CAPITALISMO DE BASE

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23 de mayo de 2021
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12:15 am
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CAPITALISMO DE BASE

ALLA por el año 1997 hubo un intento por introducir en Honduras el concepto de “capitalismo popular”. Parecía una novedad, cuando menos a nivel del lenguaje, con aquello de integrar el “sector informal de la economía” a un proceso de formalización fiscal, propuesto por un economista y sociólogo de origen peruano acompañado de un equipo de investigadores sociales. El propósito era ahondar en los secretos de este macromodelo histórico-económico, a partir del siglo diecinueve, tratando de potenciar las probabilidades de los pequeños y múltiples “activos” adormecidos en el ambiente.

En México también aparecieron dos cientistas sociales que formularon una propuesta análoga. Allá se hablaba de la economía de “lo minúsculo”. Es decir, de los mercados paralelos de las personas que se ven en circunstancias de sobrevivencia, a fin de adquirir el día a día y llevar alimentos a las mesas de sus hogares. Y luego pagar el alquiler de las tristes y repetidas cuarterías, que en la capital del país hermano del norte, parecen infinitas. Esa propuesta hizo eco inclusive en el afamado Instituto Tecnológico de Monterrey.

Llevamos, pues, más de veinte años con propuestas más o menos sistemáticas en torno del tema de la micro, pequeña y mediana industrias. Pareciera que las lecciones teóricas derivadas de las realidades de los países latinoamericanos como Honduras, entran por un oído y salen por el otro de los que pueden adoptar grandes decisiones factibles. Se legisla y se habla sobre el tema hasta por los codos. Pero las acciones subsiguientes contradicen los diagnósticos y las propuestas teóricas. Los micronegociantes evitan formalizarse por la sencilla razón que temen ser perseguidos y acorralados por unos agentes recaudadores que por regla general desconocen las leyes tributarias y sus respectivas exenciones. A los micronegociantes los meten en unos laberintos pasándolos de unas ventanillas a otras hasta por tres días, sin posibles soluciones.

En realidad que desde hace más de veinte años venimos proponiendo el modelo de “ventanilla única” para aquellos que desean formalizar sus micronegocios, con el objetivo principal de que sean incentivados a seguir hacia adelante. No aterrorizados por algunos empleados hacendarios arrogantes que en vez de ayudar obstaculizan el desarrollo de Honduras, paralizando o ahuyentando la pequeña iniciativa privada. Porque una cosa es instalar rápidamente un negocio “on line”, y otra cosa muy diferente es acercarse a las oficinas, en el terreno de los hechos, en “donde nadie sabe nada de nada”.

La propuesta de formalizar gradualmente (no de un solo pencazo) el sector informal de la economía, es saludable. Pero con el objetivo exacto de crear un ambiente apropiado en favor de un capitalismo de base democrática desde abajo, con interiorizaciones culturales, cada día, cada semana, tal como lo ha investigado, en la cuenca mediterránea, la escuela económica de los anales franceses, en donde los habitantes y sobre todos los pequeños empresarios y micronegociantes, perciben que existe un Estado que les protege y les apoya.

Los estudiantes universitarios y de los mismos centros de segunda enseñanza, según las carreras que cursen, deben aprender a crear micronegocios y pequeñas empresas que se conviertan en baluartes de las economías locales y subregionales. Tanto en las artesanías innovadoras como en la gastronomía turística. Lo mismo que en la necesaria diversificación agrícola. Porque de nada sirve estudiar estos temas si el verdadero propósito es quedarse viviendo en las oficinas de Tegucigalpa o San Pedro Sula.

La vida actual en Honduras y en otros países latinoamericanos se ha vuelto demasiado compleja para los parámetros anteriores en que la población era escasa. Necesitamos que los ciudadanos de diversos estratos sociales aprendan a ser creativos en aquello que se han formado o en aquello que verdaderamente les gusta. El caso final es que debemos crear un verdadero aparato productivo en los cuatro puntos cardinales.

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