A la memoria de mi maestro el Dr. Dagoberto Espinoza Murra

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28 de mayo de 2021
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12:04 am
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A la memoria de mi maestro el Dr. Dagoberto Espinoza Murra

Por: Dr. Marco Tulio Medina
Exdecano, Facultad de Ciencias Médicas, UNAH

En 1981, hace ya 40 años, asistí como alumno de Medicina a la clase de psicopatología brindada por el doctor y profesor Dagoberto Espinoza Murra, su capacidad didáctica y experiencia me impresionó fuertemente, dejando en mi mente imborrables recuerdos. Años después compartimos la amistad de mi otro gran maestro: el doctor Américo Reyes Ticas.

Pasado el tiempo, lo fui a visitar, hace 11 años, a su oficina en la Decanatura de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, y de forma insospechada, se inició para mí una nueva etapa de enseñanza bajo su tutela. Me planteó aquella mañana, que quizás, Américo o yo debíamos aplicar a ser decano de la Facultad, con incredulidad, le pregunté si eso era posible, el me animó a hacerlo, y al día siguiente inicié la preparación correspondiente de mis documentos.

Un tiempo después, habiendo sido electo felizmente decano, le pedí al Dr. Espinoza Murra que me guiase en ese difícil cargo, él fue dadivoso y fue mi mayor aliado. Su paternal presencia me daba una fortaleza inimaginable, como la ocasión en que defendimos el grado de Doctor en Medicina en el Consejo Universitario.

Con él también compartimos la amistad del costarricense Dr. Franz Chaves Sell, a quien el Dr. Espinoza Murra había conocido en Ginebra, en su lucha contra el tabaquismo en la Organización Mundial de la Salud. Mi amigo tico admiraba el impresionante nivel cultural de mi maestro. La experiencia en Alemania había dejado en él una marca indeleble. En una oportunidad haciendo una visita a su bien nutrida biblioteca en su casa, me mostró con orgullo la tesis de su amigo alemán el Dr. Peter Wolf, con quien yo había trabajado en la Liga Internacional Contra la Epilepsia (ILAE).

Uno de sus maestros en Berlín, el profesor Dieter Janz, había descubierto un síndrome epiléptico denominado Epilepsia Mioclónica Juvenil, y yo le comenté que ese síndrome había sido el tema de mi trabajo de investigación junto a mi profesor Antonio Delgado Escueta. En una oportunidad lo invité a que me acompañase a una reunión científica en La Haya, Holanda, en la que al doctor Janz, ya de 90 años o más, se le daría un reconocimiento. El Dr. Espinoza Murra muy alegre aceptó mi invitación, era una oportunidad única de reencontrar a su maestro. Unos días después me dijo: “no podré ir, ya que tengo que acompañar a Virginia, mi esposa, en otro viaje”, y me dije para mis adentros: “vaya amor tan profundo”.

Mi querido maestro tenía una constelación de virtudes, de hablar pausado, claro, amplio, analítico, con una humildad de espíritu, un auténtico patriota y pensador. La historia era uno de sus temas favoritos, lo convencí para que honráramos la memoria de Carlos Ernesto Bernhard, alemán, fundador de la Facultad de Medicina y Cirugía en Honduras y su primer decano. Una tarde le llevé a su casa unas semitas deliciosas y con un café en mano, celebramos la creación del grupo para honrar la memoria de Bernhard.

Mi maestro enfermó y tuve la honra de ser su médico, pero el fallecimiento de su esposa fue demasiado para su alma, lo cual aceleró su muerte, creo que con el deseo de reencontrase más pronto en la eternidad con ella. ¡Maestro Dagoberto Espinoza Murra su legado es imperecedero!… ¡nunca lo olvidaré!

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