Vacunas convertidas en instrumento diplomático geopolítico

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21 de mayo de 2021
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12:02 am
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Vacunas convertidas en instrumento diplomático geopolítico

Por: José Rolando Sarmiento Rosales

A las versiones de los antivacunas que causan dudas a la población para concurrir a su necesaria aplicación, especialmente en Estados Unidos donde a pesar de contar con suficiente aprovisionamiento de las producidas en el país y las obtenidas en Europa, se origina ahora un ingrediente propio de las naciones que buscan posicionarse en el entorno de poder geopolítico del mundo, dígase Rusia y muy especialmente China continental, que además de su extraordinario desarrollo industrial y comercial, cuyos productos e inversiones se expanden por todo el planeta Tierra, su afán de expansión territorial construyendo islas artificiales en el entorno de sus aguas marítimas, los roces fronterizos armados recientes con su vecino de la India, y las operaciones navales y aéreas de sus fuerzas armadas en el estrecho de Taiwán, que hacen pensar en una presunta invasión de la isla, a la que consideran parte de su territorio.

La verdad es que tanto la vacuna Sputnik V, producida en Rusia, como la de China Sinopharm, han sido reconocidas por la OMS y el organismo europeo de salud, comercializándose en muchos países del mundo, en franca competencia con las fabricadas en Europa y Estados Unidos, pero que en algunos medios de comunicación internacional han llegado a calificar como una especie de “diplomacia geopolítica”, para ganar simpatías en opinión pública y países adeptos, que se alejen de la órbita norteamericana, o que rompan relaciones con la República de Taiwán y establezcan ya no solo relaciones comerciales, sino también diplomáticas plenas con el régimen comunista de la República de China Popular, que mantiene una situación de tensiones económicas y controversia con Estados Unidos, por sanciones establecidas debido a prácticas de comercio indebidas y violaciones de derechos humanos a minorías étnicas del país asiático.

En realidad observamos que las vacunas, además de una arma de estrategia geopolítica, constituyen un elemento de connotación de poder económico, porque los países desarrollados como Estados Unidos y de la Unión Europea, aprovechando su capacidad adquisitiva y contar con industrias farmacéuticas productoras de las vacunas surgidas en menos de un año para contrarrestar la expansión de casos de la covid-19, privilegiaron sus millonarios pedidos de dosis para sus habitantes, hablamos de AstraZeneca, Pfizer, Moderna, Johnson & Johnson, a las que se suman la Sputnik V rusa y la Sinopharm china, para la inmensa población de Rusia y China, que también se producirán en países de nuestro continente americano, pero que su acaparamiento inicial y las dificultades de producción, logística y transportación, han afectado su propio aprovisionamiento para alcanzar el 70 por ciento ideal de su aplicación para la “inmunidad de rebaño”, más aún entonces la espera para los países no desarrollados, sea por el mecanismo de donación
Covax/OMS, más los pedidos vía adquisición financiada por cada gobierno, que van llegando lentamente en pequeños lotes.

Rusia y China utilizan sus vacunas para extender su influencia ante “el sálvese quien pueda occidental”. Han cerrado contratos bilaterales en todos los continentes: el interés geopolítico pasa por delante del comercial. Hace tiempo que quedó claro que la carrera por la vacuna iba a ser un pulso político entre las potencias que se disputan la hegemonía mundial. El 11 de agosto, Vladimir Putin anunció que había aprobado la primera vacuna contra la covid del mundo, la Sputnik V, desarrollada por el estatal Instituto Gamaleya. El nombre es toda una declaración de intenciones. Alude a una de las grandes victorias rusas de la guerra fría, cuando en 1957 la URSS puso en órbita el primer satélite, adelantándose a EE UU, Putin registró la Sputnik V cuando solo se había completado la fase 2 de los ensayos clínicos. Había urgencia. Urgencia por atajar el virus, pero también por anotarse la victoria frente a sus adversarios.

Tampoco China esperó a la fase 3 para dar luz verde a dos vacunas -la del laboratorio estatal Sinopharm y la de Sinovac, privado- y arrancar la campaña de inmunización. Xi Jinping anunció que la vacuna china sería “un bien global”, prometió una ayuda de 2,000 millones de dólares para África y un préstamo de 1,000 millones a América Latina para comprar vacunas. Desde entonces, rusos y chinos han cerrado contratos bilaterales en todos los continentes. La lista de elegidos es significativa. Gamaleya ha firmado con gobiernos amigos como Bielorrusia, Irán, Venezuela, Argentina, México, Guatemala, Argelia, Serbia y Hungría, y con las regiones rebeldes ucranianas de Lugansk y Donetsk (ser prorruso tiene premio). También con Nicaragua y Honduras. Los chinos, con Indonesia, Filipinas, Emiratos, Bahréin, Egipto, Perú, Brasil, México, El Salvador.

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