadalajara; Jalisco, México, Vindictas fue presentado al público. El coeditor Casamayor comentó para la ocasión, que el año anterior en la FIL, había nacido una propuesta tan irresistible como audaz: cuestionar haber leído el mejor cuento del siglo XX. El reto era abrir una puerta por la que entrara luz para reivindicar a escritoras y cuentistas, exhumar sus nombres, recuperar su bibliografía y visibilizar lo que el canon había oscurecido tenazmente. Era imposible decidir con una mitad ignorada. También anunció que, a partir del 25 del mismo mes, Vindictas saldría a la venta en las librerías mexicanas y españolas en formato electrónico, más adelante en el resto de América.

Para entonces, la salud de Mimí había comenzado a deteriorarse, María Eugenia recibió como regalo de cumpleaños su ejemplar y de inmediato lo compartió con Mimí, quien ha partido al viaje sin retorno el pasado viernes, mis sinceras condolencias para Roberto, Ruy y sus hermanos. Su obra y su nombre quedaron ya al alcance de los lectores de todo el continente; yo, recuerdo con especial cariño su amena visita con ocasión del nacimiento de mi hija el segundo día de 1984.

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