Refundar la aldea global

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24 de mayo de 2021
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12:05 am
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Refundar la aldea global

Por: PG. Nieto
Asesor y Profesor CISI

Con todo lo que le está cayendo a la humanidad: pandemia; conflictos bélicos y sociales; injustas desigualdades; endémica pobreza, que se extiende cual imparable mancha de aceite; destrucción del medio ambiente, origen del cambio climático; pareciera que llegó el momento de reflexionar sobre los valores que determinan nuestro comportamiento, porque necesitamos atisbar hacia dónde nos dirigimos como “especie sapiens”. Somos hoy lo que hicimos ayer para serlo, y seremos mañana la consecuencia de las decisiones que desde hoy tomemos. En el horizonte los tres escenarios del análisis de inteligencia: probable, ideal, e indeseable; y tal como van las cosas para la aldea global, el escenario probable se aproxima al indeseable.

Obsesionados con el bienestar material, la realización personal, la calidad de vida donde creemos que se encuentra la felicidad, estamos destruyendo un hábitat que no nos pertenece, y que estamos obligados a dejar en mejores condiciones de las que lo encontramos al llegar, de lo contrario la naturaleza terminará colapsando, y con ella el ser humano, que terminará convertido en otra cosa, una “especie humana 2”. Como decía Facundo Cabral: “Que cosa tan extraña es el hombre: nacer no pide, vivir no sabe y morir no quiere”.

La pandemia está desnudando las enormes debilidades de las estructuras sociales; desmontando la percepción errónea de que el desarrollo tecnológico es el fundamento del desarrollo material, olvidando el desarrollo espiritual que despreciamos por considerarlo un lastre que limita la libertad. No obstante, día tras día la realidad muestra que estamos equivocados en nuestras prioridades, pero pareciera que no queremos entenderlo y aceptarlo. El Foro de Davos, relacionado con el desarrollo mundial, que cada año recibe a las autoridades de organizaciones internacionales, del mundo académico, de la sociedad civil, de empresas punteras, y líderes de diferentes gobiernos, advirtió en sus recomendaciones que ahora es más necesario que nunca la cooperación público-privada, para reconstruir la confianza y afrontar los errores cometidos en pasado año 2020 a cuenta de la pandemia. Este año, la 51º edición de la cumbre tiene por lema “El Gran Reinicio”. Una frase utópica que no responde a la realidad presente ni al futuro que se vislumbra tras la pandemia. Recordando las palabras del escritor Haruki Murakami, cuando salgamos de esta tormenta una cosa es segura, no seremos las mismas personas que entraron en ella, de eso se trata esta tormenta.

Reiniciar significa volver al principio, resetear, pero no es posible recomenzar, solo podemos continuar. Pero no avanzaremos en la dirección correcta sin hacer importantes ajustes. La cumbre podría haberse llamado “La Gran Refundación”. Refundar es revisar la marcha de una entidad para adaptarla a los nuevos tiempos. El Foro de Davos pareciera desubicado de la realidad que soportamos. En su anterior informe económico, quedó patentizado que el 1% de la población mundial ya acumula más riqueza que el 99% restante. Esto es inadmisible. El problema no es ya rediseñar la economía global en relación con el deterioro que sufre el planeta, que también hay que hacerlo, sino redefinir nuestra escala de valores que ha llevado al ser humano a la precaria situación en la que se encuentra. Se necesita primero una refundación moral que sostenga la necesaria transformación material, nunca a la inversa. Sin desarrollo moral, no es posible un progreso material armónico y estable. Porque sin normas morales todo tiende a relativizarse y justificarse; llegando un punto en el que todo vale, y eso no es posible. Vivimos en sociedades farisaicas, enfermas, sin espiritualidad.

Descendamos al nivel de cada país para identificar problemas concretos. ¿Por qué en Honduras estamos como estamos? ¿Cuál sería la manera real, sin utopías virtuales, de mejorar la situación? De cara a las próximas elecciones, los trileros de feria, catones de la moral, profetizan la solución. Cada cuatro años prometen lo mismo: trabajo, techo y tortillas para todos; terminar con las caravanas, la delincuencia, la narcoactividad, la corrupción; salud y medicinas gratuitas; educación de calidad… Pero ahora el electorado exige saber cómo piensan hacerlo. Están obligados a exponer y argumentar su programa partidario sustentado en un ideario, permitiendo el debate de las ideas. Lamentablemente, como en elecciones anteriores, eso no ocurrirá. Nos conformaremos con el cruce de insultos y descalificaciones que buscan el voto emocional en lugar del racional.

“No hay grandeza donde falta la sencillez, la bondad y la verdad”. -León Tolstói-.

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