¡Una política grande, patria grande!

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23 de mayo de 2021
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12:02 am
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¡Una política  grande, patria grande!

Por: Lic. Gustavo Adolfo Milla Bermúdez
E-mail: [email protected]

No se triunfa, en el plano de los sistemas del servicio a las doctrinas, ejerciendo coacción económica y política sobre el pensamiento de las clases sin haberes. Hay otra cosa más fecunda, otra manera más grande, otros medios más nobles, otros caminos más puros por el triunfo de los ideales, que no sirven para ganar batallas de eficacia transitoria, pero que se dirigen a procurar la salud colectiva en beneficio del futuro de la nación; ¡eso es hacer patria grande! Esa otra manera, esa otra política, se traduce en las realizaciones que se presentan como fruto de un esfuerzo metódico y perseverante. Por eso el político; el que mira los intereses estrechos del momento que se agita; el que formula sus cálculos para la contienda que se avecina el 28 de noviembre próximo; el que solo mira al comité; y la recolecta de votos; el que sirve una política desvertebrada; el que en sus afanes no obedece a los imperativos de un proceso histórico desenvuelto a través del tiempo y de las mutaciones, ese tal no realiza, no puede realizar obra fecunda. Es incapaz de concebirla porque se mueve dentro de circunstancias a las que tiene que acomodarse para triunfar; porque tiene que ser esclavo del momento y resulta, por ausencia de derrotero final, un simple oportunista.

Por su obra, que es fugaz, superficial, que muchas veces es funesta, no es el fruto que alcanzan los que sirven a una idea con voluntad permanente, porque la sienten con hondura y la han estudiado con fervor, como aquello que se ama entrañablemente. Estos no pertenecen a la clase de los que aspiran a coronar triunfos efímeros. Para el primero está el verbalismo, la demagogia, las promesas y mentiras frescas como las de JOH, el parpadear de luces que deslumbran pero no dejan huellas en la conciencia del pueblo. Juan Orlando Hernández no sabe que mentir es delito, por eso en Washington, en la Casa Blanca no quieren saber nada de él, aparte de lo que ya el pueblo sabe, de todo lo que es capaz, es un hombre peligroso de sangre fría. Pero junto a esta especie de política que pudiéramos llamar del afán momentáneo que no se desarrolla en función de la idea, está la otra política; la que tiene en cuenta el porvenir del pueblo hondureño, de la que se preocupa el Partido Liberal, con el líder Yani Benjamín Rosenthal, por realizar el bienestar colectivo como premisa de política de Estado, la que se traduzca en obras de fecundos beneficios.

Y tengan en cuenta que la conciencia nacional, esta que estamos creando, la que estamos elevando en su nivel cultural, despertando su ambición, dándole conciencia de sus derechos y sus posibilidades, no se fiará ya más de las palabras sin respaldo en la realidad, ya que se ha dado cuenta que el dictador instalado como gobierno populista de Juan Orlando Hernández es más mentiroso que Trump el racista. JOH el de las palabras áureas y sonoras que esconden muchas otras cosas, como su brillo de la pequeñez y la carroña; de esas palabras, que son mentiras, que son farsa, porque bajo de su significado oportunista el ideal a muerto y solo se encuentra el contenido de un interés personal por llenar sus bolsas de sus mezquinos propósitos y dejar al país en bancarrota y con deudas e hipotecas hasta las aguas termales de Gracias, Lempira, ese es el “indómito”.

Yo les pido a los candidatos del Partido Liberal y Libre que unan sus esfuerzos de unificación para poder desterrar el cáncer que hoy nos abruma, pero hagan los esfuerzos en nombre del pueblo que sufre los embates de la impureza que practica el dictador, dando mendrugos de pan al pueblo que viaja en caravanas en busca de vacunas al país hermano, que nos extiende la mano.

Luchemos en pro de la pureza electoral, que se realice esa famosa ley electoral, pero sin maldades y trampas tendidas por la estrella solitaria, esos son más bandidos que “Alí Babá y los cuarenta ladrones”. Partido Liberal y Libre, esas dos fuerzas pueden unirse y alcanzar el triunfo como realidad de la transformación verdadera, como equilibrio de la democracia.

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