Elecciones, actitudes y democracia

MA
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1 de junio de 2021
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01:06 am
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Elecciones, actitudes y democracia

Juan Ramón Martínez

La convocatoria a elecciones del 28 de noviembre próximo, es una buena noticia. Sin pasar por alto que las elecciones, son un medio -que debe perfeccionarse- cuya finalidad es, aumentar la libertad individual, mejorar la operación del sistema democrático y, acelerar el proceso de desarrollo de Honduras. Por ello, no hay que creer que solo es asunto de hacer elecciones, que los protagonistas -que al mismo tiempo tienen las llaves, porque son los árbitros de sí mismos- acepten los resultados, y que las nuevas autoridades ocupen sus posiciones. Es un paso importante; pero nunca definitivo. Es necesario que el proceso electoral, además de esas cualidades, exhiba partidos democráticos, con un liderazgo sensible a los problemas nacionales, y con claras propuestas para enfrentar, los mayores riegos que el país ha encontrado en su historia. Aunque evitamos que se repitiera la tragedia de 1919, en que fuimos a la guerra civil, es necesario que las élites, los electores y los pocos ciudadanos con que contamos, tengan una clara lectura de la realidad. Es necesario, partir del reconocimiento que, el tejido social está rasgado; y que necesitamos, a partir de 2022, un gobierno de integración nacional, que reduzca las desigualdades que nos separan. Y que, tomemos conciencia que el país, corre el riesgo de desaparecer si no puede crear un nuevo sistema educativo, para enfrentar los retos tecnológicos que dominarán los escenarios regionales y mundiales.

La población está, severamente afectada. La pobreza ha aumentado y la miseria no se puede esconder. La productividad, ha descendido como nunca. Y el tamaño del gobierno no guarda relación con el de las fuerzas económicas. También está dañado el sistema público. Ahogado por un centralismo asfixiante, un presidencialismo paralizante y un caudillismo que crea dependencias, destruye competencias locales, y reduce la conciencia de responsabilidades de los ciudadanos, en la defensa de su libertad, independencia y futuro.
Aunque hemos mejorado, seguimos siendo -desde los años iniciales de la independencia, es decir hace casi 200 años- la nación más pobre de Centroamérica. Y nunca antes, el liderazgo nacional, había exhibido menos competencia que actualmente. La acumulación primaria, sigue siendo lenta y repitiendo un modelo económico basado en la agricultura, no hemos producido una clase económica nacional, fuerte y agresiva. Las universidades no crean empresarios capitalistas, sino que empleados públicos y la primera fuente de los ingresos nacionales, la aportan los pobres que han emigrado al exterior, por medio de las remesas. Mientras los pobres del exterior se han distanciado del gobierno, los del interior son mucho más dependientes que nunca antes del régimen. Aquí opera un populismo de derecha que, tenemos que superar, sino queremos sucumbir como nación.

Es evidente que, hay que reconstruir la costa norte y disminuir su vulnerabilidad frente a las aguas lluvias; hay que reformar al gobierno, disminuyendo su tamaño -que en estos últimos doce años ha tenido un crecimiento desmesurado- y ordenar las competencias, de forma que el Poder Ejecutivo, recupere su naturaleza de tal y el Congreso vuelva a ser una instancia de la ciudadanía, quitándoselo a los partidos que se han apropiado del mismo, para repartirse el presupuesto y, para disminuir la libertad de la ciudadanía. Por supuesto, es inevitable mejor la élite política actual. La que tenemos no nos sirve sino para prolongar el colapso final. Necesitamos que, antes que el espectáculo o la habilidad para hacerse los tontos, los políticos nos convenzan que tienen una lectura exacta de la realidad y que manejan, más allá de la simpleza de Nasry Asfura, una propuesta para enfrentar los problemas señalados anteriormente. Porque de lo contrario, aunque quieran echarle la culpa a la democracia, el distanciamiento del pueblo hacia los gobernantes, aunque voten por ellos, no es culpa del modelo político, que solo ha sido democrático por algunos momentos, sino que, de la falta de líderes democráticos, con voluntad de servicio y capacidad para entregar su vida, en favor del bienestar colectivo.

Si solo confiamos en el proceso electoral y seguimos como hasta ahora, con una clase política que no disputa por quien hace mejor las cosas, sino que, por las migajas sucias del presupuesto, aquí la crisis continuará. Y, de un día para otro, nos levantaremos asustados, ante el ruido de las botas extranjeras, saludando a una bandera de la cual se habrán suprimido las cinco estrellas.

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