LO REMEDIABLE

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30 de mayo de 2021
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12:57 am
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LO REMEDIABLE

HACE unos veinticinco años, en diversos círculos sociales y políticos se estilaba la opinión común que Honduras era un país que “no tenía remedio”. Y eso que la democracia se había robustecido. Existían menos conspiraciones partidarias y el libre juego de las ideas estaba permitido como pocas veces en la historia nacional. Desde luego que seguíamos siendo una sociedad predominantemente pobre, como ocurría en la mayoría de los países latinoamericanos. Pero de eso a quejarse que Honduras era un país “sin posible salida”, nos parece que más bien se vinculaba a una sociedad con graves problemas psicológicos ligados a los complejos de inferioridad, los cuales podrían ser resultado de un mestizaje incoherente y mal asumido. Es decir, que los descendientes de los mestizos del periodo colonial y del siglo diecinueve, nunca hemos asumido con dignidad el mestizaje, que bien dirigido podría convertirse en un factor de desarrollo. El sentido de pertenencia catracha es débil y ausente inclusive en el momento de externar las opiniones más cotidianas y baladíes.

Cuando un pensador mexicano postulaba a comienzos del siglo veinte el concepto de “raza cósmica”, lo hacía bajo la perspectiva que los mestizos son los hombres y mujeres que en el futuro poblarán el planeta, y que en consecuencia deben neutralizar cualquier complejo de inferioridad. Por eso los mexicanos se entregaron a la tarea, desde el Ministerio de Educación y de otras instituciones públicas y privadas, a publicar todos los libros que pudieran publicarse y traducirse al castellano; especialmente las obras de los griegos clásicos y de otros grandes pensadores europeos. A fin de colocarse, “a la altura de los tiempos”. A la par de las publicaciones estaban las investigaciones y excavaciones arqueológicas de las grandes civilizaciones y culturas prehispánicas.

Si a mediados de la década del noventa del siglo pasado se esgrimía el seudo argumento que nosotros los hondureños no teníamos ninguna salvación, el bajo nivel de autoestima ha llegado casi al fondo del abismo. Las cosas malas que se dicen de nuestro Estado (que es el Estado de todos los hondureños) han sido sobredimensionadas como pocas veces había sucedido. Como el fenómeno pareciera reciente, valdría la pena rastrearlo hacia el pasado, a fin de descubrir si acaso se trata de un problema eminentemente hondureño; o de un fenómeno psicológico mundial, el cual pareciera haberse acrecentado, a raíz del derrumbe del Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989. Pareciera que una gran cantidad de la población mundial estaba contenta con un mundo dividido en dos grandes bloques de confrontación. Esto significa que en el fondo un país “no sirve para nada” si la ideología que se busca imponer se encuentra lejos del poder. O al revés, que las cosas son maravillosas cuando en una determinada sociedad gobiernan los portavoces de la ideología con la cual se simpatiza, aun cuando la mayoría de la gente no tenga dinero ni para comprar o vender papel higiénico. Pareciera que este es el verdadero prisma ideológico a través del cual se analiza la circunstancia interna de cualquier sociedad actual.

Estamos conscientes de la situación harto difícil que experimenta Honduras. Pero todos los problemas humanos son remediables, humanamente. Incluso de las cenizas han resurgido culturas y civilizaciones que técnicamente habían desaparecido. Hay muchos hondureños inteligentes y talentosos a los cuales los dirigentes debieran abrirles las puertas y ventanas para que propongan soluciones factibles e inéditas dentro de la flexibilidad democrática. Estamos cansados de las rigideces de los diversos bandos.

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