LA FIERA SUELTA

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25 de mayo de 2021
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12:25 am
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LA FIERA SUELTA

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COMO decíamos ayer, la salida de Piñera obsequiando una nueva Constitución para resolver su problema –ello es, apaciguar de momento la insurrección contra su gobierno– dudoso que vaya a hacer que desaparezcan los problemas que hoy día viven los chilenos. Más bien podría ocurrir que en el ejercicio de meter cuestiones poco ortodoxas en un texto constitucional, que difícilmente vaya a unir la sociedad chilena, intentando desmontar el andamiaje al que se le acredita, en parte, el éxito del modelo chileno, tarde o temprano, acabe por revolverlos. Se salva él, pero deja una peligrosa bomba de tiempo al país que, tristemente, los pueblos de momento no se percatan de los riesgos, hasta que llega el momento cuando el chunche truena. Es como pisto en la bolsa que eso vaya a suceder. La inercia de las cosas toma su tiempo en desarrollar efectos. Una acción de hoy no tiene efecto inmediato. Toma meses, a veces años, para que las cosas comiencen a mejorar producto de una buena decisión o a deteriorarse, consecuencia de una mala.

Para dar un ejemplo doméstico. Muchos logros obtenidos del manejo satisfactorio de la calamidad después del bíblico huracán que azotó al país, fueron disfrutados, tanto por la gente que se benefició de la recuperación, como por los gobiernos que sucedieron. Algunos de ellos –incluso colocaron placas adjudicándose la infraestructura ya construida– saludando con sombrero ajeno. La condonación de la deuda no solo quitó a las administraciones siguientes la carga de pago del 25% de los ingresos fiscales a intereses de la deuda externa. Sino que todos lo gobiernos, de allí en adelante, se beneficiaron –después del borrón y cuenta nueva– del inmenso monto de préstamos concesionales que recibieron debido a que el país quedó otra vez habilitado para endeudarse. Y a la inversa. La mala decisión, en gobiernos posteriores, de no utilizar los recursos liberados por la condonación en la Estrategia de Reducción de la Pobreza, le robaron al país de la inversión social que debió hacerse, cuando tuvo la oportunidad de hacerlo. Pero, retomando el tema. La elección de la tal convención constituyente chilena, con aguda pendiente descendente de inclinación hacia a la izquierda –que en carnaval celebraron los integrantes del foro de São Paulo, como su primer conquista– sería como quien tira un pedazo de carne a una fiera suelta, para evitar que se lo coma. Sin importar que el animal saciado de momento, al rato vuelve con apetito, a agarrar de merienda a la nutrida multitud de espectadores pendientes del espectáculo.

A los ilusos que ingenuamente apuestan a que una Constitución vaya a ser la solución a los males que aquejan al país –ejemplo, así vendió el finado la Constitución plurinacional venezolana cuando ejercía dominio de la opinión pública y contaba con inmenso apoyo de la voluntad popular, solo para que el país terminara arruinado– desentonando con la euforia, sentimos mucho desengañarlos. Pero no son las Constituciones ni las responsables ni las culpables de los buenos o malos destinos de los pueblos. Son las personas, los liderazgos, los gobiernos y los comportamientos colectivos. Y a propósito, vuelen ojo a esos sarampiones en la región. No fue por coincidencia que en la reunión del grupo de Puebla, el jefe de la autocracia venezolana advirtiera sobre “la brisa bolivariana”. Allá está el gobierno colombiano en alas de cucaracha. La fiebre en las calles aprovechó el error del gobernante de recetar una reforma tributaria. Los mismos sospechosos de siempre contribuyeron. El tata Fondo, sus tías las zanatas y las demás aves agoreras, que no entienden –o se hacen los de a peseta– la volatilidad de ajustar las fajas en estómagos vacíos, en países proclives a la desestabilización política. Peor aún en medio de una pandemia. La reforma tributaria fue reculada. El tumulto olió la sangre. Ahora van contra la reforma sanitaria y la exigencia de retomar el diálogo con las FARC y el ELN. Otro día continuamos con el caso colombiano y de paso el boliviano. Sin excluir el hondureño. Aquí, con la campaña de desprestigio que perdedores y sus vitrolas RCA Víctor han montado contra el proceso democrático electoral, y la falta de visión de muchos políticos, la salida a esta crisis va a estar cuesta arriba. Aún así –en ascuas por lo que nos atañe– no podemos ser menos solidarios con los colombianos y no compartir los activos nacionales. ¿Si requieren de los buenos oficios del Sisimite? solo avisen. Aquí –es la bulla en los pueblos– ha vuelto a aparecer y de las boscosas empinadas baja a las ciudades a auxiliar en las crisis, cuando se le necesita.

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