POR LOS SUELOS

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22 de mayo de 2021
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12:59 am
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POR LOS SUELOS

EL CONTAGIO Y LAS ALARMAS

¿Y aquí piensan aprobar una nueva Ley Electoral o nuevamente van a obligar a que el CNE convoque –como hizo para las internas y primarias de los partidos– con la ley vieja? Los consensos para sacar una ley se empantanaron en las negociaciones y en los “zoom” legislativos sin que el país contara con reglas claras y definitivas con qué operar el proceso electoral. ¿Y ahora para las generales, sigue el maíz a peso? En la medida que explotaban bombas en campo minado –para no perder la costumbre de arreglar las cargas en el camino– con remiendos y a retazos fueron saliendo de los apuros. La carencia de una norma general ya aprobada, dejó a la autoridad electoral en el limbo. Teniendo que hacer maromas e interpretaciones para resolver el entuerto de los políticos. Sin claridad sobre cuándo terminaría el enrolamiento del proyecto “Identifícate”. ¿Si todos los inscritos estarían incluidos en el censo electoral?

Lo dubitativo de votar con tarjetas de identidad viejas y nuevas. Decreto de prórroga de la vieja porque la emisión y entrega de las nuevas tardaron más de lo anticipado. Listados adicionales para resolver el enredo del voto domiciliario porque a saber qué mano traviesa o mente astuta se le ocurrió no incluir la pregunta en el cuestionario del enrolamiento: ¿Y usted dónde votó la vez pasada y cuál ha sido su domicilio regular? Duelo entre el CNE defendiendo el derecho universal al sufragio del ciudadano versus el criterio de bandos políticos poderosos intentando dejar por fuera a cientos de miles de electores. La solución al impasse causada por la telaraña domiciliaria –a última hora y con objeciones del oficialismo– una resolución salomónica del CNE de emitir listados adicionales optativos a los partidos que los quisiesen utilizar. En las vísperas de los comicios, tres semanas sin que el CNE pudiese sesionar y resolver urgencias debido al contagio de la peste de un propietario y los 2 suplentes. El CNE pide al Congreso solución al vació de la ley que no les permite sesionar. Milagrosamente uno de los suplentes se levanta de la cama y confirma su asistencia. A última hora –presumiblemente mediando órdenes superiores– e incurriendo en delito, busca un pretexto cualquiera para no acudir. Calculan que así impiden la conformación del pleno y detienen la emisión de listados adicionales. Como no se fijan ni en las leyes que hacen, pasó desapercibido el artículo de la ley que autoriza celebrar el pleno. Una vez convocado –reza la norma– para tomar determinaciones bastan dos propietarios. Así que asista o no el suplente, como ya está habilitado y fue convocado en legal y debida forma, el pleno se reúne.

Varias corrientes de los partidos no acatan la resolución del CNE de presentar listados con nombres y apellidos de sus representantes MER. La autoridad, por muy autoridad que sea, no puede dejar sin representantes de mesas a ninguna de las corrientes –y exponerse a las quejas que sin representación de varios movimientos las elecciones no fueron confiables– así que decide entregar credenciales en blanco con una declaración jurada que firman los movimientos, de hacer correcta distribución de ellas y devolver las que no usen. Ninguna corriente devuelve nada, lo que supone que todas las credenciales fueron utilizadas y que todas las corrientes tuvieron representantes en las mesas electorales. Así que ¿de dónde sale todo ese alegato de fraude si ninguno de los representantes de ninguna corriente objetó nada cuando levantaban las actas originales en las mesas que enviaron al CNE? (Los militares montaron una logística bien sincronizada para la entrega de maletas a las mesas y devolución de ellas desde los centros de votación al CNE). Sin embargo, ahora de cara a las elecciones generales, a falta de ley definitiva el desconcierto crece. La incertidumbre cuenta con la servicial contribución, poco patriótica, de esa campaña insidiosa de perdedores y su vitrolas RCA Victor deslegitimando el proceso electoral. Como a tantas puyas no hay toro valiente, la confianza ciudadana en su democracia anda por los suelos. Dirigentes de los partidos de oposición amenazan que sin ley definitiva no concurren a las elecciones. Que no vayan –golilla el oficialismo– ya que irían solos. Como si aquí imperen iguales condiciones al caso venezolano que sin la participación de la oposición en comicios la autocracia se impone y no hay forma que la “preocupada” Comunidad Internacional pueda hacer algo por desmontarla. Con distintos rasgos pero este incierto ambiente ya asemeja síntomas que se vivieron en la crisis de 1985. Arreglen esto. El Sisimite no va a bajar al auxilio de naufragados, si el río crece, se desboca y se sale de cauce. De paso, no echen al cesto de la basura la segunda vuelta. Es lo único novedoso y dramático –que da cierta esperanza de cambio, de alternancia, de estabilidad gracias al ejercicio de gobiernos de mayorías– capaz de revitalizar la depreciada confianza ciudadana. Debe la opinión pública — descontenta y desencantada– saber que con el proceso electoral y su sistema democrático van a salir de la crisis no agudizarla.

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